martes, 15 de enero de 2013

HÉROES


- Hay mucho por hacer, dice mansamente sentado en la silla, desde donde todas las tardes del verano, disfruta de los atardeceres en el jardín de su casa. Permanece así hasta que el sol se oculta, y el horizonte es ya poco más que una línea de luz tras las colinas. Entonces se levanta y regresa con el paso certero de quien no tiene dudas. No le molestó que otros hayan disfrutado a su lado del ocaso, o que por el contrario, cuando estaba abstraído contemplándolo, se hayan dirigido a él ignorando que en esos momentos no estaba allí, aunque su cuerpo pareciera demostrar lo contrario. Después de todo, son juegos que acepta con la benevolencia de quien sabe que el trayecto es largo, y que muchos todavía están en el camino. Cuando llega a casa y se enciende la luz del salón, da una palmada enérgica exigiendo que la cena le sea servida sin dilación. Para él, que tiene un concepto aristocrático de la existencia, tales formas de actuar, aunque parezcan antitéticas, son las expresiones de una profunda convicción en la que el caviar y las porcelanas de Sèvres no están en absoluto reñidos con una fina sensibilidad para emocionarse con las puestas de sol, y la diligencia del servicio doméstico.

 

-Tiene un sentido épico de la vida, y los días transcurren para él como una batalla antigua, en la que más allá de la victoria, lo que cuenta es el honor que se desprende de su empeño. Esa es sin duda la razón por la que, una vez inmerso en la lid, que a la postre será la que le defina, se ofusca en combates que no tienen demasiado que ver consigo mismo. En tales circunstancias, más allá de la victoria, su única ambición es representar ante sí mismo una odisea en la que quede claro que él es el héroe, pues en su actitud nunca consideró el resultado, y sabe que Penélope siempre le esperará, pues la paciencia que la adorna es fruto de esa misma pasión, siendo evidente además que las ruecas bien utilizadas, no tienen en cuenta la longitud del hilo que  manejan.

 

Soy una institución, eso que quede claro antes de proseguir, y que de esta manera quien me lea no llegue a confundirme con un cuerpo y sus limitaciones. Soy por lo tanto algo parecido a una metáfora, que nadie se atrevería a definir con precisión, pero ante la cual todos saben a que atenerse. Cada cual se inviste de aquello de lo que es capaz o de lo que le conviene para sobrevivir, y que los otros harían bien en no confundir, pues aunque de todos es sabido que entre las instituciones las hay más y menos prestigiosas, suelen en cualquier caso haber alcanzado una estructura que, por lo general, las preserva de los ataques impensados o excesivamente simples. Por eso, a lo largo de mi vida he superado avatares y circunstancias que no hubiera soportado la humildad de mi constitución física. Siempre me ha resultado curioso observar como otros a quienes en realidad desconozco, se aferran a conceptos que según ellas me son propios, cuando la realidad es que nunca hablo de mi mismo. Encarno valores que otros me atribuyen, y que de esta manera se atribuyen a sí mismos para colgarse medallas de dudosa valía. Otros vendrán y harán de mí algo nuevo o demasiado añejo. Yo sigo aquí, mudo y ajeno. Me necesitan, no saben vivir sin héroes o villanos.

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