jueves, 28 de agosto de 2014

COBERTURAS

1)     Hablo con C por teléfono. Me dice que no es el momento adecuado porque está en el baño.  Le digo que a mí no me importa. Se oye el ruido del agua y unos jadeos que no se corresponden con las funciones habituales en aquel lugar. Ella habla de forma entrecortada y dice sí, sí continuamente, aunque yo no le pregunte nada. No debe oírme o su teléfono debe estar fuera de cobertura, porque al poco rato se corta y me es imposible conectar de nuevo.
2)     X y yo asistimos a clase de manualidades. Intentamos hacer una vasija de barro, pero se nos desmorona continuamente, y ni siquiera podemos meterla a cocer en el horno. Abandonos la tarea y nos dedicamos a hacer pajaritas de papel, fabricando veinte en menos de diez minutos. El profesor se acerca y nos dice que ese no es el tema y que deberíamos ceñirnos a él: algo falla en los elementos que empleamos para hacer la vasija. En un instante, sin embargo, las veinte pajaritas echan a volar y el profesor aplaude entusiasmado, sin considerar que al instante los pájaros milagrosos tienen sus necesidades y ponen todo perdido.
3)     Voy a visitar a H que vive al otro lado de un puente de madera muy estrecho. Mi coche pasa justo, pero a la mitad se atranca. Me bajo y observo la situación. No me parece tan grave, vuelvo a subir y me digo que ese puente “lo paso por cojones” (sic). Arranco en primera y piso a fondo el acelerador. El puente se cae, y el coche y yo con él al mismo tiempo. En el trayecto hasta el río me da tiempo a pensar que si fuera, por ejemplo, una paloma, el asunto no tendría mayor trascendencia.
4)     Dos mujeres jóvenes y muy guapas me abordan por la calle a dormir en su casa sin intercambiar demasiadas impresiones. Al llegar me invitan a un poleo de menta y enseguida nos vamos los tres a su habitación.  Una vez allí y me piden que me desnude añadiendo “te vas a enterar”, y apagan la luz. Cuando espero expectante a que ellas lo hagan, oigo que se van y cierran la puerta con llave por afuera. Como no sucede nada más, acabo tumbándome en la cama, hasta que me duermo a pesar de la emoción del momento. A media noche se vuelve a abrir la puerta, me despierto y puedo verlas con un tipo enorme al que llaman Urug, que dirigiéndose a mí me dice que nunca debería fiarme de las apariencias. Luego se acerca a la cama y se desprende del taparrabos.
5)     Sentada en una terraza de un café del Barrio latino de París, una mujer aún joven me aborda y se sienta a mi lado sin más preámbulos.  Me habla de inmediato de su incapacidad para ser feliz, a pesar de tener un marido maravilloso y cuatro hijos de corta edad a los que quiere con locura. Insiste en que no es feliz porque no sabe exactamente lo que le falta, y se siente mal y culpable porque no deja de ser una privilegiada. Le digo que debiera hacerse monja de clausura y renunciar a las cosas de este mundo. Como movida por un resorte se levanta súbitamente, y con lágrimas en los ojos me da las gracias y me dice que ya es feliz y que Bernard sabrá cuidar de los niños. Luego se aleja.
6)     X no para de hacer operaciones aritméticas, encerrado en su cuarto. No come y casi no bebe. Sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, raíces cuadradas, etc… ocupan todo su tiempo. No emplea calculadora. Trato de establecer contacto con él, pero solo me responde con papeles, en los que previamente ha garabateado cualquiera de las operaciones antes mencionadas como respuesta. Cuando ya dispuesto a que acabe la pantomima entro en la habitación con un cuchillo en la mano, me dice algo que me enternece “perdona, papá: sufro un delirio matemático”. Luego nos abrazamos.



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