martes, 13 de diciembre de 2016

VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE CONCEPTO. ONCE



Hay conceptos de los que parecen haberse adueñado algunos individuos, normalmente reunidos en ciertas instituciones, que los han hecho suyos, como si ellos mismos los hubieran creado (algo por otro lado no descartable, tiempo atrás). Conceptos a los que aluden con bastante frecuencia y mayor entusiasmo, aunque analizados en detalle resulten un tanto vagos y difíciles de identificar. Son conceptos que se refieren a realidades, por decir algo, a las que han convertido en propiedad privada. Se me ocurren principalmente dos que han tenido un valor en la existencia de los pueblos a lo largo de su historia: patria y dios.
La patria, palabra solemne y repleta de un valor emocional que no admite matices, es un concepto esencial del que hablan habitualmente los militares y al que recurren ciertos políticos en momentos emotivos y en los de crisis, sabiendo el valor de su resonancia. Es un concepto que remite a un valor “esencial” por encima del territorio de que se trate y de sus habitantes. Una idea sublime, casi inmarcesible que, sorprendentemente, ellos suelen ahormar dentro de determinados valores que son su fundamento y que solo a ellos compete definir. Hasta tal punto esto es así, que quienes no los compartan pueden ser tachados de antipatriotas y hasta traidores, aunque se trate de los propios vecinos o habiten en la calle de al lado. A los verdaderos patriotas, según su propio punto de vista, les repugna que se empleen otras palabras en lugar de la que venimos refiriéndonos, dígase nación, país o estado. Patria es algo más, un valor íntimo, sublime que yace en el interior de cada patriota por mucho que a ellos mismos les cueste definirlo. Sin embargo, como se dijo más arriba, quienes se consideran tales, precisan determinadas cualidades que hacen a los individuos más o menos merecedores de tal calificación. En su opinión, alguien que sea monárquico y católico, en principio parece merecerlo más que otro que sea ateo y republicano, por ser el sistema político y la religión dos características muy importantes en tal sentido. Si a ello, siguiendo con nuestro país, por no ir más lejos, añadimos otras características propias de la tierra como los toros, el fútbol y la jota (valga la guasa: aquí caben otras aficiones o amores, propias o no del folclore), miel sobre hojuelas. Y no digamos nada si se añaden la bandera y el himno nacional, símbolos, después de todo que tienen una historia en el tiempo y no son eternos (la bandera de la Armada en tiempos de Carlos III, y la Marcha Real de los Borbones, que se convirtió en himno a principios del siglo pasado).
Concepto pues este de patria un tanto vago, del que parecen estar desterrados quienes no compartan determinados valores con independencia del lugar de nacimiento y la lengua. O estar al corriente de sus obligaciones fiscales. Seguiremos hablando.
De Dios hablaremos en otra ocasión.

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