Supongamos que llamo digo veintitrés y cuelgo. No
espero una respuesta y si la espero trato de engañarme a mí mismo pues en
realidad busco estimular a mi corresponsal. No he pensado suficientemente sobre
ello pero una llamada inmediata a mi número soluciona de inmediato el asunto.
Veinticuatro es mi opinión me dice desde el otro lado una voz femenina cálida
pero con cierto retrogusto metálico como ciertos vinos añejos de Saturno, es un
decir. La situación se complica una vez que terminados todas los números
naturales permanecemos en silencio incapaces de adentrarnos en los
irracionales, primos, racionales, reales y complejos.. Nuestra buena voluntada
se hace sin embargo patente cuando pasado apenas medio minutos de un silencio
un tanto tenso me confiesa un amor sin
condiciones para de inmediato leerme algunos poemas de Emily Dickinson en
lengua original a los que yo solo puedo responderé con lo del pueblo ese de la
Mancha de nombre desconocido para seguir de inmediato con aforismos y en general
literatura menor de la que me proveo todo lo rápido que me es posible en las
estanterías. No está de acuerdo e inicia de nuevo la enumeración de otra serie
de números salteados aquí y allá por intervalos musicales de jazz y música
contemporánea que me hacen increparla y advertirle que no están mis oídos para
tales agresiones y le puntualizo los últimos hallazgos científicos de los más conocidos
otorrinolaringólogos europeos y americanos. Contraataca argumentando que padece
de acúfenos y que esa es la única música
que la tranquiliza e impide que no se tire por la ventana con más frecuencia,
después de todo vive en un bajo y no es tan grave. Le digo que por los cojones
con perdón y que en todo caso acuda a la vera de las fuentes como ya
recomendaba Aristóteles a los sufrientes de tinitus en la antigua Hélade. En
esos momentos pienso que todo es una coartada para alargar la conversación y la
amenazo con colgar, momento en el que trata de inocularme una culpabilidad
resultado del veintitrés que dio origen a nuestro encuentro. De nada me vale mi
defensa pues a su veinticuatro no tuve nada que objetar y parecí satisfecho con
las cifras y guarismos que compusieron el cuerpo central de nuestra
conversación a posteriori. Para cambiar de tema y que se relaje le pregunto por
su madre y me dice no cuelgues por favor para incorporarse tres minutos después
un tanto agitada, perdona es que me he vuelto a tirar por la ventana y volver a
casa me lleva tres minutos como poco. Le digo si tendría la amabilidad de
volver a hacerlo por mí, que la quiero cronometrar. Está de acuerdo pero esta
vez tarda más de cinco minutos en regresar y cuando vuelve a hablar le comunico
que me ha puesto de mala hostia que parece haberlo hecho a propósito para
humillarme nada de eso, mi amor, dice,
no sabes la costalada que me he dado, y por cierto aunque no te lo haya dicho
antes estoy con collarín desde el otro día cuando caí sobre las cervicales. Eso
ya es demasiado y le sugiero que si lo que verdaderamente quiere es quitarse de
en medio lo que tiene que hacer es tomar medidas drásticas y le sugiero lo abrirse
las venas en la bañera con agua templada escuchando las Gymnopedias de Eric
Satie. Me responde que ella es más expeditiva y que ese método como algunos
otros como el de las pastillas le parecen mariconadas, así como suena, y que
prefiere con mucho el ahorcamiento, su casa tiene unas vigas preciosas y su
cuerpo colgando con lo estilizada que es sería un cuadro digno del Samur, el
juez de guardia e incluso del médico forense, que se lo perdería hasta verla en
la morgue. En cualquier caso ese no es el momento por la tarde tiene que ir a
la peluquería y después ha quedado con una gótica para asistir a una película
de arte y ensayo en la Filmoteca. No sabe de qué se trata pues ese es un tema
de su amiga que suele decantarse como es natural por las películas de terror y
los reportajes de la quema de brujas en la Edad Media. A esas alturas de la
conversación empiezo a sentirme fatigado y se lo hago saber, han sido
demasiados temas y demasiado variados para que mi neocórtex los pueda asimilar
sin alteraciones algo que ella comprende recomendándome que meta la cabeza en
un cubo de agua fría durante un minuto y además de ver una luz muy blanca
cuando vuelva abrir los ojos veré como me siento de nuevo cargado de energía
como una batería después de conectarse a una dinamo o simplemente unas pilas
AAA a estrenar. Bueno o algo así termina que yo en eso de la electricidad no
estoy demasiado puesta a pesar de Faraday y Maxwell. Al llegar aquí algo en mi
interior suponiendo que tengamos algo más que corazón pulmones e intestinos se
subleva y siento un impulso bifronte que si por un lado me empuja a confesarle
un amor sin condiciones por otro me estimula a pedirle la dirección para esa
misma tarde ir a su casa y sacarle los menudillos. Creí que estaba loco, pero
esta mujer me ha dejado en ridículo y eso es algo que no puedo consentir, de la
misma manera que no acepto la numeración aleatoria de las partículas
elementales del átomo sin previo aviso. Me disculpo un instante y verifico que
en la cocina tengo os cuchillos adecuados para tal faena así como todos los
grandes libros sagrados de las religiones monoteístas que me facilitarían la
labor sin complejo de culpa. Pero me voy a volver animista le digo levantando
la voz. Y cuelgo.
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