jueves, 4 de septiembre de 2014

MUROS

Cuando todo terminó, se erigió entre nosotros un muro de silencio que solo tú levantaste. Ni una palabra, ni una señal ni un gesto. Era sin duda tu manera de hacer posible lo que nunca pensamos que pudiera suceder. Y por lo que me decías hasta entonces, tú menos aún que yo, que en algún momento me había preguntado por el sentido de nuestra vida juntos.

Te dije que era mejor que lo dejáramos. Lo nuestro había sido algo maravilloso, hasta que sin que ninguno de los dos se diera cuenta, en nuestro amor surgieron unas grietas que no supimos prever, y menos evitar. Detalles mínimos apenas perceptibles, que en cuestión de días entraron por los resquicios que deja todo relación como un torrente. Un alud que lo arrolló todo a su paso, y que de repente hizo que nos viéramos como dos extraños.

Creo que es mejor aceptar los hechos y dejar de herirnos buscando una explicación a nuestro desencuentro. Sucedió, es todo, y es inútil perderse en interminables disquisiciones tratando de encontrar la razón exacta. Pudo ser de repente. Una mirada airada o un detalle mínimo, un pliegue escéptico en la comisura de tus labios o un gesto desabrido por mi parte, que quizás nada tenían que ver en nuestra relación. Pero sucedió y cada cual lo interpretó a su manera. Y todo se vino abajo. Nuestro amor tan lleno de comprensión y ternura hasta aquellos momentos.

Comprendo que pasados los años pudiera decepcionarte, y que yo no fuese la persona de la que, según me dijiste entonces, te enamoraste perdidamente. Créeme que yo fui el primer sorprendido, pues hasta ese momento en mis anteriores experiencias solía suceder todo lo contrario. En cualquier caso, no debiste esperar para decírmelo después de acostarnos a mi regreso después de tanto tiempo lejos. Fuiste cruel y debes saberlo. No quiero saber nada más de ti. Te voy a olvidar.


El mundo es como es, dices, y es cierto. Pero también es como nosotros lo hacemos. Llegó él de improviso y no pudiste remediarlo, como si se tratara de un torrente que se descuelga de la montaña y todo lo arrasa en tiempo de crecidas. O esa lluvia fina que todo lo empapa en los inviernos del norte, y uno no tiene donde guarecerse o cree que vale la pena mojarse, y cuando quieres darte cuenta estás calado hasta los huesos. Me dijiste que soy un hombre valioso y que pronto te olvidaré. Que soy una persona con recursos. Es extraño que entre todo lo que dijiste para justificarte no llegases a comprender que simplemente te quería.

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