sábado, 31 de diciembre de 2016

LIBERIOS



Liberio es incapaz de estarse quieto. Hace cosas sin parar. Se dice que, incluso dormido, gesticula, dando a entender que en su interior continúa la acción que el sueño interrumpió poco antes. En ocasiones, si hay que hacer caso a sus más allegados, Liberio aplaude, dando la impresión, por las caras que pone, que se aplaude a sí mismo con un entusiasmo difícil de controlar.

Fausto, por el contrario, es totalmente lo opuesto. Permanece sin moverse y en silencio durante horas, y cuando alguien se interesa por él, creyendo que puede pasarle algo, reacciona molesto y hasta con cierta violencia, pero con un discurso plenamente coherente y muy razonable, en el que se queja de la idiotez humana al creer que solo el movimiento y la agitación tienen sentido.

Remigio, por otro lado, reúne las características de los dos anteriores, y si en algunas ocasiones no para quieto, en otras ni pestañea, dando de esta forma a entender que, en resumidas cuentas, la vida consiste en la sucesión de estados bien diferenciados, sin que ninguno de ellos prevalezca sobre el otro, ni supongan una rareza o un desvarío.

Justo es diferente, y nunca presenta un comportamiento uniforme pues, según el momento, podría ser incluido en cualquiera de los anteriores. Tiene, por decirlo de alguna manera, un comportamiento espasmódico y aleatorio de difícil definición, en el que el movimiento o la quietud no son criterios que puedan ser aplicados con justicia.

De Edelmiro, por otro lado, más vale no hablar, al reunir en sí mismo unas cualidades que, puestas por escrito, desdicen las verdaderas, hechas en todo caso para ser dadas a conocer de viva voz. Otra cosa desmerecería y haría de sus sobresalientes cualidades una parodia de las auténticas.

Atanasio Gómez Zardoya no tiene, en puridad, ningún elemento común con los precedentes, y si se le menciona en este resumen de individuos sorprendentes, es a petición de sus familiares, personas adictas al susodicho, que de esta manera tratan de que salga del letargo en el que se sumió cuando años atrás, quebró la mercería que regentaba en compañía de su esposa. Al parecer, el mundo se ha quedado pequeño para él sin la venta de combinaciones, puntillas, fajas y demás prendas interiores de señora.

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