lunes, 16 de mayo de 2016

ESTRENOS



Frecuentar este tipo de cines puede favorecer el encuentro con alguien interesante. Vivo cerca, y los fines de semana a primeras horas de la tarde no me cuesta nada darme una vuelta y ver si se presenta alguna oportunidad que merezca la pena. Como preparación, suelo comer en un restaurante de las inmediaciones que tiene un menú muy decente  a un precio razonable, vino de crianza incluido, aunque apenas tome dos copas, pues me altera un poco y me haría actuar con una seguridad sólo aparente.
La primera sesión empieza a las cinco, y es la más indicada para encontrar al tipo de personas que me interesan. Suelen ser mujeres de mediana edad, con cierto halo de intelectuales, y que con casi total certeza, viven solas y no tienen que hacer nada a primeras horas de la tarde. Ellas habitualmente alegan que lo hacen por pura comodidad, pero lo cierto es que su soledad les impulsa a salir de casa a la menor oportunidad. Claro que estas son conclusiones mías para animarme, pero apenas verificadas. Como estrategia de aproximación, tengo previstos varios métodos, en general, en función de su aspecto y actitud. Algunas vienen con la entrada ya comprada y entran directamente a la sala, o si les sobra tiempo, se toman un café en el bar de al lado. Otras hacen cola y suelen entrar sin esperar. Me interesan sobre todo las primeras. Y no descarto a las segundas siempre que la cola sea lo suficientemente larga, para darme oportunidad de entablar una conversación. Las primeras suelen plantearme el problema de que, al ya tener la entrada comprada, sea prácticamente imposible encontrar una a su lado, aunque no sería la primera vez que lo lograra. Las segundas me ofrecen la oportunidad en función de su ubicación, pues he calculado que, aunque parezca pretencioso, a partir de diez metros de distancia a la taquilla, tengo tiempo de interesarlas y que acepten mi compañía.
La táctica, en cualquier caso, es bastante simple, y consiste básicamente en “sorprender agradablemente”, valga la cursilería. En menos de un minuto uno debe ser capaz de halagarla de tal modo que descarte inmediatamente la posibilidad de cualquier tipo de amenaza, y rápidamente interesarse por la película estableciendo algún tipo de relación entre ella y el interés que la misma le suscite. Por ejemplo: “estoy seguro, y perdona mi atrevimiento, que a ti te interesa el cine japonés” o cualquier cosa por el estilo, y desde luego, siempre sonriendo: algo a lo que ella pueda responder de una forma neutral y sin compromiso de ningún género. Luego hay que estar muy atento a la entonación de su respuesta, que suele dar la clave de si puedo esperar algo más, momento que, de producirse, ya supone un triunfo casi asegurado. Cuando, como en el primer caso, no puedo encontrar una entrada a su lado, estoy atento a su ubicación en la sala después de haber dejado establecida la base para una posible conversación a la salida. Y lo que ello pueda suponer para después, claro está. Eso significa que la charla en la cafetería o la cola debe ser bastante intensa, y de alguna manera le toque en alguna fibra sensible sin inquietarla, para lo que no se pueden dar normas generales. Uno debe tener un instinto natural que te haga ver en el primer minuto lo que le puede agradar, teniendo siempre en mente que en esos primeros instantes, como norma, se encuentra sorprendida y a la defensiva.
En ocasiones, da resultado presentarse de inmediato con algún tipo debilidad o dolencia leve que estimule su instinto maternal, jamás algo importante que la asuste. Ya en el cine, se debe guardar una actitud de discreción total y absoluto respeto, no haciendo demasiados comentarios, y dándole la oportunidad de que sea ella quien lleve la iniciativa o diga algo si se le ocurre. Descartar absolutamente los acercamientos intempestivos, me refiero a la ubicación de los codos y el movimiento moderado de las rodillas, y en caso de rozamiento deben pedirse disculpas de inmediato, dando la impresión de haber sucedido por pura casualidad. Cualquier error puede ser fatal, y echar a perder una tarde prometedora. Lo ideal es que al poco rato, ella se sienta tranquila y dueña de la situación, por lo que, salvo en ocasiones contadísimas y con mujeres especiales, hay que evitar transmitir una sensación de autosuficiencia ó engolamiento, sin por ello querer decir que se adopte una actitud de chisgarabís ó persona intranscendente.
Hay mujeres, supuestamente liberadas e independientes que no son recomendables, y en ellas suele destacar una indumentaria extravagante o diferente, que puede traducirse como un “aquí estoy yo” pretencioso. Acercarse a ellas suele suponer una pérdida de tiempo, pues sienten que deben ser ellas quienes tomen la iniciativa, y consideran cualquier aproximación como un atropello injustificable. Las más proclives a dejarse abordar, suelen parecer ensimismadas y aparentar una timidez que, sin embargo, no habrá que tomarse al pie de la letra, pues solo es una tarjeta de presentación que no siempre responde a la realidad; una vez roto el hielo, algunas en la intimidad son presas de un desenfreno para el que más vale estar sobre aviso. De todas maneras es recomendable estar preparado para el fracaso, y no sobrepasar los tres minutos en cualquier tipo de intento. Pasado ese tiempo, ella ya debe haber dejado claro si uno le gusta y es accesible o no; invertir más tiempo son ganas de perderlo.
Existen mujeres, sin embargo, que necesitan ser abordadas de una forma decidida y sin contemplaciones, mediante una aproximación que les sorprenda por su originalidad y atrevimiento. Suelen ser personas frágiles que necesitan hombres decididos, que ellas consideran a priori protectores y seguros de sí mismos, aunque en la oscuridad del cine necesiten tomarse un orfidal. No hay que ser, sin embargo, demasiado exigente con uno mismo, y aceptar de vez en cuando, la incapacidad de establecer un vínculo inmediato, como prueba de que uno no está dispuesto  a aparentar cualquier cosa por un supuesto buen rato. La propia dignidad está en juego, y hay mujeres que simplemente no merecen la pena. Lo mejor es dejar que sigan su camino, y no disfrutan de la oportunidad de conocernos. Porque, eso sí, este juego sólo es apto para personas que tienen su autoestima en unos valores razonables, y no para indigentes emocionales que van mendigando el afecto de cualquiera que se digne mirarles. Lo que suceda después de la película, ya es cuestión de la propia habilidad, aunque en mi opinión habrán de emplearse no menos de dos horas en tomar un contacto más personal con ella, interesándose por sus gustos y aficiones, pero especialmente su forma de sentir las cosas y sus necesidades afectivas. Ser asaltadas las espanta, y no habrá forma de terminar la velada agradablemente. La oscuridad de una sala de cine suele ser un buen sitio para el inicio de una relación, pues se parte de la complicidad de un conocimiento especial, después de haber compartido durante un rato un lugar con claras reminiscencias de útero. Que más tarde todo acabe en una aventura pasajera, el matrimonio, la pareja de hecho o las páginas de sucesos, es algo que solo el tiempo dirá.

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