A la
mañana siguiente apenas recordaba lo sucedido la tarde anterior. Hasta tal
punto esto era así que cuando finalmente lo recordó todavía dudaba si lo había
soñado. Henry era una persona muy solitaria y ensimismada, que no se
relacionaba con nadie, por lo que haber recibido dos llamadas seguidas del
mismo número, ambas equivocadas, no le pareció algo normal, a pesar de que en
las dos ocasiones la persona al otro lado de la línea se había disculpado
escueta pero educadamente, sin preguntar nada más. Después de desayunar tuvo
una idea que le sorprendió a si mismo, pero que acabó aceptando a pesar de lo
extraño que pudiera parecerle. En los últimos tiempos se sentía demasiado
aislado y un tanto deprimido, por lo que lamentó no haberse hecho pasar como la
persona por la que preguntaban, después de todo, Georges, su segundo nombre,
coincidía con la de aquella, lo que posiblemente pudiera haber dado lugar a un
malentendido que prolongara el contacto. Finalmente al volver a casa como el
número desde el que le habían llamado estaba en la memoria de su aparato, se
decidió a llamar, aunque no sabía muy bien con qué propósito.
-¿Georges?
dijo cuando descolgaron, dándose cuenta de inmediato de que se había equivocado.
-Sí,
dígame.
-Buenos
días, perdone, me he equivocado, quiero decir si desde ahí llamaron a este
teléfono preguntando por Georges.
-Sí,
efectivamente ¿es usted Georges? Yo también me llamo así.
-Bueno
mire, en realidad no soy Georges, soy Henry, pero mi segundo nombre sí lo es, y
es posible que alguien piense que me llamo así.
-Mire,
yo ayer pregunté en ese número de teléfono por un tipo llamado Georges, que fue
al instituto Bradville conmigo en los años sesenta.
-¡Qué
casualidad, yo fui a ese centro en aquellos años!
-Se
trata de usted sin duda alguna, hasta su voz me dice algo. Seguramente olvidé
su primer nombre y me acordé solo de Georges.
-Puede
ser.
-Yo
también soy Georges, éramos los únicos de la clase con ese nombre, aunque en
usted fuera el segundo. Claro que hace muchos años.
-
Sin duda, pues al cabo de tantos años tú me dirás ¿Cómo me has localizado? Y si
te parece creo que lo más lógico es que nos tratemos de tú.
-
Desde luego. Mira es una historia un poco larga de contar. Si quieres nos vemos
un día de estos y nos ponemos al día.
- De
acuerdo, mañana mismo no tengo nada previsto.
- Me
parece perfecto. He vivido mucho tiempo fuera, pero he vuelto aquí por un
problema con mi madre. Es muy mayor y está muy delicada, pero ya sabes que con
la medicina de hoy todavía es posible que dure años.
- Es
increíble. ¡Y eso lo decimos nosotros que ya somos unos viejos!
-
Podríamos vernos a las siete en el Spencer´s en la calle74. No tiene pérdida.
Es el número 27, aunque enseguida lo verás porque tiene unos letreros muy
llamativos.
- Lo
conozco, Georges, allí estaré.
-Hasta
mañana Georges, perdona, Henry.
Georges
se retrasó y Henry llegó a pensar si el tipo aquel se estaba riendo de él, o no
tenía nada mejor que hacer que llamar por teléfono a la buena de dios sin
ningún sentido. Hay gente para todo. Afortunadamente, cuando ya estaba a punto
de irse, llegó un tipo de lo más común, casi calvo y con cara de garbanzo, que
pareció reconocerle y se disculpó de inmediato, poniéndose y quitándose el
sombrero con un gesto que le pareció más propio de los años cincuenta que del
siglo veintiuno. Durante los primeros minutos que estuvieron charlando después
de sentarse, se dedicó a escrutar la cara de aquel individuo con toda
minuciosidad, pero no logró hallar en él mínimo rasgo conocido, si acaso unas
orejas casi triangulares y sorprendentemente pequeñas y sin lóbulo, que creía
recordar de alguna parte, sin poder precisar. Luego se fijó sus manos y tampoco
le dijeron nada, claro que uno no suele estar atento a esas cosas cuando se
tienen dieciséis años, y con todo el tiempo que había pasado, más de cincuenta
años, era lo natural. Lo grave no era eso, sino que tampoco gran parte de lo
que contaba le decía nada, como si estuviera hablando de un lugar y unas
circunstancias que no tenían nada que ver con él, aunque durante ese rato se
mantuviera en silencio mientras asentía con la cabeza. Sin embargo, dada su
situación personal, decidió no decirle nada, y centrarse en el presente, por lo
que cuando por fin abrió la boca fue para preguntarle por su situación actual.
Georges le dijo que había sido policía, pero que ya estaba retirado y se
dedicaba a pasar el tiempo como buenamente podía. El hecho de que aquel tipo
hubiera sido policía le inquietó y pronto se vio a sí mismo tratando de
justificarse como si verdaderamente tuviera algo que ocultar. A continuación, le
dijo que con los años un profesional desarrolla un olfato especial y enseguida
se da cuenta de los problemas de los demás, lo que hizo que su inquietud se
transformara casi en temor, como si de repente aquel tipo fuera a acusarle de
cualquier cosa de su pasado. No tenía nada que ocultar, esa era la verdad, al
menos nada importante, pues si él y su amigo Joe acabaron quedándose con un dinero
de la empresa, hacía ya demasiados años para tener problemas en esos momentos.
-Henry,
veo que estás nervioso, pero no deberías preocuparte conmigo, ya no estoy en
activo. Mujeres, trabajo, dinero…todos hemos tenido algún problema en ese
sentido en el pasado.
-
Que seas poli me ha puesto algo nervioso, debo reconocerlo.
-
Tranquilízate. No es agradable que siempre te supongan como un tipo poco de
fiar. Compréndelo.
- Lo
entiendo.
-
Gracias, Henry. De todas maneras te veo mal. Te pasa algo y me gustaría
ayudarte por los viejos tiempos.
-
Georges, yo nunca fui al instituto Bradley.
- Ni
yo tampoco, Henry, te lo dije un poco al azar porque creo que por aquí hay uno
con ese nombre. No esperaba tu confirmación, pero te seguí la corriente.
-Yo
hice lo mismo.
- El
caso es que ambos estamos aquí y deberíamos pedirnos unos bourbons para
calentar calderas. Hace un frío que pela. Henry, deberías hacer como yo, llamar
por teléfono al azar de vez en cuando, a veces da resultado.
-Creo
que lo voy a hacer, Georges.
- Te
vendrá bien, Georges, perdón, Henry. ¡Camarero, dos bourbons!
(*) de “La ciudad de
cristal” (Trilogía de N. York) de Paul Auster (Ed. Jucar)
No hay comentarios:
Publicar un comentario