miércoles, 22 de junio de 2016



Dijo mú, y luego guardó silencio. Fueron inútiles las palabras de aliento de los más allegados, y de nada sirvieron los gestos, las caricias o los regalos que le hicieron llegar. Con ese monosílabo el alcalde de Pinto se sumió en un mutismo para el que fueron vanas las argucias o estrategias que quienes le querían pusieron en marcha. Hubo a partir de ese momento interpretaciones para todos los gustos, pues mientras unos eran de la opinión de que solo se trataba de una obcecación que pronto cedería, otros pensaban que era el primer síntoma de algo que no haría sino empeorar. Lo llamativo, en todo caso, no fue esa primera declaración de intenciones, si tal cosa puede llamarse al monosílabo pronunciado, sino el hecho de que con una periodicidad aleatoria, volviera a exclamar lo mismo, si bien los más atentos aseguraban que en cada caso la entonación era diferente.
Ese primer mú, en su opinión, venía revestido en cada ocasión de una tonalidad diferente, como si perteneciera a una fonética no occidental, en la que solo cabe el acento agudo. El vocablo por lo tanto podía tener varias significados, incluso contrapuestos según se pronunciara de forma labial, palatal, oclusiva, etc, incluso una mezcla de todos ellos que no resultaba fácil de captar para oídos acostumbrados a la solidez y reciedumbre del alfabeto hispano en nuestro caso. Algo igualmente aplicable al resto de lenguas europeas con todas las matizaciones que sus características fonéticas impongan. Mú, no obstante, de acuerdo con la opinión generalizada de los entendidos en lenguas orientales, denomina al principio creador, y constituye algo así como una metáfora del soplo primigenio que hizo posible la creación del universo. En este sentido algunos consideraron que Chindasvinto, emitiendo exclusivamente esa sílaba, no hacía sino realizar el acto creador, y quien sabe si aún siendo ignorado por los simples oyentes, generaba en otros lugares mundos paralelos e incluso mundos dentro de mundos. A partir de esta interpretación omnicomprensiva, el prestigio de Chindasvinto aumentó exponencialmente, y fue tratado a partir de entonces con deferencia por la inmensa mayoría, aunque hay que reconocer que un grupo reducido pero significativo se lo tomó a chacota, y de hecho se mofaba de él llamándole Chindas y haciendo pareados. Vistas las consecuencias posteriores  este no se arredró, sin embargo y siguió pronunciando el famoso mú cada vez que le vino en gana, con una aleatoriedad que no permitía sacar otras conclusiones. Con el paso del tiempo, mu,mú,mù,mû o comoquiera que tal vocablo fuera en origen, se convirtió en el paradigma del lugar, de tal manera que lo que empezó siendo una curiosidad profesional para filólogos, semiólogos y en general personas interesadas en el mundo de la lengua y la foniatría, se transformó en el motivo de un peregrinaje que adquirió cierta notoriedad en la región y más tarde a nivel nacional. A todo ello Chindasvinto, ya depuesto de sus funciones, permanecía prácticamente ajeno, y solo algunas asociaciones municipales y culturales estaban interesadas en el fenómeno, y de hecho eran las que organizaban convocatorias de simposios, congresos y mesas redondas en los que se estudiaba el hecho. En alguna ocasión se trató de llevar al mudo a alguno de estos eventos, algo que fue simplemente imposible en la medida en que, interrogado una y otra vez al respecto, este solo respondía mú, como era de esperar.
No obstante, a lo largo de los años posteriores, la población registró un claro aumento de las estancias y pernoctaciones debidas al turismo, posiblemente como consecuencia de la fama que el hombre acabó alcanzando, no solo por las interpretaciones múltiples que los teóricos daban a su comportamiento, sino por la propia ausencia del interfecto, que al cabo de los años acabó convirtiéndose en un misterio del mismo orden que en su día pudieron ser en la Grecia clásica la Sibila o el Oráculo de Delfos. Lo que gran parte del público asistente a estas reuniones y happenings esporádicos nunca llegó a saber, es que Chindasvinto, sin duda hastiado de su silencio, comenzó a hablar por los codos, convirtiendo el mú primigenio en un autentico torrente de palabras hilvanadas al azar, pero de las que mediante un estudio concienzudo podía colegirse un sentido perfectamente cabal. Sus interminables peroratas, sin embargo, solo fueron conocidas por su familia y un círculo íntimo de amistades que lo mantuvieron en silencio, temerosas de que de publicitarse, el negocio en que se había convertido su mutismo se derrumbara como un castillo de naipes. A día de hoy, no obstante, Chindas, recluido en el asilo del pueblo, alterna períodos de euforia verborreica con otros de total silencio, algo de lo que la sabiduría popular se ha apropiado, para inventar un refrán que sin duda alguna en algún momento figurará en el porvenir como leyenda en una orla  en el escudo de tan acrisolada población: “Mú, lo que dijo y calló Chindasvinto, que fue alcalde de Pinto”.

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