La concepción de un concepto puede ser un proceso
largo y difícil o corto y simple, y en bastantes ocasiones no tiene mucho que
ver con su complejidad. La teoría de la Relatividad Especial de Einstein
comenzó cuando a este se le ocurrió imaginar como sería el mundo si viajara
sobre un rayo de luz, y solo tardó unos años en formularla. El descubrimiento
del bronce, sin embargo, no tuvo lugar hasta que al hombre primitivo se le
ocurrió alear al cobre con el cinc, lo que por el contrario, le llevó cientos.
Hay conceptos cuya mera definición entraña un
contrasentido, y que, no obstante, pueden servir de fundamento a otros que han
tenido un éxito extraordinario a través de la historia. Por ejemplo, el de la Inmaculada Concepción, dogma sin el cual la religión católica no sería lo que ha
sido y sigue siendo, pues se sabe con total certeza que una mujer no puede
resultar embarazada sin la asistencia de un varón, en la modalidad que hoy se
quiera estimar. Y hablar de embarazos histéricos no hace al caso.
El concepto de combustión espontánea no ha sido
verificado de manera fehaciente, por más que en determinadas ocasiones los
seres humanos padezcan dolores de cabeza o ardores estomacales que parezcan
sugerirlo. O ataques de indignación, odio o humillación en el mismo sentido. O
enfermedades que suban su temperatura corporal por encima de los cuarenta y dos
grados hasta causar su deceso. Una lástima sin duda para los pirómanos, sean
estos bomberos o no lo sean.
El gasto de un palaferio podría ser un concepto perfectamente
razonable en la mecánica de fluidos, si suponemos que palaferio es sinónimo de
grifo, siendo en tal caso el producto de la velocidad de salida del líquido por
el área de dicha salida (G=SxV). Dado mi desconocimiento, solo me caben dos
soluciones, buscar en wikipedia por si suena la flauta, o ser un físico
eminente y un creador de lenguaje al mismo tiempo, lo que siendo poco frecuente
pudiera, sin embargo, ser posible.
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