-Podría haber sido otra cosa,
marinero, por ejemplo. Y se puede afirmar que al ser natural de La Rochelle
tenía todo a su favor: un puerto recoleto con una flota notable de embarcaciones
variadas, y un mar que se prestaba a todo tipo de aventuras (siendo además,
como había sido, un gran lector de escritores navegantes como Conrad,
Stevenson, Melville, y Pierre Loti). Pero decidió ser de tierra adentro, y
acabó perdiéndose en el páramo sin que hasta la fecha se haya vuelto a tener
noticia de él.
-Ando, y por un instante pienso
que si mi línea evolutiva hubiera seguido otros derroteros, en estos momentos
podría ser un ave y volar, aunque, dado el tiempo transcurrido, en ningún caso
podría ser un pterodáctilo, lo único que verdaderamente me hubiera interesado,
por lo que me siento bastante aliviado y aprieto el paso.
-“Andares, andares, quien dice
andares dice Andalucia” (Andonio Machado) (*)
Más claro: “and-ares, and-ares,
quien dice and-ares, dice and-alucía” (And-onio Machado)
-Pues usted dirá. Iba andando y
de repente me topé con un muro y tuve que detenerme. Quizás tenía otras
opciones, pudo retroceder y salir por los lados. Es cierto, o practicar la
escalada o la espeleología. O salir volando, si fuera el caso, y usted fuera un
ave o un pterodáctilo, según ha manifestado en alguna ocasión.
-“Esa obsesión por la coherencia”,
rumiaba por lo bajo, evitando al caminar los árboles y las bocas de riego,
mediante un sofisticado sistema de pasos laterales y pequeñas aceleraciones,
tratando de romper de esa manera la monotonía de los pasos regulares, a razón
de setenta y cinco centímetros la zancada.
-Me siento desestructurado y
trato de recomponerme mediante la repetición de palabras con un significado
preciso y unívoco. Aquellas que de ninguna manera se presten a confusiones ni
dobles sentidos, y constituyan en sí mismas una entidad irreductible de la
misma naturaleza, de momento, que las partículas elementales. Pongamos el
quark.
-Me detengo de repente para
recomenzar de inmediato una carrera alocada que no sé adonde puede conducirme.
Soy guiado por espasmos de mi musculatura estriada que no obedecen a mi voz de
mando, ni siquiera a los impulsos nerviosos que trato de transmitir a mis
extremidades inferiores mediante el consabido proceso de
axón-sinapsis-dendrita, por lo que en un momento dado desisto de todo afán de
control y me siento llevado por un vehículo que en cualquier caso me es ajeno.
-Definitivamente tendré que tomar
alguna decisión que me saque de este marasmo, consistente en una velocidad de
crucero que ni remotamente alcanza a la de una tortuga los días en que se
siente fatigada. Calla de una vez, me digo, y no reflexiones más allá de lo
estrictamente necesario. Verás como de inmediato tus pies inician unos pasos de
baile que te llevaran de la parálisis del chotis a la agilidad de la cumbia, el
tango y las revoleras del toreo a pie.
Antares, Antares, quien dice Antares,
dice An(s)tronomía.
(*) Hay un problema, porque
“Cantares, cantares ¿quién dice cantares? dice Andalucía”, no es de Antonio
sino de Manuel Machado, y decir M-and-chado, ya parece excesivo.
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