lunes, 30 de mayo de 2016

NIVELES



Aunque los dos viven a distinto nivel, forman parte del mismo sistema nervioso, y por lo tanto tienen información precisa de todo cuanto acontece en cualquiera de ellos. No obstante, en ocasiones podría decirse que cada cual, posiblemente debido a consecuencias de su evolución que no son del caso, parecen haber adquirido una autonomía que a pesar de estar íntimamente relacionados, les hace actuar de forma independiente. Tal cosa se hace evidente en determinados momentos, y dado que yo he asumido la responsabilidad de las acciones de ambos, con frecuencia me meten en problemas que no existirían si se pusieran de acuerdo y actuaran de mutuo acuerdo. Mi irritación hace que en ocasiones tome con uno u otro medidas enérgicas, pero lo cierto es que solo funcionan a corta plazo, y en cuanto les dejo a su aire, vuelven a retomar su actitud habitual. Podría aceptarlo definitivamente y transigir con sus devaneos individuales o sus desacuerdos, pero tal cosa sería renunciar a mi supuesta jurisdicción, y aceptar que me han vencido definitivamente, algo a lo que no estoy dispuesto. Hay ocasiones en el que su falta de entendimiento se hace más evidente, pues si, por ejemplo, a la hora del almuerzo uno insiste en comerse un bistec de ternera, el otro decide cualquier cosa siempre que sea de cuchara. Estas diferencias me hacen en ocasiones tener que actuar siguiendo pareceres disímiles, y la verdad es que tengo que esforzarme para hacerlos compatibles, aunque afortunadamente hasta la fecha he logrado que sus diferencias no me originen una dificultad insalvable. Bien es cierto, no obstante, que con frecuencia yo optaría por una de ambas opciones, pero teniendo claro a fecha de hoy de la importancia de la alimentación, soy incapaz de decantarme hacia uno u otro lado. Si somos lo que comemos, y en ello coinciden no solo cocineros y gastrónomos interesados, sino médicos, dietistas y endocrinólogos, será preciso atender a ambos. Al menos eso es lo que acabo diciéndome, atorado en una disyuntiva de la que no sabría salir escorándome hacia uno de los lados, sin cierto complejo de culpa. Bien es cierto que la hora del almuerzo complica claramente la situación, pues debo atender a dos niveles no siempre al alcance de mis manos de forma precisa, y debo esmerarme para que con o sin servilleta la cosa no pase a mayores. Mientras uno se empeña con frecuencia en alimentos sólidos y energéticos que precisan de una masticación insistente y hasta virtuosa, el otro se inclina por los purés, los caldos o los alimentos líquidos de fácil digestión, para los que emplea, según el caso, cubertería cóncava de diferentes tamaños, o si llega a ser preciso, la pajita para sorber o la inclinación adecuada del recipiente. Otras situaciones suponen asimismo diferencias en las que debo intervenir para tomar la decisión que me parece más adecuada para el momento aunque me mortifique, pues siendo uno de ellos más que estrictamente hermafrodita, bisexual, debo decidir en qué sentido me parece más adecuada su actuación, y decidirme por la carne o el pescado definitivamente.

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