domingo, 12 de junio de 2016

ORGÁNULOS



Su cuerpo calloso a esas alturas del partido no estaba para bromas, y su cerebro dijo basta, cansado de organizarse con una coherencia que Matías no merecía. Es cierto que durante un tiempo actuó con una responsabilidad que, aunque proveniente en exclusiva de la pura voluntad, hizo que su vida transcurriera por unos cauces razonables y atendiera a sus hijos como a las criaturas indefensas que entonces eran. Pero tal situación no duró, y no parece que tal cosa le fuera achacable a su masa gris sino, por raro que parezca, a algún orgánulo de difícil ubicación y extraño funcionamiento, dentro de su propia anatomía.  
Su esquema corporal, como el de todo ser vivo que levante un palmo del suelo, era sencillo, y a las tres partes en que comúnmente se le divide de arriba abajo, alguna se escapaba, pues sondeando el cerebro hasta sus ínfimos detalles, nada había que pareciera haberle empujado a una vida licenciosa como, a partir del momento en que su último vástago tuvo la edad de la razón, ocho años según él, sucedió. Comenzó inesperadamente una tarde en la que después de ingerir no menos demedio litro de pura cazalla, le dio por subirse a los trenes de mercancía estacionados en la estación del tren de vía estrecha de su localidad, para  arengar a los ferroviarios ó a cualquier otro transeúnte que pasara por allí por puro azar, tratando de convencerles de que el cambio de agujas poco más arriba no se atenía a las normas de seguridad establecidas por el Ministerio de Transporte. Conducido al Hospital Provincial con un amago de catalepsia inducida por el alcohol, fue trasladado a su domicilio al día siguiente, donde su mujer le acogió asombrada y temerosa de que la situación se repitiera con posibles variantes a partir de entonces, pues ya él le había advertido con anterioridad, que no iba a pasarse toda la vida de niñera. Afortunadamente, pudo justificar su ausencia del trabajo aquel día, gracias a la colaboración del médico de cabecera, que sin embargo le reconvino y advirtió que, de copas, las justas.
No obstante, su fama en la ciudad se había acrecentado de forma notable, pues su actuación fue corta pero intensa, y hasta el propio alcalde tomó nota para proponerle como posible orador en los próximos Juegos Florales. Efectivamente, como María Jesús supuso, su marido a partir de aquellas fechas fue otro por razones incomprensibles para ella y para los doctores, que en un momento dado, cuando la cosa se complicaba e iba a mayores, se arremolinaron en torno a Enrique como si se tratara de una cobaya, especialmente los psiquiatras y neurocientíficos, elaborando cada cual las teorías que justificaran el súbito cambio de aquel hombre. Los psicoanalistas especialmente, encontraron en él un buen ejemplo para justificar las teorías de Freud trufadas por Winnicot y Melanie Klein, mientras los biologicistas argumentaban en base a hemisferios cerebrales , lóbulos, tálamo, amígdala, cerebelo, tronco y médula espinal, sin olvidar a las neuronas con axones y dendritas sus correspondientes sinapsis y neurotransmisores. Aunque hubo quien sostuvo que todo era más simple, y consistía en un encharcamiento del líquido cefalorraquídeo y alteración de las meninges, recomendando  la trepanación como única solución coherente.
El cura del lugar, sin embargo, no estaba de acuerdo, y de hecho apoyaba a Enrique como un visionario que podía hacer mucho bien en aquella sociedad tan descreída y tecnificada. Eso fue al menos lo que declaró ante el juez cuando nuestro hombre fue detenido en el   púlpito de la iglesia, soltando un sermón durante unos oficios vespertinos, en los que sustituyó al diácono encargado de ello. Habló del Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas, haciendo mucho hincapié en la necesidad de cumplir con el precepto dominical y de llevar una vida familiar ejemplar, algo que sorprendió enormemente a su mujer, que últimamente le había perdido de vista. Otro rincón favorito donde Enrique solía situarse para dirigirse a los transeúntes, era el Parque Municipal, un bonito jardín próximo a la vía del tren, que con frecuencia interrumpía sus intervenciones con los pitidos de salida ó entrada de los convoyes en agujas, ya cerca de la estación. Este era el lugar en el que aprovechaba para aleccionar a los viandantes sobre la conveniencia del respeto a las plantas, y en general a todos los seres vivos, haciendo disfrutar a la concurrencia con sus conocimientos de botánica, pues era capaz de nombrar a todas las familias de árboles y arbustos del lugar sin pestañear. Recomendaba la ecología como la forma más adecuada de colaborar en la preservación de la naturaleza.
Hay que reconocer, sin embargo, que a partir de cierto momento, empezó a tener algunos lapsus y se quedaba en blanco, bajándose de la banqueta sobre la que se instalaba normalmente, y despidiéndose del respetable alzando el sombrero, que solía utilizar para causar más efecto durante sus intervenciones. En ocasiones mezclaba al azar los temas y lo mismo hablaba de Dios subido a un vagón, que ponderaba la belleza de los encinares en la iglesia ó peroraba sobre el trazado de los ferrocarriles en el parque. Se iba haciendo evidente que, cuerpo calloso ,hipotálamo ó raquis, la cabeza de nuestro hombre empezaba a tener demasiadas goteras .El Alcalde, para tranquilidad de la Junta Municipal, finalmente aceptó que Matías probablemente no era la persona más idónea para dirigir la gala de los Juegos Florales, pues su capacidad lírica estaba en esos momentos más que en entredicho, pues como se sabe, lo que se necesitaba para la ocasión era una especie de vate que fuera capaz de relacionar la belleza de la Reina de los Juegos con cualquier elemento inspirador de la poesía amorosa, y no con la caseta del guardagujas ó un alcornoque, que era lo más previsible que hiciera él hiciera.
Sus hijos, que por entonces tenían once y ocho años, no sabían exactamente que le ocurría a su padre, aunque María Jesús les  llegó a convencer de que papá había cambiado de profesión, y de trabajador empleado en una fábrica de neumáticos, había pasado a Relaciones Públicas del Ayuntamiento, algo que el mayor fingió creer por amor filial, y ante lo  que el  pequeño pareció entusiasmado, aunque llegó a sugerir con esa crueldad inocente de los niños que creía que aún estaría mucho mejor si se daba un poco de colorete en la cara y se ponía su nariz de payaso, lo que hizo que su madre estuviera a punto de darle un azote.
Matías parecía contento con su nuevo status, inconsciente de que la gente del lugar se lo tomaba a chirigota, pero lo cierto es que en los bares que frecuentaba le invitaban continuamente, lo que le estimulaba a seguir en la misma línea para desesperación de sus más allegados, y contento de ciertas autoridades sanitarias regionales que veían en él un filón para todo tipo de experimentos, lo que también a él le agradaba, haciéndole sentirse una persona muy especial. Le pasaron innumerables test y le hicieron todo tipo de pruebas, en una de las cuales le raparon al cero para verificar la posibilidad de una energía estática en el cráneo superior a la normal. La situación llegó al punto en que, sintiéndose alguien realmente especial, comenzó a abordar a las personas individualmente, tratando de cualquier tema que se le ocurriera en ese momento, y teniéndole sin cuidado que su interlocutor no le interesara en absoluto, lo que empezó a causarle ciertos problemas, pues las voces y los empellones empezaron a proliferar, y en más de una ocasión se vio por el suelo. María Jesús, mientras tanto, se había mudado con los niños a casa de la madre, pues últimamente Matías se mostraba irascible y exigía a los dos chavales que en su presencia permanecieran de pie y si le hablaban, que le trataran de usted, algo que colmó el vaso de la paciencia de su mujer. Sin embargo los acontecimientos pronto experimentarían un cambio radical e inesperado.
Cuando todo hacía imaginar que Matías sufría un proceso degenerativo irreversible, hasta el punto que fue ingresado en el Psiquiátrico Provincial con camisa de fuerza incluida, el paciente incurable que parecía ser, sufrió un proceso curativo asombroso y en una semana hubo que ponerle en la calle. Había hablado con el psiquiatra que le atendía en unos términos absolutamente coherentes, demostrando que por un proceso inexplicable pero evidente, se había curado de forma espontánea, pues ni siquiera probó las pastillas que le dieron, e incluso escribió de su puño y letra una carta personal al Director del Centro, que luego este comentaría con su círculo de amigos íntimos, confesándoles  que aquella misiva estuvo a punto de hacerle llorar, aunque nunca aclaró su contenido. Al mes pues del ingreso en el Psiquiátrico, Matías estaba de nuevo en casa, llevando una vida ejemplar como padre, acompañando a sus hijos con frecuencia a los lugares que le hicieron famoso como orador. María Jesús no podía creer lo que estaba viviendo, y tenía la vaga impresión de que realmente aquel era otro hombre, por lo que solía siempre vigilarle con el rabillo del ojo, y recordaba lo que al principio había dicho un médico que luego desapareció, la posible existencia en Matías de un raro orgánulo de difícil ubicación y extraño funcionamiento.

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