viernes, 20 de mayo de 2016

IMAGINACIONES



Imagina  que por fin nos encontramos tras el largo período de trato virtual, que los dos estimamos en su día  que nos vendría bien como aprendizaje para afianzar un cariño ya evidente.  Imagina,  que al vernos a una distancia dónde ya el ojo puede discriminar sin error apreciable un lunar de tamaño medio, esa primera percepción nos confirma lo acertado de nuestra decisión,  cuando hace tiempo conocimos en un chat, al darnos cuenta que la web-cam no nos había engañado, y que por lo tanto, estábamos hechos el uno para el otro.  Qué alegría acercarse y confirmar con nuestros propios ojos que todo era cierto.  Imagina que al vernos en persona por primera vez, todo se corrobora y reafirma, y que no solo nuestras impresiones eran las adecuadas, sino que, más aún, al hablar y compartir nuestras primeras experiencias juntos, la alegría nos desborda y después de ir al cine y cenar en un restaurante encantador, acabamos cogidos de la mano o la cintura, antes de recalar en unos apartamentos recoletos en  el barrio viejo, rodeados de la historia antigua de la ciudad. Imagina cuando nuestros cuerpos deciden rendir un homenaje al gótico que proyecta sobre nuestra cama las agujas de la catedral al otro lado de la calle, y se unen por fin,  celebrando un encuentro que quizás no debió demorarse tanto. 
Imagina, sin embargo,  que a pesar del contento que nos invade, uno de los dos, o quizás ambos, percibe en el otro un detalle, por insignificante que sea, que hace que, por un momento, la sombra de una duda planee sobre la emoción que nos embarga. Imagina, en mi caso, que solo se trata de una irregularidad que he percibido al pasar mi mano por tu cuello al acariciarte, y que esa nimiedad se agiganta en mi cabeza, y al cabo de un rato ya la percibo como algo insoportable, y que, para que coincidieras exactamente con la idea que tenía de ti, yo sintiera que necesito extirparla, y que en esos momentos empezara a angustiarme y sudar copiosamente. 
Es posible, en tu caso, por ejemplo,  que poco después, aún con tu cabeza sobre mi pecho,  te dieras cuenta que tu nariz no te engaña, y el encanto de la situación se viera mediatizado por tu pituitaria, comprendiendo de inmediato simplemente que mi olor no te resulta soportable, y recuerdes las limitaciones que a tales efectos tiene la web-cam.  Imagínate el caos de nuestras mentes después de años de trato en los que creímos no dejar nada al azar, cuando en un instante seamos conscientes que lo nuestro no puede ser.  Es posible, que llevado por los nervios te acaricie el,  llamémosle,  lobanillo con una ternura fingida que solo ocultará mi furor y mi frustración, o que tu busques precipitadamente en tu bolso un perfume que disimule los efluvios que están a punto de marearte. Imagina, por favor, la violencia, la rabia contenida del momento que imaginábamos la culminación de nuestro deseo y nuestro amor virtual, al que supusimos poco menos que perfecto e indestructible
¿Qué hacer en esos momentos? ¿Callarnos y aceptar una vida delante de nosotros definitivamente marcada por nuestro exceso de sensibilidad? ¿Acudir de inmediato al dermatólogo buscando una solución con urgencia? Pudiera ser una solución, pero tu bien sabes que, a la postre, esto tipo de dificultades saldrían a la luz más delante de otra forma y con una virulencia multiplicada. Imagina que los más tiernos sentimientos que al principio sentíamos el uno por el otro, se transformarían en un odio silencioso que nos lleve posiblemente a zaherirnos mutuamente recurriendo a sutilezas demasiado ruines. O, en el peor de los casos, a una furia homicida.  Sé que todo esto tan desagradable no es muy lógico, y ni siquiera probable, pero, imagina finalmente, que ese mínimo tanto por ciento de posibilidad, se hace realidad.  Francamente, creo que estarás de acuerdo conmigo que es mejor anular nuestra cita, aunque por mi lado te puedo asegurar que casi no sudo.
Imaginemos, en todo caso, puesto que siempre fuimos muy fantasiosos, que nunca nos hemos conocido. A ambos nos sería de mucha ayuda.

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