El profesor de Termodinámica nos
había invitado a mi padre y a mí a la piscina del chalet que tenía en la
sierra. Mi madre lógicamente también había sido invitada, pero con la misma
lógica, decidio no ir alegando un pequeño resfriado veraniego, cuando la única
verdad es que no aguantaba a la mujer del profesor, y temía que cinco o seis
horas, comida incluida, podía suponerle un estrés del que no saliera con vida.
Mi padre y yo acabamos aceptando
porque aquel hombre estaba muy pesado con su insistencia, y solo en el último
momento disculpamos a mamá para no parecer maleducados. Lo cierto, es que a mí
la mujer del físico no me parecía que tuviera un carácter especialmente
perverso o enrevesado, por lo que llegué a imaginar que, en el fondo, entre
ellas debía existir algún tipo de contencioso muy sutil, tan típico, en mi
opinión, de bastantes mujeres. Llegamos al chalet de David después de dos horas
para hacer sesenta kilómetros, lo que da una pista del atasco organizado en la
carretera.
Nada más llegar nos salió a saludar
el matrimonio, los dos muy cordiales, lamentando que mi madre no hubiera podido
ir. Elena incluso añadió que era una pena, porque a veces ese tipo de
afecciones se curan con un buen chapuzón, claro que no dijo que pasaba las
veces que no se curaba. Mi padre y David eran colegas en la universidad, y esa
era la razón de la invitación, y tengo la impresión de que también yo sacara
unas notas que a mi modo de ver, no me correspondían, pues siempre me daba una
puntuación por encima de mis méritos, cosa que yo agradecía, siendo como soy
una persona en absoluto rígida conmigo mismo. Tras un somero aperitivo en una
mesa de camping al lado de la piscina, nos metimos en el agua ipso facto, algo
que nos hizo muy bien después del sofoco del viaje. Elena desde luego era muy
coqueta, y llevaba un biquini exagerado para su edad, pero parecía estar muy
orgullosa de su cuerpo, y yo francamente en alguna ocasión me vi tentado de
cogerla por las caderas y darla un meneo, pero me contuve, sobre todo, porque
casi con absoluta seguridad mis notas lo iban a reflejar a la baja.
Creo que empezaba a comprender la
manía de mi madre por esta señora, pues mamá, a la que quiero muchísimo, sería
incapaz de ponerse un biquini de esas dimensiones por razones obvias que no
hacen al caso, pero fácilmente imaginables. Mi padre, a quien yo echaba un
vistazo de cuando en cuando, parecía también bastante estimulado por el atuendo
(o falta de él) de la señora del profesor de termodinámica, y en más de una
ocasión le sorprendí contestando a su amigo con la boca, pero con sus ojos
absolutamente absortos en el culo de su mujer. Después del chapuzón, que para
más inri transparento el sujetador del biquini de Elena, haciéndonos ver dos
pezones muy sugerentes durante un buen rato, llego el momento de la comida tras
unos martinis, que nos devolvieron rápidamente del frescor del agua a la
temperatura ambiente, que no bajaba de los treinta grados, y alguno más si cabe
debido a los estímulos eróticos ya mencionadas. David debía darse cuenta de lo
que allí se cocía algo por parte de su colega y de su alumno, pero parecía
tenerle sin cuidado o incluso agradarle, como tratando de enviarnos un mensaje.
A mí, algo a sí como: “mira chaval, a ver si a mi edad tienes a una como esta”;
y a Luis, o sea a mi padre, otro del tipo: “le subo la nota a tu hijo pero tú
te jodes con tu gordita que te quiere tanto”. Estos pensamientos me irritaban
un tanto y empecé a considerar a David poco más que a un chulo que no se merece
el respeto con el que le trataba. Tuve que contenerme echando mano de la razón,
y diciéndome que después de todo, aquello era algo que pensaba yo, pero que
podía no atenerse a la realidad en absoluto. De hecho, el profesor estaba muy amable
conmigo, yo diría incluso que cariñoso, algo que también me sorprendía, porque
en la Universidad me trataba de una forma bastante aséptica, como si no
quisiera en absoluto que nadie, ni yo mismo, pudiera percibir que recibía un
trato de favor por su parte. De todas maneras, en el fondo tampoco entendía muy
bien el por qué de su evidente benevolencia con mis notas, pues mi padre y él,
más allá de ser colegas, no eran amigos íntimos. Verdaderamente, mi padre solo
tenía por tales, a quienes compartieran con él su entusiasmo por el Real
Madrid, y a David no le gustaba el fútbol.
La comida en una mesa rústica debajo
de un árbol inmenso fue estupenda, y no me hizo añorar para nada las de los
domingos en casa, con lo que llegué a pensar que aquella buena señora no
solamente estaba muy bien, sino que era una magnífica cocinera, algo que sin
embargo ella misma al final tuvo la honradez de desmentir cuando la felicité,
pues no se debía a ella, sino a un delicatessen del pueblo que preparaba unas
comidas para llevar buenísimas. Con esto, todo hay que decirlo, Elena se apuntó
un tanto que yo no tenía previsto darle, pues por otro lado me parecía bastante
creída y pedante, algo que en ese momento tuve que reconsiderar. Terminamos
pronto de comer y estuvimos un rato de sobremesa, en el que los dos abuelos,
valga la expresión, se liaron a hablar de temas teóricos de sus asignaturas, lo
que a mí me pareció una lata, y
prácticamente una falta de consideración para Elena, algo de lo que sin
embargo, ambos nos resarcimos hablando de temas mundanos y de la prensa rosa,
de la que era evidente que ella estaba muy al corriente.
Luego David y Luis, invadidos por el
sopor de la temperatura y las copas que se habían metido en el cuerpo,
decidieron que se iban a echar una pequeña siesta, con el ruego de que a eso de
las siete les despertáramos. Elena y yo respetamos rigurosamente la petición de
los profesores, pero aprovechamos las dos horas largas de su siesta para intimar
y tener unas relaciones que verdaderamente tuvieron bastante que ver con la termodinámica
y la mecánica de fluidos, algo que no debió pasar totalmente inadvertido para David ni para mi padre, que al vernos un
tanto alicaídos y con cara de cansados, nos reconvinieron cordialmente,
diciéndonos lo bien que nos habría venido una siesta. De regreso a casa, papá
me hizo algunas reflexiones sobre la pareja, y hasta llego decirme que no le
extrañaría que el día menos pensado, a David le iban a salir más cuernos que a un rebaño de ciervos. Yo de inmediato
cambié de tema y le pregunté por Real Madrid, única forma de que papá se
desentendiera del asunto y llegáramos a casa sin mayores incidentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario