Querido amigo
Quisiera con estas letras poner fin a
la polémica ¿polémica? que nos ha ocupado los últimos meses, y que tengo la
impresión de que no da mucho más de sí. Después de todo, pienso que no se trata
de dilucidar quien tiene razón, pues es lógico que cada cual elija aquello que
más le gusta o está en consonancia con su forma de expresarse, entender la
literatura o ver el mundo. Es inútil por lo tanto, enfrascarse en una polémica
entre los tipos de expresión o escritura a los que uno se acomoda con más
facilidad, y solo el orgullo o el afán de polemizar, puede conducir a
situaciones que, bien pensadas, resultan absurdas.
Sin embargo, debo precisar que
cuando, como en tu carta, estableces paralelismos entre el lenguaje y otras
áreas del conocimiento, como la antropología o la psicología, abusas un tanto
de los enfoques transaccionales, que en mi opinión, son un tanto inexactos y,
con perdón, camelísticos. De hecho, me recuerdan determinados libros de
humanistas de todo pelaje, que apoyan sus tesis en conceptos y formulaciones
físico-matemáticas, con el único objetivo de investir a sus teorías de una
seriedad indiscutible. Eso, a mi parecer, e incluso en el de autores que se han
dedicado a investigar en este campo como Sokal, es simplemente una trampa por no confiar en el
propio valor de su discurso, recurriendo a un mal empleo de la ciencia, como
única portadora de la Verdad Absoluta, que justifique certezas o desvaríos. Con
esto, lo que quiero decirte es que el lenguaje, ya sea en su expresión oral o escrita,
tiene suficiente entidad en sí mismo como para no tener que realizar
malabarismos, recurriendo a otros campos ajenos a él mismo. Y no quiero decir
con esto que, de alguna manera, nuestra forma de expresarnos no remita a otras
áreas del conocimiento que le sean útiles, pero tal cosa debe analizarse con
precaución, pues la lengua, siendo el principal medio de comunicación, tiene
sus propiedades exclusivas y excluyentes.
El lunfardo bonaerense o el cheli
madrileño, identifican efectivamente a un segmento de la población con determinadas
características socioeconómicas, pero eso no quita para que no siempre sea así,
y que personas de otro ámbito puedan utilizarlo en plan académico, vicario o simplemente
por gusto. El lenguaje tiene unas características intrínsecas que solo remiten
a sí mismas y es, de alguna forma, como un ser vivo que crece, se multiplica o cambia,
siguiendo pautas que no habría que considerar de una manera demasiado
simplista. En lo demás, creo que hemos llegado afortunadamente a una
comprensión mutua, que permite que nos relacionemos teniendo en cuenta nuestros
diferentes puntos de partida, que si respetamos, no haremos sino enriquecer
este misterio que es la posibilidad de comunicarse a través de una articulación
de sonidos, y sus correspondientes grafismos, única en el reino animal. Algo
que estoy seguro que nos identifica como humanos mucho más allá de nuestra
posición erecta, o la famosa oposición del dedo pulgar y los otros, para
constituir el efecto pinza, y hacernos capaces de utilizar herramientas.
Me gustaría que en próximos contactos,
dejáramos estos temas de lado, y abordáramos otros más concretos como el origen
del lenguaje y su relación con la comunicación no verbal.
Un cordial saludo, Agustín.
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