-Ese que ves ahí padece de hemorroides. No dice nada porque en su
opinión no se trata de publicitarlo en ámbitos en los que no tiene claro que
tal hecho vaya a ser valorado como se merece. La irritación es grave, seamos
sinceros, y quien sabe si entre los presentes pudiera existir algún miembro del
cuerpo de Bomberos que no tuviera inconveniente, sino todo lo contrario, en
hacer uso de sus conocimientos -con o sin manguera- para aliviar sus síntomas.
Sea entendido lo dicho en un sentido estrictamente realista o metafórico. En
cualquier caso, la mejoría podría ser instantánea.
-Esa que pasea jacarandosa desde primeras horas de la mañana por
el vecindario, no quiere perder ni un segundo en que su cuerpo serrano deje de
ser apreciado en su justa medida por los presentes en la calle a esas horas
intempestivas, ya sean feligreses camino de la iglesia o laboriosos
trabajadores camino del tajo, que no son exactamente lo mismo, a pesar de
presentar ciertas equivalencias que podrían documentar los analistas sociales.
Y los peritos calígrafos, por sorprendente que pueda parecer. Para pasearse con
tal donosura se ha levantado la susodicha apenas de amanecida, y ha sometido a
su cuerpo a un baño con agua perfumada de lavanda, y a continuación a un masaje
aromático tailandés suministrado por una trabajadora del hogar dotada para
tales empresas, sin ser una bacante ni una discípula de Safo. Tales actividades
han dejado su cuerpo apto para los fines explicitados más arriba. Su cuerpo terso
y fragante como el de una adolescente pre púber, si tal cosa es posible.
-Sólo puede decir algo con propiedad sobre el prurito anal aquel
que lo padezca o lo haya padecido, pero no quien tenga sobre el mismo un
conocimiento teórico, pero desconozca la esencia del escozor. Porque pudiendo
ser éste una especie de dolor, no lo es, sin embargo, en puridad, como diría
don Miguel de Unamuno (hombre hecho para otras latitudes, como el sentimiento
trágico de la existencia y el dolor de una España en decadencia). Ni tampoco se
trata de un simple picor, que para eso ya están los mosquitos que trabajan en
otros arrabales, llamando arrabal a cualquier ubicación del cuerpo que no se
atenga ni por asomo a lo que los menos reprimidos y los mal hablados denominan
simplemente “ojo del culo” (cosa que sin embargo sí hizo, Georges Bataille,
eminente intelectual francés que también discurseó con incontinencia sobre una
madame llamada Eduarda, por mal que suene).
-Aquel que disimula y se mesa los cabellos en el segundo pupitre
padece de un intenso dolor de cabeza, producido sin que él lo sepa por el
movimiento exacerbado de las neuronas de la corteza prefrontal de su cerebro. O
de su tallo. O de la raquis. O de la amígdala. Vaya usted a saber. Él, sin
embargo, lo desconoce, y se limita a ingerir cantidades industriales de ácido
sacetíl salicílico y paracetamoles, cuando una dosis simple de Nolotil de 575
mg cada ocho horas sería lo indicado. O como segunda opción una friega en la
frente con un aceite de aloe vera refinado a la menta. O ya, in extremis, si el
dolor alcanza lo inaguantable, adentrarse en las disquisiciones pre
existencialistas de un hijoputa alemán de nombre Martin Heidegger, aunque él
prefería ser conocido como “el Dassein” por excelencia, y acabó haciendo pasta
de jabón con los judíos de Mathausen.
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