Solo pensar en él y soy
toda fluidos.
El dedo gordo del pie:
Venecia al fondo.
Eso no venía a cuento. Y
menos a novela.
El pasillo transcurría en
diagonal pero no en Barcelona.
Está ahí. Lo percibo, lo
veo. Casi lo toco allí.
Japón a la vuelta de la
esquina: el cerdo lleva gafas.
La necesidad imperiosa de
estradivar los violines.
Pi-po, pi-po. Misterios
del electromagnetismo de madrugada.
Llegará el momento en que
después: eso es todo.
Levántese el acusado: no
se trata de almorranas.
Por qué me pregunto, solo
se trataba de una mano.
La coherencia de su
discurso, sí. Pero hablábamos de jamones.
El sol entra a raudales
por los ventanales ¡aleluya! Aleluya.
El día se levantaba
indeciso, demasiadas incógnitas. Pero no llueve.
Su pene erecto sería
votado en todas las erecciones legislativas.
Andar consiste en poner
un pie delante del otro, pero si eres un cangrejo, al lado.
Siete mil seiscientos
millones de personas, pero no tantos orgasmos.
Por cierto, Dios en estos
precisos momentos está creando la 7.601.000.000.
Me recojo en una iglesia
y oro pero no todo reluce.
El círculo de ateos
celebrará una misa sin Teo, que quede claro.
Desayuno café con
picatostes. Luis no vino (ni cerveza).
Protocolo, prologo,
epílogo, posfacio: los militares de uniforme.
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