Desde mi
habitación oigo unas voces de mujer, pero no puedo distinguir lo que dicen. El
tono es el habitual en una conversación intranscendente. Es verano, y aunque no hace calor, la humedad
hace el ambiente muy bochornoso. No es por lo tanto el momento para ponerse
trascendente (si tal cosa es posible), o para tratar temas que nos puedan
inquietar. Las mujeres, sin duda al corriente de tal inconveniencia, hablarán
de cualquier cosa para pasar el tiempo, que es de lo que se trata. Es incluso
posible que hagan alusión a esa característica atmosférica tan desagradable,
aunque la temperatura no alcance los veinticinco grados. Claro que
esporádicamente, una de ella levanta la voz con unas risotadas extemporáneas
que hacen pensar otra cosa. Sin duda una simpleza, porque si se tratara de una
ironía o un humor refinado, no habría lugar para tales demostraciones. La
localidad está en fiestas y a esta hora bastante gente de los pueblos de los
alrededores se acerca por aquí, y ni que decir tiene que en esos lugares no se
dan precisamente las mentes más preclaras. Y menos para ser capaces de captar
sutilezas, y no se tome esto como un sarcasmo de clase. Es la pura realidad.
A las primeras
voces se han añadido poco después las de unos niños, o más precisamente unas
niñas, aunque escuchándolas durante unos momentos quizás se trate solo de una, pues ya se sabe que a esa edad, según se trate de uno u otro
requerimiento, la gente joven es capaz de cambiar la voz para conseguir lo que
se propone. Las mujeres parecen haber desaparecido, algo que sin embargo me
extraña, pues por las inmediaciones de donde están discurre una carretera con
bastante tráfico, y no puedo creerme que las hayan dejado solas. Sería una imprudencia
imperdonable. Por lo tanto, supongo que se han dado cuenta de que estaban
hablando a voces, y se han vuelto más discretas. Se encuentran en las
proximidades de la entrada del hotel donde estoy alojado, y hablar así no resulta lo más indicado, teniendo en cuenta
que los huéspedes son gente bien. Y que conste que no me incluyo yo, y no por
falsa modestia, sino porque es la pura verdad. Estoy aquí por pura casualidad
como regalo de la empresa donde trabajo por mi rendimiento durante el último
año.
Quiero con esto
decir que aunque no sea una persona adinerada, sí soy un buen trabajador, e incluso
un trabajador distinguido (según dicha empresa, claro está). Aquí podría
alargarme en consideraciones del binomio capital/trabajo, y la diferente manera
en que ambos son tratados en el mundo empresarial, pero no lo voy a hacer para
no resultar pesado, y porque ese tipo de temas necesitan un guión previo y no
pura improvisación, como estoy haciendo yo en estos momentos.
Las voces han
desaparecido totalmente, posiblemente porque me equivocaba y se trataba de
huéspedes, que finalmente han optado por entrar en el hotel. Por la ventana veo
que ha empezado a chispear y tampoco era cuestión de quedarse al aire libre calándose.
Con casi total seguridad las madres y las niñas se encuentran ahora en el hall
del hotel, y mientras ellas continúan con los temas que les interesan, las niñas
posiblemente juegan y corretean de aquí para allá, que en ese ambiente, y lo
digo por experiencia propia, suele resultar de lo más molesto para los demás
huéspedes. Son las siete de la tarde, la hora ideal en esta época para charlar
tranquilamente en los sofás y canapés del vestíbulo, algo para lo que resulta
verdaderamente enervante que dos niñas corran, griten y empujen. Los temas
tratados allí no serán de lo más importante, como sucedían con las madres, pero
sí el mero hecho disfrutar de esa sensación de tranquilidad que suele
respirarse en esos momentos en tales sitios. E incluso, en un hotel de estas
características, sentir la satisfacción de saberse en un lugar a resguardo de
la vulgaridad del mundo exterior.
Desde luego que
lo que acabo de decir solo lo puedo suponer, pero aunque pueda parecer
presuntuoso, siempre he tenido buena vista en este tipo de situaciones. Es poco
probable que las madres y las niñas (¿o la niña?) se alejaran caminando bajo la
lluvia. Es fácil de deducir. No se oyen por lo tanto voces, sino solo el ruido
de los motores de los coches y de sus ruedas al deslizarse sobre el pavimento
mojado. Es curioso, pero el agua hace que se tenga la impresión que los
vehículos más que rodar, se deslizan, algo que como todo el mundo sabe, no es el caso. Entre otras cosas
porque pronto se oiría el ruido bastante más aparatoso de un accidente. Me
sorprendo a mí mismo al poco rato de oírlos, dándome cuenta de que soy capaz de
distinguir el tipo del que se trata. Los camiones y autobuses, siendo muchos
mayores y más pesados, hacen un ruido más evidente y grave, aunque saber eso no
suponga ningún mérito, pero creo que yo ya puedo diferenciar entre los propios
coches los de mayor y menor cilindrada, y desde luego las motos y las
motocicletas más ligeras, lo que a lo mejor ya no es tan sencillo. Da la
impresión que mantienen por turno una especie de conversación en la que a cada
uno de ellos solo les interesa hacer hincapié en su propia personalidad, y no
está del todo claro que los menores envidien a los mayores, ni viceversa. Para
ello deberíamos tener en cuenta el criterio con el que lo hacen, si es que lo
hacen, algo que aunque dudoso, desgraciadamente está fuera de nuestro alcance.
Creo que
finalmente voy a bajar al lounge del hotel para verificar si mis suposiciones
son ciertas. Aquí debo confesar que los niños nunca me han gustado demasiado, y
que por lo tanto si fuera así, saldré a la calle o me sentaré en la barra del
bar, lejos de la locura que esos diablillos suelen organizar a su alrededor.
Mañana creo que volveré a sentarme a la misma hora cerca de la ventana para
ejercitar mi oído y mi imaginación, pues además tengo la certeza que en este
lugar, como en muchos otros, los acontecimientos se suceden habitualmente de la
misma manera (o de una forma muy similar), siguiendo una secuencia establecida,
aunque no lo parezca. Quizás la empresa lo valore en su justa medida y me
recompense de nuevo con una estancia parecida. En cualquier caso, no debo
olvidar el paraguas.
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