lunes, 19 de diciembre de 2016

ZURULLOS



Estaba tan cansado de oír hablar de ellos desde el bachillerato, que solo pudo ser escritor cuando se decidió al limpiarse el culo con las obras completas de ambos.

Su empatía con los pobres y los desfavorecidos, le llevaba en ocasiones a desprenderse de cualquier cosa que llevara encima o tuviera en su domicilio, por valiosa que fuera. Afortunadamente para su equilibrio patrimonial, alguien le enseñó poco después otra forma de ayuda sin el desprestigio de la caridad. Por eso, a partir de entonces, cada vez que se encontraba con un pordiosero le decía “te voy a enseñar a pescar”, lo que para su sorpresa no producía en el indigente ninguna forma de alborozo.

Formaba parte de un pelotón de lanzallamas en una compañía de asalto, y cuando en cierta ocasión tras un ataque pudo observar dentro de una casa en ruinas a un niño calcinado y a otro en llamas, solo se le ocurrió gritar enajenado “¡viva la patria!”.

Creo en la Inmaculada Concepción, la resurrección de los muertos y el misterio de la transubstanciación (y en un paraíso lleno de huríes de ojos negros, cuando soy musulmán). El que alguien apenas cobre el salario mínimo interprofesional y sus hijos puedan pasar hambre, es un tema totalmente diferente y mucho más complejo, que nada tiene que ver con lo antedicho, y que debe obedecer a alguna razón práctica de difícil resolución.

La demagogia, por cierto, es una mala práctica. Una necesidad de buscar soluciones simples a problemas complejos, y por tanto irrealizables. Pero sobre todo una buena excusa para redimir de su culpa a los que mantienen situaciones incomprensibles, como la expresada en el párrafo anterior.

Fue un ser virtuoso que cumplió hasta el último día los mandatos del gobierno de la nación y los preceptos de su iglesia. Poco antes de morir, sin embargo, suplicó ir al baño en compañía de un diputado y del párroco. Allí, tras ímprobos esfuerzos, eliminó un zurullo de dimensiones casi cósmicas, y poco antes de expirar, dirigiéndose a sus acompañantes, apenas con un hilo de voz, pudo decirles “¡Ahí queda eso!”.

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