domingo, 26 de junio de 2016

TOBÍAS



Tobías es un tipo muy raro, y si tiempo atrás se le podía encontrar en cualquier lugar abandonado de la mano de Dios, hoy sucede todo lo contrario. Sería inútil tratar de dar con él en un desierto o un páramo. Ni siquiera en un descampado. Y menos aún en unas tierras baldías, que diría el cursi de T.S, Elliot. De repente adora la presencia  de otros, y lo normal es verde rodeado de amigos o perdido entre la multitud.
   Frecuenta por lo tanto las grandes avenidas abarrotadas de gente, las aglomeraciones y  los fines de semana las grandes superficies y los centros comerciales, donde se le puede observar entre la multitud con cara de arrobo, casi de éxtasis: hasta tal punto llega su querencia por las masas, su adoración por los otros cuerpos, sin importarle que le sean totalmente ajenos. Se une a todo tipo de manifestaciones, donde para él lo de de menos es su significado o lo que se reivindique, si es que se reivindica algo. Le es suficiente la cercanía de los otros y el calor animal de la multitud arrastrándose por el asfalto, donde llega a gritar consignas que verdaderamente le tienen sin cuidado. Se le ha visto en manifestaciones de la extrema derecha y del partido comunista alternativamente el mismo día, y en ambas con el mismo fervor, ignorando sus acompañantes que realmente a Tobías le importa un rábano el honor de la patria, el exceso de emigrantes o el porvenir de la clase obrera.
El asunto es sentirse acompañado, disfrutar de la sensación de formar parte de la masa, ser un solo cuerpo del que se disfruta con la fruición con la que uno puede mirarse al espejo un día en que se esté especialmente bien consigo mismo. En ocasiones, sobre todo en épocas en la que la conflictividad social es elevada, no da abasto para asistir a todo tipo de reuniones y mítines, en las que en algunas ocasiones llega a tomar la palabra y suelta una arenga sin demasiado sentido, que suele dejar sorprendidos a los pocos participantes que le presten atención, por lo novedosos de sus términos y su difícil encaje con las circunstancias.
Es por lo tanto normal hallarle también en maratones y carreras populares, en las que para él lo de menos es el rendimiento, por lo que ya desde el principio, ayudado sin duda por sus escasas condiciones físicas, se deja caer a las últimas posiciones, donde se arrastra con la satisfacción de haber participado, y aprovecha la situación para disfrutar del hecho de formar parte del nutrido pelotón de cola. Aprovecha también esas situaciones (cuando su aliento se lo permite), para mantener breves conversaciones con sus acompañantes, a los que trata de hacer ver la maravilla que supone participar en deportes colectivos, y su desdén por los excesivamente individualistas, entre los que destaca una desmesurada fobia al tenis, por razones no del todo claras. Su afición por el deporte le hace participar desde la grada en los grandes acontecimientos deportivos, a los que raramente falta, y en los que en algunas ocasiones se le ha visto con las hinchadas más furibundas, concretamente los ultrasur del Madrid y los boixos nois del Barcelona.
En verano frecuenta exclusivamente las playas más concurridas, donde se ubica preferentemente en las cercanías de los grupos familiares más numerosos, disfrutando inmensamente de la proximidad de los bañistas, e incluso del sudor y los efluvios de las cremas solares, que se elevan sobre la muchedumbre como un manto de fácil percepción pero de dudoso gusto. Siendo soltero, suele comer en restaurantes de segunda,  e incluso en chiringuitos de precio módico, donde disfruta de la presencia masificada de la gente, aunque le resulte complicado abrirse paso hasta la barra, donde suele conformarse con un sándwich vegetal o un bocadillo de embutido o de jamón y queso, acompañados de un vino de la casa. Es uno de los mayores placeres que suele ofrecerse, y raramente se sienta solo en el comedor, por mucho que los camareros (ajenos a su recién adquirida idiosincrasia) insistan en la comodidad que tal situación comporta.
   Tobías sin duda ha cambiado. Ya no es aquel solitario que nos tenía a todos en vilo, y por el que en más de una ocasión, hubo que organizar partidas para rescatarlo de la soledad de los picos más agrestes o de los desiertos más inhóspitos. Todos nos congratulamos ahora acompañándole, como si se tratara del desenlace feliz de una situación que en muchos momentos nos llegó a inquietar. Aunque, si todo hay que decirlo, algunos comienzan a decir sotto voce, que su actitud actual tampoco resulta del todo normal. Veremos que nos depara finalmente este individuo. Quien sabe si todavía tiene un as escondido en la manga, y nos sorprende cualquier día con un cambio de rumbo inesperado.

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