viernes, 27 de mayo de 2016

INTERSTICIOS



Sé que detestas mi prosa,  y que sin que yo me entere, lo comentas jocosamente con tus amistades diciendo que simple y llanamente te parece una birria. Vanos intentos de figurar, dices,  en unos momentos en los que tú me recomendarías sentarme a la puerta de casa en la sillita de mimbre del recibidor,  y distraerme viendo como la gente se pasea arriba y abajo por la alameda. Alguien me ha comentado, y no te diré quién por mucho que insistas, que tu sarcasmo alcanzas cotas hirientes cuando, entre carcajadas que no disimulas, dices que yo he proclamado solemnemente haber inaugurado una nueva época en la literatura contemporánea,  a la que llamo pomposamente  “intersticial”, y en otras ocasiones “…”liminar” y “laminar”, queriendo con ello marcar un hito en la historia de la lengua, cuando, y aquí, según me cuentan, tus carcajadas se hacen simplemente obscenas, no soy sino un pobre diablo acomplejado que quiere salvar como puede “los restos del naufragio”(sic). Al parecer, del mundo solo me queda por ver el declive de las parejas en retirada hacia sus domicilios tras la fatiga de la tarde, o  la lenta procesión de ciertas damas empingorotadas que se resisten a entrar directamente en la vejez,  y deciden perduran a base de rimel, pinturas y corsés. Tienes de mi, por lo que veo,  una opinión bastante decadente, pues pretendes que mis días solo sean una sucesión de despedidas, e incluso parece ser que aconsejas a quien te escucha,  que me recomiende que ya no baje al bar, ni me tome unas copitas con mis compadres,”decidle que para su reuma lo que le viene bien es quedarse calentito en casa, a poder ser sentado a la mesa camilla, como en los buenos tiempos”. Es curioso que alguien que me sigue a solo dos pasos, llámalos años, se empecine en someterme a un juicio tan severo, basado sobre todo en la edad o  en la forma caduca de escribir, sin darse cuenta que cuánto dice de mí le es igualmente aplicable. De la edad ya está todo dicho, porque los supervivientes de más de ochenta poco tienen ya que los diferencie,  y los achaques son similares, pero lo que de ninguna manera te consiento es que trates de ironizar sobre mis “veleidades artísticas”, otra bonita frase que al parecer me dedicas. Que hayas sido profesor de Lengua y Literatura en años del catapún en un instituto del pueblo, no te da ninguna patente de corso para cargar contra los que aquí nos hemos dedicado a hacer nuestros pinitos escribiendo después de leer bastante más que tú. De eso no tengo duda recordando las esmirriados lomos de tu colección de clásicos en tu desvencijada  biblioteca. Piensas sin duda que el haber repetido monótonamente a los pobres chicos del bachiller los escuálidos programas de entonces un año tras otro, te

inviste de suficiente autoridad para sentar cátedra y juzgar a todo el mundo. Ya sé que los chicos aprendían contigo de memoria las coplas de Jorge Manrique, algunos pasajes del Mío Cid, vagas nociones de Literatura Medieval, los pasajes más divertidos del Quijote,”La canción del Pirata” de Espronceda, algo del 98 y “El ciprés de Silos”: lo demás es silencio (como diría el para ti desconocido escritor uruguayo del que seguro no sabes nada, y que tendrás que averiguar por tu cuenta, si te interesa). De literatura extranjera, poco, referencias a los clásicos griegos pasados por San Agustín, Séneca en concordancia con el sufrimiento cristiano  y algunos autores europeos especialmente costumbristas, que en tu época, o  sea lo mía, más valía no ser demasiado riguroso, introspectivo o  simplemente curioso, no vayamos a tener conflictos con la autoridad competente ¿Te ríes de mi porque me tildas en todo caso de telonero?¿Te parece que mi interés por los orígenes, las fisuras y los intersticios es solo propio de ebanistas, que, sin embargo , llegan a trabajar el palo de rosa? Pero quizás no debería extrañarme, procediendo como tú de instituciones en las que más que el cuento o  el relato breve, primaba la escritura entre líneas, en la que los censores eran peritos distinguidos, no fuera a colárseles algún maricón al que luego hay que fusilar en cualquier cuneta o  debajo de un pino, tratándose de poetas. Déjame por lo tanto con mis escrituras en el límite, escrituras como cuñas que cada uno se meta donde mejor le quepa, y haga con ellas lo que se le antoje menos grandes mamotretos que puedan ser utilizados literalmente como armas arrojadizas llegado el caso. Déjame también con mis escrituras laminares como bombarderos sobre Dresde, reduciendo el aluvión de palabras que nos habita en yunques o  alfares. dDspués de todo cada cual da forma a su vida como quiere o  como le permite el agua desbocada o  la sequía. Echa un trago pues a mi salud y guarda silencio ¡Viva Walt Whitman!

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