martes, 8 de enero de 2013

ANDARES


-Podría haber sido otra cosa, marinero, por ejemplo. Y se puede afirmar que al ser natural de La Rochelle tenía todo a su favor: un puerto recoleto con una flota notable de embarcaciones variadas, y un mar que se prestaba a todo tipo de aventuras (siendo además, como había sido, un gran lector de escritores navegantes como Conrad, Stevenson, Melville, y Pierre Loti). Pero decidió ser de tierra adentro, y acabó perdiéndose en el páramo sin que hasta la fecha se haya vuelto a tener noticia de él.
 
-Ando, y por un instante pienso que si mi línea evolutiva hubiera seguido otros derroteros, en estos momentos podría ser un ave y volar, aunque, dado el tiempo transcurrido, en ningún caso podría ser un pterodáctilo, lo único que verdaderamente me hubiera interesado, por lo que me siento bastante aliviado y aprieto el paso.

-“Andares, andares, quien dice andares dice Andalucia” (Andonio Machado) (*)

Más claro: “and-ares, and-ares, quien dice and-ares, dice and-alucía” (And-onio Machado)

-Pues usted dirá. Iba andando y de repente me topé con un muro y tuve que detenerme. Quizás tenía otras opciones, pudo retroceder y salir por los lados. Es cierto, o practicar la escalada o la espeleología. O salir volando, si fuera el caso, y usted fuera un ave o un pterodáctilo, según ha manifestado en alguna ocasión.

-“Esa obsesión por la coherencia”, rumiaba por lo bajo, evitando al caminar los árboles y las bocas de riego, mediante un sofisticado sistema de pasos laterales y pequeñas aceleraciones, tratando de romper de esa manera la monotonía de los pasos regulares, a razón de setenta y cinco centímetros la zancada.

-Me siento desestructurado y trato de recomponerme mediante la repetición de palabras con un significado preciso y unívoco. Aquellas que de ninguna manera se presten a confusiones ni dobles sentidos, y constituyan en sí mismas una entidad irreductible de la misma naturaleza, de momento, que las partículas elementales. Pongamos el quark.

 -Al caminar observo mis pies sobre el asfalto, con la certeza de que son entes ajenos a mi voluntad, y que si prosiguen no es por un deseo expreso de mi corteza cerebral, sino de de un centro de decisiones que en cualquier caso rebasa escasamente la altura de mis tobillos.

-Me detengo de repente para recomenzar de inmediato una carrera alocada que no sé adonde puede conducirme. Soy guiado por espasmos de mi musculatura estriada que no obedecen a mi voz de mando, ni siquiera a los impulsos nerviosos que trato de transmitir a mis extremidades inferiores mediante el consabido proceso de axón-sinapsis-dendrita, por lo que en un momento dado desisto de todo afán de control y me siento llevado por un vehículo que en cualquier caso me es ajeno.

-Definitivamente tendré que tomar alguna decisión que me saque de este marasmo, consistente en una velocidad de crucero que ni remotamente alcanza a la de una tortuga los días en que se siente fatigada. Calla de una vez, me digo, y no reflexiones más allá de lo estrictamente necesario. Verás como de inmediato tus pies inician unos pasos de baile que te llevaran de la parálisis del chotis a la agilidad de la cumbia, el tango y las revoleras del toreo a pie.

Antares, Antares, quien dice Antares, dice An(s)tronomía.

 
(*) Hay un problema, porque “Cantares, cantares ¿quién dice cantares? dice Andalucía”, no es de Antonio sino de Manuel Machado, y decir M-and-chado, ya parece excesivo.

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