Aunque los dos viven a
distinto nivel, forman parte del mismo sistema nervioso, y por lo tanto tienen
información precisa de todo cuanto acontece en cualquiera de ellos. No
obstante, en ocasiones podría decirse que cada cual, posiblemente debido a
consecuencias de su evolución que no son del caso, parecen haber adquirido una
autonomía que a pesar de estar íntimamente relacionados, les hace actuar de
forma independiente. Tal cosa se hace evidente en determinados momentos, y dado
que yo he asumido la responsabilidad de las acciones de ambos, con frecuencia me
meten en problemas que no existirían si se pusieran de acuerdo y actuaran de
mutuo acuerdo. Mi irritación hace que en ocasiones tome con uno u otro medidas
enérgicas, pero lo cierto es que solo funcionan a corta plazo, y en cuanto les
dejo a su aire, vuelven a retomar su actitud habitual. Podría aceptarlo
definitivamente y transigir con sus devaneos individuales o sus desacuerdos,
pero tal cosa sería renunciar a mi supuesta jurisdicción, y aceptar que me han
vencido definitivamente, algo a lo que no estoy dispuesto. Hay ocasiones en el
que su falta de entendimiento se hace más evidente, pues si, por ejemplo, a la
hora del almuerzo uno insiste en comerse un bistec de ternera, el otro decide
cualquier cosa siempre que sea de cuchara. Estas diferencias me hacen en
ocasiones tener que actuar siguiendo pareceres disímiles, y la verdad es que
tengo que esforzarme para hacerlos compatibles, aunque afortunadamente hasta la
fecha he logrado que sus diferencias no me originen una dificultad insalvable.
Bien es cierto, no obstante, que con frecuencia yo optaría por una de ambas
opciones, pero teniendo claro a fecha de hoy de la importancia de la
alimentación, soy incapaz de decantarme hacia uno u otro lado. Si somos lo que
comemos, y en ello coinciden no solo cocineros y gastrónomos interesados, sino
médicos, dietistas y endocrinólogos, será preciso atender a ambos. Al menos eso
es lo que acabo diciéndome, atorado en una disyuntiva de la que no sabría salir
escorándome hacia uno de los lados, sin cierto complejo de culpa. Bien es
cierto que la hora del almuerzo complica claramente la situación, pues debo
atender a dos niveles no siempre al alcance de mis manos de forma precisa, y
debo esmerarme para que con o sin servilleta la cosa no pase a mayores.
Mientras uno se empeña con frecuencia en alimentos sólidos y energéticos que
precisan de una masticación insistente y hasta virtuosa, el otro se inclina por
los purés, los caldos o los alimentos líquidos de fácil digestión, para los que
emplea, según el caso, cubertería cóncava de diferentes tamaños, o si llega a
ser preciso, la pajita para sorber o la inclinación adecuada del recipiente.
Otras situaciones suponen asimismo diferencias en las que debo intervenir para
tomar la decisión que me parece más adecuada para el momento aunque me
mortifique, pues siendo uno de ellos más que estrictamente hermafrodita,
bisexual, debo decidir en qué sentido me parece más adecuada su actuación, y
decidirme por la carne o el pescado definitivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario