Al llegar al estrado el viejo profesor trastabilló y
se dio una costalada considerable contra uno de los bordes de la tarima, lo que
sobresaltó al público asistente a la conferencia que se puso en pie y exclamó
un alarmado oh! temiendo que el anciano se hubiera roto algo y no pudiera
recuperarse. En cualquier caso, pareció un sentimiento colectivo sincero y
generoso, teniendo en cuenta que el acto era gratuito a pesar de estar
patrocinado por una entidad bancaria. Casi de inmediato, y con una voz que
desmentía su supuesta fragilidad, el conferenciante exclamó “¡cojones, podrían
ustedes tener más cuidado, que soy un impedido!”, dirigido a sus acompañantes
que a su parecer no habían sido lo bastante diligentes para impedir el
espectáculo bochornoso que había protagonizado, y trataban de congraciarse con
él con muestras de apoyo y solidaridad. Bien que mal pudieron finalmente
colocarle en su silla, mientras el anciano seguía rezongando nada satisfecho de
las disculpas que se le prodigaban, e incluso antes de levantar la cabeza para
dirigirse a los asistentes, se oyó un nuevo cojones, aunque de forma más tenue,
todo hay que decirlo. Siguieron unos minutos de incertidumbre en los que el
viejo trató de recomponerse y ofrecer al público un aspecto más presentable,
pues con el trastazo tanto su atuendo como su escaso pelo se habían
descompuesto, ofreciendo de él una imagen poco favorable. Téngase en cuenta
además que las gafas habían salido disparadas y hubo que recuperarlas de debajo
de la mesa, algo que no resultó sencillo, y que como colofón se asistió al
espectáculo del pobre hombre tratando de colocárselas sobre la nariz, algo que
no le resultó tan fácil y para lo que tuvo que ser ayudado por la persona que
estaba a su lado en la mesa, posiblemente uno de los capitostes del banco.
Finalmente, cuando, tras ser presentado con toda clase de elogios por el
moderador, el anciano golpeó con un dedo sobre el micrófono para comprobar que
la megafonía funcionaba bien, todo pareció normalizarse a pesar de un agudísimo
chirrido que hizo que todo el mundo se protegiera los oídos tapándose las
orejas. “Queridos amigos, han sido ustedes testigos involuntarios-comenzó- de
un hecho del que desgraciadamente yo he sido el protagonista, pero que me viene
estupendamente para comenzar por donde yo quería: la ineluctabilidad del azar y
la inevitable presencia del caos en la naturaleza, y por lo tanto en nuestras
vidas” Luego se calló durante cerca de un minuto y se atusó el pelo con una
coquetería que sorprendió a muchos de los presentes y alarmó a la mesa
presidencial, que pareció prepararse para otra secuencia no prevista. “Quiero
aclarar no obstante-continuó- que lo mismo que me ha pasado a mí podía haberles
pasado a ustedes, y no ser yo por lo tanto sino ustedes mismos los que
estuvieran por los suelos…” A estas palabras siguió una pausa prolongada, que
era evidente que el conferenciante hacía para provocar la atención de los
presentes por lo que venía después, pues paseó la mirada por todo lo ancho y
largo de la sala, y desde las primeras filas hasta las últimas, situadas varios
metros por encima del escenario. “…No sé si son ustedes muy observadores, pero
sin duda se habrán dado cuenta que este salón de actos está abarrotado, a
reventar, algo que por un lado agradezco humildemente, pues no me lo merezco,
pero que por otro me hace temer por su integridad física, pues no sé si la
estructura sobre la que se asientan sus butacas será lo suficientemente fuerte
para soportar semejante peso…” En esos momentos se oyó un murmullo generalizado
y bastantes risas nerviosas, lo que no fue impedimento para que el orador
continuara. “…No soy físico, como todos ustedes saben, pero sí muy aficionado a
la arquitectura, uno de cuyos principios fundamentales es la llamada
resistencia de materiales, y creo que con esto ya les doy una idea de por donde
van los tiros... y que conste que no quiero inquietarles, sino simplemente
aconsejarles que sean prudentes de ahora en adelante siempre que tomen una
decisión, incluso la de asistir a un acto como este”. Y de nuevo volvió a
permanecer en silencio durante un tiempo que se hizo demasiado largo para una
audiencia que sin embargo prorrumpió en aplausos, aunque se hicieron evidentes
algunas toses nerviosas y la salida precipitada por las puertas laterales
superiores de un nutrido grupo de asistentes, que parecían haberse tomado lo
oído al pie de la letra. Mientras tanto algunos de los acompañantes del viejo
profesor se miraron con cierta perplejidad mientras se frotaban las manos con
un nerviosismo mal disimulado, y posiblemente con la sensación de que la
conferencia se les estaba yendo de las manos. “Y bien-continuó-ya he podido
apreciar que la opinión de un viejo cascarrabias desde una tribuna puede tener
su importancia por poco documentada que sea, pues como ustedes comprenderán,
quienes construyeron este auditorio, hace ya muchos años, tenían sin duda
muchos más conocimientos que yo sobre lo que se traían entre manos…claro que
hace tiempo en algunas ocasiones para ahorrar a veces se empleaban vigas de
madera y no de hierro…pero en fin dejemos ese tema, pues los timoratos ya
parecen haber desalojado la sala…” (En esos momentos algunos más lo hicieron,
por cierto) “Vayamos pues al núcleo de esta conferencia, que no es otro, como
todos ustedes saben que el caos, ese concepto tan importante y desgraciadamente
tan manoseado, todo hay que decirlo, sobre el que modestamente pretendo
hacerles llegar algunas aclaraciones para que cuando hablen de él, lo hagan con
propiedad, y perdonen mi inmodestia, pero tengan en cuenta que llevo la
totalidad de mi vida tratando de establecer la verdadera naturaleza del mismo y
sus límites” “El caos, como nadie desconoce, es ese fenómeno misterioso que se
produce en la naturaleza que hace que una variación mínima en un parámetro de
un sistema en un momento dado, suponga una variación enorme en otro que puede
estar en sus inmediaciones o extremadamente lejos. El famoso ejemplo del aleteo
de una mariposa en la Amazonía capaz de causar un tsunami en San Francisco, por
ejemplo. O lo que es lo mismo, y recurriendo a las matemáticas, la existencia
de algoritmos no lineales, con lo que no les voy a cansar aquí, teniendo en
cuenta que todos los presentes saben aritmética y sin duda también lo que es
una ecuación de segundo grado”. “Bien, pues al llegar aquí, quiero ya hacer un
primer inciso sobre algo que ya no es tan frecuente considerar cuando hablamos
de este fenómeno. Se trata de saber si esa alteración mínima-recuerden, el
aleteo de una mariposa- puede incidir no solo en sistemas inertes como los que
se pueden considerar en general en la naturaleza, sin cerebro y por tanto sin
conocimiento, sino en otros dependientes de la propia naturaleza humana. Es
decir ¿es posible que tal cosa llegue, por ejemplo, a alterar la conciencia o
la voluntad de cualquiera de ustedes o de mi mismo o de mis honorables
compañeros de mesa? ¿Habrá sido el canto de un ruiseñor en la primavera de los
Alpes el que inspiró a Albert Einstein la teoría de la Relatividad Especial?...tengan
en cuenta que Berna, donde tuvo lugar el increíble descubrimiento, después de
todo no está tan lejos”. En aquellos instantes se oyeron unas cuantas risotadas
en el auditorio, en principio en las filas superiores, pero paulatinamente en
todo el auditorio, que debió empezar a considerar que la alusión del profesor a
la resistencia de materiales al principio de la conferencia ya era un indicio
claro de que no estaba del todo en sus cabales, algo que también debieron
pensar algunos de sus acompañantes en la mesa que tuvieron que taparse la boca
con la mano para no soltar una carcajada. “Sí, ya sé que lo que digo puede
parecer gracioso o poco creíble, como lo fueron muchas teorías del pasado por
las que las personas verdaderamente sabias algunas incluso fueron llevadas a la
hoguera. Piensen en Bruno, y en tantos otros…” El moderador trató de intervenir
en aquellos momentos para restablecer el silencio e incluso el orden en la
sala, pues varios asistentes empezaban a traspasar los límites de la jovialidad
y el buen humor, para ser simple y llanamente maleducados con tan insigne
conferenciante, que entre otras cosas no solo era catedrático sino académico de
número de la Real Academia de Ciencias Morales y de la Historia. “Continúe,
profesor- llegó a decir- como verá sus teorías causan no solo regocijo por lo
vanguardistas, sino el entusiasmo de la sala ante la perspectiva que nos
presenta…” El profesor una vez más se dispuso a tomar la palabra, pero
siguiendo lo que ya venía siendo un a rutina para captar la atención de la
audiencia, guardo todavía silencio
durante unos segundos que fueron seguidos con expectación hasta que antes de
abrir la boca, con un salto prodigioso impropio de su edad se colocó sobre la
mesa, para de inmediato bajarse los pantalones y exhibir ante el respetable sus
genitales al tiempo que exclamaba: “¿es por casualidad esa increíble mariposa
la causante de que en estos momentos les enseñe lo que tengo entre las manos, o
depende solo de la voluntad de un ser, yo mismo, enajenado o en posesión de su
propia voluntad? Ustedes sabrán, yo por mi parte les confesaré que no tengo ni
la menor de las ideas. He dicho. Muchas gracias
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