Soy Dios Vuestro Señor, de verdad,
creador del Cielo y de la Tierra. No me vais a creer porque no tengo el
documento nacional de identidad en regla, pero un día de estos me paso por las
oficinas y podréis comprobarlo. La verdad es que después de tanto trabajo, me
encuentro extenuado, y eso que sólo me ha llevado siete días. Pero qué siete.
Me informan que al parecer puse tanta energía en el mero acto creador, que el
universo salido de mis manos aún se expande, y rompe límites con la energía
oscura y todo eso, vaya usted a saber hacia donde. Lo que sí quisiera, en esta
mi primera comparecencia ante vosotros, y perdonad la confianza del tuteo, es
que desde este mismo momento supierais que no es necesario acudir a los oficios
de fin de semana, sea cual sea vuestra adscripción religiosa, tratándose del
puro cristianismo, y si sois mahometanos, no es preciso que os arrodilléis
cinco ¿cuatro? veces al día mirando hacia La Meca. Que estoy en todos lados, ya
no sé como decíroslo, pues por más que me empeño, no hacéis sino edificar
iglesias, capillas y mezquitas en todo tipo de estilos, de los que sin embargo
os confesaré, y soy sincero, que me han gustado especialmente el Taj-Mahal,
Santa Sofía y la Abadía de Westminster. Caballo grande, ande ono ande, aunque
deba añadir que tengo debilidad por el románico palentino, Frómista en
especial, el catalán y el asturiano. Después de todo, yo mismo me construí
sillares de granito o arenisca, según donde me cogiera, de forma un tanto tosca
y rudimentaria, que sin embargo cuadra bien con la sencillez de mi carácter y
la belleza de las formulaciones matemáticas que cuentan con mi aquiescencia e
hicieron posible la aritmética, la geometría euclidiana y los números
irracionales. Ahí es nada, diréis pensando que soy una excepción y tentados
como estaréis de postraros ante mi presencia, pero he de deciros que no hay
nada que más me irrite que la hipocresía o la veneración, cuando uno se
considera a sí mismo un ser simple, que lo mismo se entretiene viendo una película
del neorrealismo italiano del siglo pasado, que echando una partida de cartas
con los amigos, acompañados de una frasca de vino tinto. Soy así, y siento
decepcionaros si esperabais de mi una parafernalia a la que no estoy dispuesto,
por mucho que algunos se obstine en vestirse de oropeles como si participaran
en un carnaval. Por cierto, quiero también informaros que no resucité al tercer
día como se suele decir, sino que en el mismo instante de expirar, me uní al
Espíritu Cósmico, donde todos acabaréis viniendo, os guste o no os guste. De
todas maneras, dado que sois muy tercos, si os empeñáis, podéis seguir
tratándome como a una deidad Incognoscible ¡ A mí, Dios mío, que vivo en un
piso de apenas setenta metros cuadrados, terraza incluida! De todas maneras, me
parece más poético que, puestos a ello, me invoquéis como a Manitú, el Espíritu
del Bosque o el Espíritu que sobrevuela las aguas. En eso no soy antojadizo,
como veréis. Pues lo dicho, que aquí estoy para lo que se os antoje, siempre
que cumpla determinadas normas que no sean incompatibles con las normas de
tráfico en vigor, la Relatividad General y los cuantos de Planck. Queda dicho.
Atenerse a las consecuencias.
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