jueves, 8 de enero de 2015

RADARES SIETE

De vuelta al pueblo, después de una cervecita a modo de aperitivo, nos metimos en un restaurante que dejaba mucho que desear, pero que Vladimir consideró que sus propietarios se lo merecían, por ser un matrimonio con dificultades de supervivencia que ponía al mal tiempo buena cara, echando mano del refranero español posiblemente para no liarse con explicaciones más complejas, teniendo en cuenta que, según luego me contó, el marido no hacía demasiado tiempo que había salido de la cárcel por asuntos que no me pudo aclarar. Cosa de faldas, creo que dijo al final. Nuestro almuerzo fue de lo más frugal. Yo me comí una tosta de morcilla con queso de cabrales (¿), y él un sándwich vegetal, pues según me explicó, aparate de querer llegar a la cena en condiciones, en los últimos tiempos, estaba intentando disminuir la ingesta de “seres vivos” (sic), que lo pasan muy mal cuando son sacrificados, algo que yo acepté sin rechistar y sin aludir en ningún caso al tipo de dentadura del homo sapiens, que no lo equipara en absoluto con un rumiante, aparte de tener unos incisivos (vulgo colmillos), un tanto inquietantes (aunque no para las lechugas, por cierto). Después de un postre compartido consistente en una tartaleta de manzana, y dos cafés cortados, nos despedimos de la abnegada pareja, pudiendo observar en la cara de la esposa unas marcas sorprendentes debajo de un ojo, que no tenían en absoluto el aspecto de habérselas hecho con el quicio de la puerta ni la esquina del aparador. Pero, en fin.
Vladimir se quedó en su casa y yo me fui al hotel, donde casi de inmediato me metí en la cama con prisas, como si tuviera que cumplir una misión que no admitía demoras. De hecho, intenté soñar con burbujas de jabón o cualquier otro tipo de material plástico, como hacía con frecuencia, pues me resultaban relajantes. Sin embargo no fue así, y en su lugar, soñé con la publicación de un edicto, por el cual el gobierno informaba que debido a una desviación de la trayectoria de la tierra sobre su eclíptica, se prolongaba el año indefinidamente por falta de datos, que serían comunicados oportunamente para la celebración del las  frustradas cenas de Año Viejo y sus correspondientes cotillones. Me sentí conmocionado dentro del propio sueño, y me desperté casi a las nueve de la tarde empapado de sudor, y con una angustiosa sensación de extrañamiento.A ello colaboró sin duda que lo hiciera como consecuencia de una llamada de Recepción, en donde a mi vuelta había dado instrucciones al respecto. Nunca hay que desaprovechar ninguna ocasión en la que quede claro el tipo de relaciones objetales que se están manteniendo. Y el personal de Recepción me lo acabaría agradeciendo como una forma de ayuda para ubicarse en el mundo.

A pesar del sofoco y los temblores, me levanté de inmediato y me metí de cabeza en la ducha, si tal metáfora sirve para aclarar algo. Lo hice con agua muy fría, que me hizo creer por un instante que estaba en el Polo Norte y yo era un pingüino, algo que en un momento de lucidez posterior rectifiqué con el agua a punto de ebullición, salvándome por los pelos de quemaduras de primer grado. Después de vestirme a toda prisa en plan proletario, bajé rápidamente hasta Recepción, donde una chica jovencita y con cara de pena me deseó feliz noche y Año Nuevo, a lo que no contesté con toda intención, esperando su reacción. Me alejé unos pasos, y al ver su perplejidad y la tristeza de su cara por mi reacción en el cristal de la puerta de salida, me volví hacia ella, le sonreí ampliamente y le dije “tengo una hija de tu edad, no sabes cuanto te quiero, cariño”, y le estampé un par de besos que sonaron en el lounge casi como dos disparos, y que la dejaron imagino que aún más perpleja, pero con una cara de felicidad que no parecía simulada. Yo, es que cuando me dan estos arrebatos sentimentales soy de lo más tierno, lo que afortunadamente hace que en el fondo tenga de mí un concepto aceptable que compensa mis ataques de hijoputismo militante, desgraciadamente demasiado frecuentes. Iba además vestido humildemente de trapillo, como contrapunto a la majadería generalizada de vestirse de gala en esa noche maravillosa, en la que los seres humanos somos conscientes de forma dolorosa de que el tiempo podrá no existir desde el punto de vista de la Física Moderna y laTeoría de la Relatividad Especial, pero es un hecho incontrovertible para todos los seres vivos que no se trasladen por el universo a velocidades cercanas a las de la luz. Es decir: para todos. TINUARÁ

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