lunes, 13 de junio de 2016

CONCEPTOS



Querido amigo,
No sabes cuanto me ha alegrado tu misiva recibida la semana pasada. Me he tomado un tiempo antes de contestarte, pues debo reconocer que siempre me haces reflexionar, y en esta ocasión, he querido decantar las ideas que de inmediato han acudido a mi mente nada más leerla. Hay algo que quiero decir antes de entrar en detalles, y que espero que no te molestará, o que lo hará solo lo justo para que reflexiones sobre ello. Vienes a decirme que pidiéndote que seas más conciso, casi te vengo a solicitar que cambies de paradigma, y que mi forma de entender el mundo sea también la tuya, algo que, si se piensa un poco, tampoco es tan descabellado. Después de todo, uno pretende vivir en consonancia con el otro y compartir con él lo máximo posible.
Pero lo que me ha gustado menos es que, para llegar a tal conclusión, me dibujes como un tramposo o poco menos. Alguien que recurre a técnicas arteras, que en mi caso, como sugieres, sería el engaño. Pretendo, según tu manera de abordar la cuestión, no solo que te expreses de forma más concisa, y que, en resumidas cuentas, “vayas al grano” más rápido, sino nada menos que abandones tu forma de ver el mundo y te apuntes a la mía, para lo cual descalificas mi afán de brevedad, calificándolo como una maniobra consciente para descalificarte. Pero no es cierto; yo, cuando digo algo, me limito a expresar aquello que manifiesto, y no pretendo otros objetivos que, sin embargo, tu me achacas, por otro lado indemostrables. De todas maneras, te diré, argumentado en tu propio estilo, que tu discurso también encubre, con su culteranismo gongorino, un deseo de que quien te lea o escuche, se incorpore a tu mundo, con las consecuencias que tu mismo especificas en tu carta. Intentas convencerme de que todo concepto necesita ampliaciones, a las que al parecer yo me niego en pos de una conceptualización estricta, pero tal cosa no se atiene a la realidad, pues yo nunca he renunciado al empleo de adjetivos que lo enriquezcan, pero sí a hacer de ellos  su base, pues sería algo así como querer hacer de las pompas la síntesis del jabón.
 Espero no molestarte, pero voy a atreverme a decirte algo que te haga reflexionar y quizás reaccionar enérgicamente. En mi opinión, eres una persona con una gran capacidad verbal, que lo mismo puede expresarse a través de una oratoria florida que de una escritura barroca y alambicada, pero con de esta manera pierdes con frecuencia la esencia de lo que quieres expresar, y tomas derroteros que se apartan de ella por el mero placer de escucharte o de valorar la belleza de tu caligrafía. Y esto, perdona que insista, no es sino una manera de eludir el núcleo de lo tratado, recurriendo a la supuesta belleza de un amontonamiento innecesario de palabras o expresiones, más o menos afortunadas. Reflexiona sobre lo que te digo, que, como verás a poco que trates de ser riguroso, coincide en buena medida con lo que tú me dijiste en tu carta. Con esto, a pesar de todo, no quiero dar por finiquitado nuestra disputa, pues estoy seguro que a poco que ambos lo intentemos, de ella saldrá la luz que ha de servirnos a los dos en el futuro para relacionarnos mejor y evitar malentendidos. Verás que por una vez me he puesto en tu lugar y no he desechado argumentos que tú, sin embargo, solo te adjudicas a ti mismo.
Un cordial saludo, Agustín.

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