domingo, 25 de agosto de 2019

UNIVERSOS

Tengo una vaga idea de cómo empezó la discusión. Se trataba de un desacuerdo insignificante. Tan insignificante que no recuerdo el asunto en concreto del que se trataba. Algo del cielo, las estrellas, las galaxias y toda esa parafernalia que al parecer existe por encima de los tejados. Quizás algo relacionado con la distancia mínima entre los cuerpos celestes, o quién sabe si sobre su composición o su difícil equilibrio para no salir cada cual disparado en su propia dirección. Hacia donde ya es otro cantar. Pero también pudo tratarse de que si el cosmos es infinito o finito y cosas por el estilo.
Sí, ya recuerdo. En tu opinión el cosmos debía terminar abruptamente, en una especie de muro, pared o algo similar. Es decir, primero las estrellas con sus planetas, y luego las galaxias, los cúmulos de galaxias, los púlsares y los agujeros negros, etc. Todos dirigiéndose alocadamente hacia el horizonte donde repente, plaf, un muro o similar les impide seguir adelante. El muro final, decías tú. “Pero final ¿cómo? Porque después del muro algo habrá…” creo que fue mi pregunta, y eso ya te sacó de tus casillas. “Tú y tu inveterada costumbre de nunca dar por concluido ningún asunto…” trataste de apuntillarme, y que a partir de ese momento me mantuviera con la boca cerrada. Resumiendo, tuve que sacar mis conclusiones: un muro y punto, eso es lo que tú sentías y yo debía cerrar el pico. Pero el muro para ti, y perdona que siga con mi incorregible forma de polemizar, debía por lo tanto ser infinito. De infinito grosor, claro está, pero ya no tuve la oportunidad de continuar porque te levantaste y diste por terminada nuestra conversación. Las cosas son como son, como uno las siente y se acabó con los análisis, qué carajo. Así se quedó de satisfecho el mismísimo Aristóteles, que más allá de ser un genio que acertó en muchas cosas (sus famosos silogismos, principio de toda lógica, remember?) dijo también una cantidad de majaderías considerable. Por ejemplo, que los cuerpos celestes y especialmente las estrellas giraban alrededor de La Tierra incrustadas en siete esferas de cristal. Con dos cojones. Menos mal que Galileo y sus amiguetes inventaron las lentes y los telescopios, que si no aviados estaríamos. Saluda al muro de mi parte, como metáfora del cemento armado de algunas molleras no está mal. Por cierto, y ya para terminar: la Tierra no es plana. Seguro.

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