Querido amigo
No sabes la sorpresa y satisfacción que me ha causado tu carta, en respuesta a la
mía de hace unos días. De hecho, pensé que tardarías más tiempo, si es que te
decidías a hacerlo. Te decía algunas cosas
que no todo el mundo aceptaría de buen grado, y aunque veo que me respondes en
el mismo tono, tengo que reconocer que esta polémica se mantiene dentro de unos
márgenes perfectamente civilizados. Me doy cuenta asimismo que has hecho un
esfuerzo por argumentar tus puntos de vista en algo más que monosílabos o fórmulas
matemáticas, y eso es algo de lo que me congratulo y te agradezco, pues
francamente, no te veo inclinado a tales prolijidades. Hablándome de la manera
que lo has hecho, tengo la impresión de que, aunque trates de hacerlo pasar por
una concesión, en el fondo reconoces que hay conceptos o ámbitos en el que uno
no puede ceñirse a un conceptismo excesivamente rígido, por muy brillante que
se pretenda. De alguna manera veo que has tomado en consideración lo que yo te
dije en mi carta, y aceptas que hay ocasiones en que no solo se trata de una
proliferación de palabras o frases más o menos afortunadas, sino de la forma
más precisa de hacerse entender. Imagínate, como te dije más arriba, un mundo
en el que la comunicación entre humanos se hiciera a base de simples ruidos o estilizaciones
matemáticas, por muy elegantes que los científicos llegaran a verla ¿no sería
un empobrecimiento radical de nuestra capacidad verbal? Bien está que
recurramos a tales artificios, cuando precisemos puntualizaciones sin las que perderíamos la
esencia de las cosas, pero sin recurrir a la simpleza de pulsar un interruptor
y pensar que ya todo está hecho. Creo que en esto estaremos bastante de
acuerdo. Y bien, creo que este es el momento de sugerirte algo que en tu carta,
aunque sea un tanto tangencialmente, ya mencionas. La forma de expresarnos con
palabras no es solamente una manera de comunicar aquello de lo que hablamos, sino
de ubicarnos nosotros mismos respecto al mundo exterior y los demás. Recurrir a
determinado lenguaje, a través de ciertas palabras, expresiones y giros semánticos, nos ubica en un lugar mucho
más amplio, y de alguna manera da cuenta de nuestros sentimientos más
profundos. El afecto, por ejemplo, se simplifica recurriendo a palabras o expresiones
con las que, en su brevedad, ambos estaríamos muy de acuerdo, pero al mismo
tiempo, si solo se queda en ellas, y no las complementa con otro tipo de
expresiones o incluso manifestaciones, es más que probable que el destinatario
se quedase un tanto frustrado. En la medida que nuestra mente se humaniza, requiere
de más cosas que puras efusiones, que de una u otra manera están al alcance de cualquier criatura de cuatro
patas. Espero que estés de acuerdo, y que tu próxima carta siga alimentando
nuestra relación que, como ves, va llegando a determinados puntos de contacto, haciéndolas
d esta manera cada vez más valiosas.
Cordialmente, Luis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario