domingo, 14 de mayo de 2017

VALLADOLID



Verdaderamente no tengo nada que decir y por lo tanto voilà….

Me paso el día errando sin rumbo por las avenidas pero finalmente me detengo y me ofrezco un bocadillo con cerveza que alivia mi frustración de evitar las plazas y los supermercados.

Pienso en ti con frecuencia. Cada pocos días e incluso en ciertas ocasiones una vez al mes siempre que no se trate del verano. No me lo perdonarás pero eso sucede.

En la confluencia de las calles de Agapito Do Santos y Federico Estremera se producen con frecuencia ciertos fenómenos consistentes en una luz muy blanca que surge de improviso y un pordiosero rumano que hace un instantes confiesa que estaba en las proximidades de Alcalá de Henares desayunando.

Hijo de puta, qué quieres que te cuente pasó lo que paso y tu no eres nadie para venirme con exigencias. Dedícate a la cultura ya frecuentar a los seres singulares que deambulan por el bulevar y olvídame. O no, eso a tu gusto.

El recuerdo de aquellos años levanta en mí emociones encontradas, en las que son frecuentes un hondo pesar por el tiempo transcurrido, una melancolía desgarradora por cierto amiguito pelirrojo que no volveré a ver y una alegría inusitada de saber que aquel tiempo horrible no volverá, a no ser que la historia se repita.

Tú estás tranquilamente en la cama, te acabas de despertar y eres feliz percibiendo un rayo de luz que se filtra a través de los visillos. Ni un pensamiento par mí, tu mentor, sin el que con toda probabilidad frecuentarías los prostíbulos de Ámsterdam o Málaga, de eso no tengo la certeza pues jamás te decantabas por el sur o el norte. Rara que eras.

No se ha hallado todavía la razón por la que Ramoncito es incapaz de aprender a hablar correctamente. Los estudios cerebrales y neurofisiológicos no han dado con ninguna pista, y sigue por lo tanto sucediendo que después de un buen rato hablando en perfecto castellano comience una verborrea incontinente en una lengua desconocida de la que lo único que puede decirse con certeza es que abundan las íes y las uves dobles. O quizás simplemente las uves, pues no hay forma de distinguirlas. Pero no las bes, que estamos en Valladolid.

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