La familia A
tiene la siguiente característica: sus miembros se atraen entre sí con una
intensidad igual a la fuerza nuclear fuerte con se atraen los quarks dentro de
los protones, y estos dentro del núcleo de un átomo. Etcétera. Lo que quiere
decir que hacen todas las cosa juntos o casi todas, y eso por puro decoro. Es
comprensible. Al parecer, y precisando, todos se sienten atraídos por la masa
gravitacional superior de la madre, una señora de mediana edad, cuya vida
entera ha consistido en equiparse de lípidos sin orden ni concierto. Su marido
que es un señor alto y un tanto desgarbado, no solo parece insignificante sino
inofensivo. Un alfeñique que, a pesar de todo, trata de alejarse de la
atracción fatal agitando piernas y brazos sin parar por si acaso. Pero ni por
esas. En cuanto a la progenie, debe concluirse tras un trabajo de campo muy
detallado, que consta de tres chicos y dos chicas, aunque no son tan pequeños,
eso hay que decirlo antes de seguir adelante. Los chicos están separado como
mínimo por nueve meses, ya que no hay gemelos ni sietemesinos. El mayor de
ellos es el que más edad tiene, como es natural, sobresaliendo por una barbilla
prominente, apuntando a quijada, y el pelo cortado al cepillo aunque no va a la
peluquería, debido a antojos, al parecer, de la madre naturaleza. El siguiente
en edad se llama Fermín, y está muy orgulloso de ello, por lo que todos los
años puede vérsele el siete de Julio en Pamplona en compañía de los demás, como
ya quedó dicho, por razones emparentadas con el electromagnetismo nuclear. Por
esas mismas razones y para su desesperación, no puede participar en los
encierros al no poder el paquete familiar tomar la famosa curva de la Estafeta
(¿o de Correos?). En secreto ha llegado a abogar por la cirugía más radical sin
importarle la sangre que se vierta. El pequeño es efectivamente muy pequeño, y
los otros no le hacen ni caso. Las hermanas, llamadas P y M por sus amistades,
son dos chicas muy monas recién salidas de la adolescencia, de bocas anchas y
labios carnosos que emplean con frecuencia y no precisamente para descorchar
botellas, si acaso de champán. La familia, pues, como ya ha quedado
suficientemente claro, realiza muchas otras actividades colectivas, excepto
visitar museos en invierno en los que se arma un verdadero lío en el momento de
depositar sus prendas de abrigo en consigna. El marido insignificante no cesa
ni por un momento de mover compulsivamente sus extremidades con el objetivo ya
enunciado más arriba, aunque hay quien opina que si lo hace con tanta
insistencia es porque le ha cogido gusto, independientemente de cualquier
teleología práctica. Todos los miembros de la familia mencionados se reúnen aún
más (si tal cosa es posible) una vez al mes, con una orden del día única,
consistente en las posibles maneras de librarse del mortal abrazo (inverso) al
que les tiene sometido su señora madre y esposa, según el caso. Pasado el
tiempo, se percibe en ellos una cierta desesperación al no estar de acuerdo en
absoluto con la potencia de la fuerza nuclear fuerte. Desean ser libres y poder
pasear algunas bellas tardes de verano cerca del mar, y contemplar los
atardeceres con el embeleso y entusiasmo
que se les suponen al resto de los seres
vivos de su especie. Al parecer, en principio, la madre está dispuesta a
someterse a un régimen estricto de acelgas hervidas y leche de soja, para que
su gravedad (que en su caso es sorprendentemente similar a la fuerza nuclear
mencionada) disminuya y deje definitivamente en libertad a sus seres queridos,
siempre que le prometan que no la abandonarán dispersándose por el ancho mundo.
FIN
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