Tobías es un
tipo muy raro, y si tiempo atrás se le podía encontrar en cualquier lugar
abandonado de la mano de Dios, hoy sucede todo lo contrario. Sería inútil
tratar de dar con él en un desierto o un páramo. Ni siquiera en un descampado.
Y menos aún en unas tierras baldías, que diría el cursi de T.S, Elliot. De
repente adora la presencia de otros, y
lo normal es verde rodeado de amigos o perdido entre la multitud.
Frecuenta por lo tanto las grandes avenidas
abarrotadas de gente, las aglomeraciones y los fines de semana las grandes superficies y
los centros comerciales, donde se le puede observar entre la multitud con cara
de arrobo, casi de éxtasis: hasta tal punto llega su querencia por las masas,
su adoración por los otros cuerpos, sin importarle que le sean totalmente
ajenos. Se une a todo tipo de manifestaciones, donde para él lo de de menos es
su significado o lo que se reivindique, si es que se reivindica algo. Le es
suficiente la cercanía de los otros y el calor animal de la multitud
arrastrándose por el asfalto, donde llega a gritar consignas que verdaderamente
le tienen sin cuidado. Se le ha visto en manifestaciones de la extrema derecha
y del partido comunista alternativamente el mismo día, y en ambas con el mismo
fervor, ignorando sus acompañantes que realmente a Tobías le importa un rábano
el honor de la patria, el exceso de emigrantes o el porvenir de la clase
obrera.
El asunto es
sentirse acompañado, disfrutar de la sensación de formar parte de la masa, ser
un solo cuerpo del que se disfruta con la fruición con la que uno puede mirarse
al espejo un día en que se esté especialmente bien consigo mismo. En ocasiones,
sobre todo en épocas en la que la conflictividad social es elevada, no da
abasto para asistir a todo tipo de reuniones y mítines, en las que en algunas
ocasiones llega a tomar la palabra y suelta una arenga sin demasiado sentido,
que suele dejar sorprendidos a los pocos participantes que le presten atención,
por lo novedosos de sus términos y su difícil encaje con las circunstancias.
Es por lo tanto
normal hallarle también en maratones y carreras populares, en las que para él
lo de menos es el rendimiento, por lo que ya desde el principio, ayudado sin
duda por sus escasas condiciones físicas, se deja caer a las últimas
posiciones, donde se arrastra con la satisfacción de haber participado, y
aprovecha la situación para disfrutar del hecho de formar parte del nutrido
pelotón de cola. Aprovecha también esas situaciones (cuando su aliento se lo
permite), para mantener breves conversaciones con sus acompañantes, a los que
trata de hacer ver la maravilla que supone participar en deportes colectivos, y
su desdén por los excesivamente individualistas, entre los que destaca una
desmesurada fobia al tenis, por razones no del todo claras. Su afición por el
deporte le hace participar desde la grada en los grandes acontecimientos
deportivos, a los que raramente falta, y en los que en algunas ocasiones se le
ha visto con las hinchadas más furibundas, concretamente los ultrasur del
Madrid y los boixos nois del Barcelona.
En verano
frecuenta exclusivamente las playas más concurridas, donde se ubica
preferentemente en las cercanías de los grupos familiares más numerosos,
disfrutando inmensamente de la proximidad de los bañistas, e incluso del sudor
y los efluvios de las cremas solares, que se elevan sobre la muchedumbre como
un manto de fácil percepción pero de dudoso gusto. Siendo soltero, suele comer
en restaurantes de segunda, e incluso en
chiringuitos de precio módico, donde disfruta de la presencia masificada de la
gente, aunque le resulte complicado abrirse paso hasta la barra, donde suele
conformarse con un sándwich vegetal o un bocadillo de embutido o de jamón y
queso, acompañados de un vino de la casa. Es uno de los mayores placeres que
suele ofrecerse, y raramente se sienta solo en el comedor, por mucho que los
camareros (ajenos a su recién adquirida idiosincrasia) insistan en la comodidad
que tal situación comporta.
Tobías sin duda ha cambiado. Ya no es aquel
solitario que nos tenía a todos en vilo, y por el que en más de una ocasión,
hubo que organizar partidas para rescatarlo de la soledad de los picos más
agrestes o de los desiertos más inhóspitos. Todos nos congratulamos ahora acompañándole,
como si se tratara del desenlace feliz de una situación que en muchos momentos
nos llegó a inquietar. Aunque, si todo hay que decirlo, algunos comienzan a
decir sotto voce, que su actitud actual tampoco resulta del todo normal. Veremos
que nos depara finalmente este individuo. Quien sabe si todavía tiene un as
escondido en la manga, y nos sorprende cualquier día con un cambio de rumbo
inesperado.
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