domingo, 22 de mayo de 2016

CORBATAS



Desde que me enteré  aquí las noticias corren como el viento  me preparé con la meticulosidad que se debe poner en este tipo de acontecimientos. Estábamos citados todos para un día de la semana siguiente  que nos sería especificado en una nota posterior  para una celebración que,  por más que leí y releí con detenimiento la invitación,  no pude captar su sentido  pues estaba explicado de una forma absolutamente vaga   con términos imprecisos y de tal forma que parecía desdecir lo afirmado con anterioridad,  como si de alguna manera  quienes la hubieran redactado tuviesen la intención de que, a pesar de ello, quedase claro su importancia,   introduciendo algunas palabras un tanto ambiguas y difusas  pero  que  conminaban a la asistencia bajo amenazas más ó menos veladas. La Comunidad se regía por unas normas comunes a todos los vecinos,  que  en la medida de que yo estaba al corriente,  se las tomaban como si fueran órdenes,  posiblemente porque  la Junta directiva tenía fama de estar compuesta por  personas de convicciones firmes  que interpretaban que una simple orientación por su parte   tenía las características de un decreto ley,  en absoluto interpretable a voluntad.
Fue quizás esa la razón de mi perplejidad   al observar lo poco preciso de los términos y hasta lo oscuro de  la finalidad de la prevista reunión  a la que  sin embargo   tenía el  convencimiento que debía asistir si quería que en el futuro las cosas discurrieran por sus cauces normales. Después de todo, sabía   que el hecho de que no estuviera claro el objeto de la Junta no era demasiado importante,  porque hacía tiempo que estábamos acostumbrados a asistir sin hacer demasiadas preguntas  teniendo en mente que  solo se trataba de recibir órdenes. Es cierto que estaba más que harto de este tipo de citaciones  pero al mismo tiempo debo reconocer que me sentía incapaz  de cualquier acción que  las pusiera en entredicho,  pues en aquel lugar, el mero hecho de tener mujer e hijos, condicionaba totalmente las prioridades ciudadanas. Sabía, por ejemplo, que se esperaba mi asistencia (de hecho la de todos nosotros) vestido como era debido   de tal manera que el respeto por la Institución  hacía que las formas quedara claro  por lo que el traje y la corbata se hacían imprescindibles.  En otras ocasiones estuve tentado de romper las normas no escritas, y asistir vestido en plan informal,  pero sabía que era introducir una variante que iba a ser examinada detalladamente por los organizadores qué posiblemente se preguntarían por el sentido de tal irregularidad,  por lo que finalmente abdicaba de mi tentación ácrata y aceptaba la uniformidad tácita que nos estaba impuesta. La carta insistía en la importancia de los temas a tratar  por cierto para nada especificados, y se esperaba nuestra colaboración para la buena marcha de la Comunidad   y el balance positivo del “nuestros asuntos”.  Aunque la verdad era que yo no sabía de que asuntos podía tratarse  más allá de los desagües  las bajantes  la limpieza de escaleras y otros temas parecidos,  pero lo decían con tal convicción   que no quedaba más remedio que aceptarlo como un dogma de fe del que sólo ellos sabían el contenido. Después de la confirmación de que la reunión sería el próximo Miércoles en un salón de celebraciones del vecindario  a mí mujer y a mí ya no nos quedaba  más que poner al día los detalles de vestuario (ella vestida en consonancia, lógicamente),  al tiempo que repasábamos los asuntos más indicados para ser tratados. Tuvimos claro que como en las últimas ocasiones  deberíamos ceñirnos a un temario del agrado de la Junta   Nada especial o fuera de lo esperable,  hechos y lugares comunes que  según ellos  eran un claro síntoma de integración   y una forma positiva de encarar nuestro futuro lejos de aventuras que nunca se sabe dónde pueden ir a  parar. El día fijado, el Presidente y miembros de la Junta Directiva nos recibieron en la puerta,  todos trajeados con un terno azul oscuro y unas corbatas rojo sangre  que por un instante me hicieron olvidar el lugar donde estaba  y que únicamente pensara que,  después de todo,  lo importante no era la indumentaria   sino conservar a buen resguardo lo que se oculta bajo ella.

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