Queridos colegas, desde hace tiempo
quería que mi ponencia de hoy en este congreso, versara sobre la personalidad
múltiple, esa dolencia que afecta a un tipo de pacientes que todos alguna vez
en nuestra vida hemos tenido en nuestra consulta, y que tantos quebraderos de
cabeza nos producen. Nada hay más complejo que enfrentarse a una personalidad
así, que si un día se presenta con una alguien bien definido, al siguiente
puede presentarse como todo lo contrario. Es irritante, debemos reconocerlo,
pero al mismo tiempo resulta estimulante, en la medida que nos permite ahondar
en los misterios de psique humana. Hasta ahora en nuestra clínica habitual
habíamos observado a individuos con doble personalidad, normalmente antitética
y complicada de interpretar, pero que nos permitían disponer pronto de una
terapia adecuada, integrando los opuestos que nos daban la clave del problema a
tratar. Hoy en día proliferan sin embargo las personalidades múltiples difíciles
de aprehender, pues nos sorprenden con cambios continuos que hacen francamente
difícil su interpretación y tratamiento.
Traigo esto a colación porque hoy me
voy a centrar principalmente en comentar diversos aspectos de una personalidad
complejísima, y en cierta medida deslumbrante, de un individuo que acudió a mi
consulta el año pasado aquejado de múltiples dificultades, con quien acabé
acordando la importancia de analizar sus sueños, pues en su lenguaje habitual
se ocultaba con tal proliferación de síntomas y explicaciones poco coherentes
que juzgué inútil tratarlo por otra vía. Lo cierto es que esta persona, tras
una primera sesión plenamente coherente, en la que me explicó con todo detalle
sus dificultades, empezó a observar una conducta incomprensible, pero que yo
interpreté rápidamente como su necesidad de ser admitido fuera cual fuera su
forma de actuar, sin hacer comentarios al respecto. El segundo día, por ejemplo,
se presento dándome la espalda sin mayores explicaciones, y permaneció de esta
guisa durante toda la sesión, lo que con independencia de irritarme al
principio, acabé interpretando como la forma que tenía de presentarse buscando
una aceptación acrítica. Lo hizo en varias ocasiones, alternándolo con posturas
laterales, sentado en el suelo o de pie, lo que acepté en cada momento de la
misma manera, aunque a ustedes les puedo confesar que en el fondo me sentía un
tanto irritada y con ganas de tirarle algo a la cabeza, ustedes me comprenden.
Finalmente se acabó sentando o tumbándose sobre el diván a su antojo, habiendo
yo comprendido su necesidad de marcar él la pauta de la sesión sin que yo
llegara a molestarme.
Cuando empezamos a analizar los
sueños, una vez que esto fue posible, me asombró en primera instancia la cantidad
de ellos que traía, por lo que llegué a pensar si se los inventaba, pues
describía con un detalle increíble las situaciones y los elementos que
participaban en ellos, de manera que podía estar cinco minutos hablando de un
hipocampo, de tal manera y con tal entusiasmo que me dejaba perpleja. A veces
incluso me traía dibujos milimétricos de la fauna que describía, pues, y esto
es importante, al poco de comenzar las sesiones empezó prácticamente a soñar
solo con animales o seres fantásticos, que yo sospechaba que sacaba de las viñetas
de algún comic, a los que era tan aficionado.
Durante varios meses sus sueños
fluctuaban entre diversas clases de celentéreos, desde el cangrejo común al
bogavante, a los que general situaba en lo alto de altares barrocos camuflados entre panes de
oro, mientras en el presbiterio se celebraba algún ritual que nunca llegamos a
descifrar, pero que yo supuse que era la escena primaria con sus padres como
protagonistas, lo que al mismo tiempo le maravillaba y le aterrorizaba. En
estas ocasiones, que hace unos meses se hizo famoso en los medios de
comunicación por los acontecimientos ocurridos en un hotel inglés, en donde se
presentó temprano a desayunar con un aspecto que provoco la estampida del resto
de clientes, pues se trataba, como recordarán pues fue noticia de primera plana,
de un cuadrúpedo con cuerpo de lobo y cabeza de bogavante. En mi opinión se ha
enfocado la explicación de la metamorfosis de Francisco desde un punto de vista
excesivamente simplista, acudiendo en exclusiva a motivaciones de tipo
fisiológico y desdeñando absolutamente la importancia de los procesos
ambientales o estrictamente psíquicos, que pudieron provocar una reacción en
cadena dentro de su organismo y transmutar su genoma. Hoy ya se sabe que este
hombre fue criado en una granja en las inmediaciones del mar, y sería muy
lógico que su psiquismo, padeciendo un grave desarreglo emocional de base
debido a la falta de cuidados maternos y la soledad de aquellos parajes,
hubiera incorporado elementos afectivamente significativos de su entorno para
desarrollarlos ya de adulto a nivel celular.
De hecho, su padre en una entrevista
en un medio de comunicación serio, ratificó que de niño era muy habitual verle
observando detenidamente a los animales de la granja y la fauna marina que él
mismo pescaba y retenía en una especie de acuario. Su mutación, por lo tanto
tampoco sería una metáfora, como tantas veces se ha dicho de la multiplicidad
de la mente humana, sino simple y llanamente de su deseo inconsciente de hacerse,
por este orden un caballo y un bogavante, e incorporando las historias
fantásticas que leía de un licántropo u hombre lobo. La personalidad múltiple,
por lo tanto, en mi opinión, puede no solo suponer la existencia en la misma
persona de tendencias dicotómicas o disgregadoras en sentido general, sino ser
una reminiscencia de anhelos infantiles de habitar otros cuerpos, algo que en
determinados casos como el del difunto Francisco, le condujo al cementerio
antes de lo que pudiera esperarse, siendo como era un hombre todavía joven. No
obstante, como todos ustedes comprenderán queridos colegas, todo lo anterior
queda sujeto a verificaciones posteriores, que anticipo de difícil consecución.
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