Camino con una decisión
que desmiente mi cojera.
Lamento haber sido brusco
pero la situación lo requería en absoluto.
Me siento y me levanto
sin cesar: nada que ver con la gimnasia.
La ortopedia le facilita
un discurso lleno de tropos y potros de tortura.
Intento parecer todo lo
satisfecho que muchas gracias.
Desconoce la intensidad
de mi amor sin retrocarga.
Volveré allí donde se me
necesite siempre que así fuera, claro está.
Estoy sentado junto a la
alcantarilla aguardando a los sapos, que es peor, matizó Rulfo.
Me levanto lleno de
energía y grito a los cuatro vientos mi idiosincrasia.
Nada a contracorriente
donde el río siempre es nuevo, puntualizó Heráclito.
Beso con unción sus pies
nunca en el suelo.
Bendigo el día en que las
cucarachas por fin y todo el mundo comprendió.
Harto de este mundo se
inventó otro en la copa de un árbol y se echó a volar.
Es inútil tu empeño en
llegar donde solo allí existe.
Necesito con urgencia un
denotador de falsedades, dijo entre dientes.
Busco lo imperecedero y
una lechuga no es el caso.
Su prédica solo tuvo
acogida entre los sordos que le aplaudieron enfervorecidos.
Supo por fin ser lo que
siempre fue in pectore: un urogallo del sotobosque.
Hablo y cavilo o
viceversa. Mis dos únicas actividades además de la samba.
No desesperes, pronto
llegará quien te hará ver la inutilidad de los jardines.
Llegará un día en el que
los apocalipsis serán triviales, dijo al saltar.
Necesito que pronto
suceda lo que ya.
Pienso mucho en el
difunto aunque no se llame Lázaro ni resucite.
Su humildad se hacía
patente cuando su cólera asolaba sus alrededores.
Esperaba con una
paciencia fuera de toda mesura la irrigación protoplasmática de sus vasos
capilares.
Medito en los misterios
insondables de la Trinidad pero no voy a misa.
Hablaban con la
tranquilidad con la que Atila puso sitio a Viena, pongo por caso.
Cantaba una canción
primorosa plena de oropéndolas y chotacabras.
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