lunes, 10 de octubre de 2016

FARALLONES



-El modo de andar de Anselmo  Gómez recordaba al de algunos automóviles en el preciso momento de quedarse sin gasolina en plena carretera. Como norma, deceleran y se acaban parando. Y con un poco de suerte aparcan en el arcén. Anselmo, sin embargo, por medio de un sistema aún no confesado, recarga su depósito con las suficientes proteínas e hidratos de carbono, y a diferencia del automóvil reanuda la marcha poco después hasta el próximo incidente de las mismas características.

-A Josefa se le ha metido en la cabeza que, en sus propias palabras, “eso de dormir es una solemne tontería”. Según ella, no se trata de algo natural inscrito en nuestros genes, sino que tal conducta es fruto de un aprendizaje vicario desde hace milenios. En consecuencia desde hace tiempo o no se acuesta y se queda en el salón viendo la tele, o si cayó en la tentación, se levanta y deambula infatigablemente por el interior de su domicilio. Solo en unas cuantas ocasiones sale a la calle donde comienza a ser conocida por los serenos y los visitantes de las casas de alterne como “la zombi”.

-Siempre quise ser un pájaro, y mi vida es un infierno teniendo que soportar la frustración de no serlo. Lo he intentado de mil maneras diferentes que no han tenido ninguna aceptación por parte de mi familia, amigos y conocidos. Ya sé que el bote de cola y las plumas no eran una opción con posibilidades, pero quizás dé resultado intentarlo dejándome caer desde los farallones y planeando. Aunque, después de todo, quizás ser pájaro sea algo más sencillo que todo eso y el pico y las alas sean lo de menos. Quizás solo se trate de tener de mí mismo un concepto afín al vuelo sin motor y la reproducción ovípara, como podría ser mi caso si pongo en ello cierto empeño.

- En la casa de reposo se ha organizado una buena trifulca que ha precisado la intervención de la policía. Al parecer Baldomero, un anciano al que llamar rijoso sería hacerle un favor, ha acosado la noche de autos a una de las ayudantas de cocina, que ha tenido que defenderse echando mano de un cuchillo de buenas proporciones, cuando el viejo ya había sacado su instrumento dispuesto a darle buen uso a horas tan intempestivas. Sorprendido de tal guisa por la fuerza pública como resultado de una llamada anónima, Baldomero ha objetado que esos prontos le suceden esporádicamente desde los años sesenta del siglo pasado, al recordar a David Niven en “Mesas separadas”, con la única diferencia de que el famoso actor británico utilizaba las salas de cine.  “Excelente película que ustedes deben ver en cuanto tengan ocasión” remató al ser reducido definitivamente.

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