Verdaderamente no tengo nada que decir y por lo
tanto voilà….
Me paso el día errando sin rumbo por las avenidas
pero finalmente me detengo y me ofrezco un bocadillo con cerveza que alivia mi
frustración de evitar las plazas y los supermercados.
Pienso en ti con frecuencia. Cada pocos días e
incluso en ciertas ocasiones una vez al mes siempre que no se trate del verano.
No me lo perdonarás pero eso sucede.
En la confluencia de las calles de Agapito Do Santos
y Federico Estremera se producen con frecuencia ciertos fenómenos consistentes
en una luz muy blanca que surge de improviso y un pordiosero rumano que hace un
instantes confiesa que estaba en las proximidades de Alcalá de Henares
desayunando.
Hijo de puta, qué quieres que te cuente pasó lo
que paso y tu no eres nadie para venirme con exigencias. Dedícate a la cultura
ya frecuentar a los seres singulares que deambulan por el bulevar y olvídame. O
no, eso a tu gusto.
El recuerdo de aquellos años levanta en mí
emociones encontradas, en las que son frecuentes un hondo pesar por el tiempo
transcurrido, una melancolía desgarradora por cierto amiguito pelirrojo que no
volveré a ver y una alegría inusitada de saber que aquel tiempo horrible no
volverá, a no ser que la historia se repita.
Tú estás tranquilamente en la cama, te acabas de
despertar y eres feliz percibiendo un rayo de luz que se filtra a través de los
visillos. Ni un pensamiento par mí, tu mentor, sin el que con toda probabilidad
frecuentarías los prostíbulos de Ámsterdam o Málaga, de eso no tengo la certeza
pues jamás te decantabas por el sur o el norte. Rara que eras.
No se ha hallado todavía la razón por la que
Ramoncito es incapaz de aprender a hablar correctamente. Los estudios
cerebrales y neurofisiológicos no han dado con ninguna pista, y sigue por lo
tanto sucediendo que después de un buen rato hablando en perfecto castellano
comience una verborrea incontinente en una lengua desconocida de la que lo
único que puede decirse con certeza es que abundan las íes y las uves dobles. O
quizás simplemente las uves, pues no hay forma de distinguirlas. Pero no las
bes, que estamos en Valladolid.
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