Aquí estoy, hijo mío, aquí, delante
de tus ojos. En estos papeles, se halla mi vida entera. No hay nada más, y por
lo tanto es inútil que acudas a los registros civiles, las comisarías o las
casas de putas. Desde este preciso instante, eres tú quien tiene más información
para hacer de la biografía de mi vida, y te ruego, por lo tanto, que abandones
tus pesquisas que no aportarán nada nuevo a lo que estas palabras puedan
transmitirte. Olvida los bares de copas y los clubs de carretera. Tampoco
encontrarás demasiada información en los suburbios ni en los despachos de
abogados. Analiza con cuidado las palabras que te digo, e intenta leer entre
líneas, aunque te ciñas al significado exacto de cada guarismo. Deja que los
demás piensen lo que quieran, y que hagan de mi vida exordios o panegíricos.
Cíñete a lo aquí expresado, y estarás más cerca que nadie del auténtico
espíritu de tu progenitor. Aquel que no dudaba ciertos amaneceres en apostarse
en el alfeizar de la ventana y en las balconadas, tratando de imitar a los
juglares de un tiempo pretérito, que sin embargo para él siempre fue de plena
actualidad. Consulta en todo caso a sus objetos y cachivaches más queridos, que
tienen la impronta de sus manos, aunque con frecuencia usara guantes, enemigo
como era de las huellas digitales. Céntrate como te dije más arriba, en lo que
estas palabras tratan de transmitirte, e ignora el rumor que propagan los
maldicientes, a los que el insomnio no les proporciona otra cosa mejor que
hacer que difamarme, ante una angustia para la que no encuentran paliativos.
Recuerda como cuando eras niño, te acompañaba en todas tus actividades y como,
incluso tus caprichos más insignificantes encontraban su eco en mis trompas de
Eustaquio. Y olvida ya las bibliotecas y los ascensores, no son esos los lugares
que guarden de tu padre una memoria que pudiera proporcionarte informaciones
novedosas. Solo algunas escaleras esconden las huellas de mis pasos, y podrían
decirte lo que probablemente desconocerás para siempre, pues los servicios de
limpieza en esta localidad son extremadamente pulcros, y borran de inmediato la
impronta de los zapatos que sospechan puedan trasladar al mundo informaciones ominosas. O como mínimo poco
decorosas, y conducentes a extravíos que se pretende evitar a una juventud que
ya viene empujando. No puedo decirte más, pero espero que lo antedicho sea lo
suficiente para que tengas de mí un recuerdo, siquiera sea aproximado, de una
verdad que muchos pronto querrán trastocar. Eso es todo hijo mío, hollé este
planeta por primera vez siendo un niño, como todos, y dejo de hacerlo en los
precisos instantes en los que el firmamento me parece algo deseable, y acepta
recibirme con los brazos abiertos de quien está acostumbrado a las ascensiones.
Y en resumidas cuentas, a acoger en su seno a los espíritus puros y a quienes,
desprovistas sus alas de cera o de plomo, quieran imitar a Ícaro, o tengan un
profundo respeto por el teorema de Bernouilli. Pregúntale en todo caso a los aviones
y a los filetes de aire que se deslizan
bajo sus alas. Dejo la poesía y la concepción no materialista del mundo
para otro día, cuando la gravedad siga obrando en consecuencia, y se comporte
como en ella es de esperar desde que el mundo es mundo.
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