Estoy con mi
cuñado en unos grandes almacenes. Ha llegado el verano y quiere comprarse unas
camisas de manga corta, pero me dice que no es capaz de ello si antes no me
corto el pelo. Aunque no entiendo la razón de fondo porque no veo la relación,
estoy de acuerdo con él, y me doy prisa para hacerlo en una peluquería de las
inmediaciones. Al verme volver ya rapado, percibo su alegría aunque no lo
manifiesta externamente, y casi de inmediato se compra al azar varias camisetas
deportivas sin mangas, que dejan totalmente al descubierto sus axilas,
mostrando una pilosidad que hubiera necesitado unas tijeras mucho más que mi
cabeza.
Se celebra una
ceremonia religioso militar, que ya en sus prolegómenos es seguida con atención,
e incluso entusiasmo, por un colectivo afín a ambas instituciones. Cuando el
acto va a comenzar, se organiza un pequeño revuelo, pues lo oficiantes no
tienen claro el papel que cada uno de ellos debe representar. El que supuestamente
iba a hacer de cura, duda poco antes de ponerse la casulla, y reclama el
uniforme del otro. Este, a su vez, duda, pero no se deja a hacer cuando el
supuestamente religioso trata de quitarle la gorra y la guerrera con las
estrellas de coronel. Ante tal situación, dos individuos, al parecer muy
motivados por la inquietud de la concurrencia, salen de trapillo de entre los
espectadores, y mientras uno reza con devoción, el otro manda firmes con una
voz enérgica que no deja lugar a las vacilaciones.
En Urgencias, el
traumatólogo, un antiguo conocido, me manda de inmediato unas radiografías.
Dada nuestra amistad, él mismo me acompaña a Rayos X, pues según dice tiene un
interés personal y casi morboso en mi caso. Al entrar en la sala, trastabillo y
casi me caigo por un desnivel del suelo no advertido. El médico se enfada
conmigo y me grita reprochándome la falta de atención “pues el Estado no puede
gastarse lo que no tiene con pacientes tan insignificantes”, ante lo cual
reacciono con la energía que se espera de un varón ya entrado en años pero con
una autoestima suficiente, y le digo que la radiografía se la va a hacer su
señora madre que, por cierto, en paz descanse.
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