Tengo una vaga idea de cómo empezó la discusión. Se trataba de un
desacuerdo insignificante. Tan insignificante que no recuerdo el asunto
en concreto del que se trataba. Algo del cielo, las estrellas, las
galaxias y toda esa parafernalia que al parecer existe por encima de los
tejados. Quizás algo relacionado con la distancia mínima entre los
cuerpos celestes, o quién sabe si sobre su composición o su difícil
equilibrio para no salir cada cual disparado en su propia dirección.
Hacia donde ya es otro cantar. Pero también pudo tratarse de que si el
cosmos es infinito o finito y cosas por el estilo.
Sí,
ya recuerdo. En tu opinión el cosmos debía terminar abruptamente, en una
especie de muro, pared o algo similar. Es decir, primero las estrellas
con sus planetas, y luego las galaxias, los cúmulos de galaxias, los
púlsares y los agujeros negros, etc. Todos dirigiéndose alocadamente
hacia el horizonte donde repente, plaf, un muro o similar les impide
seguir adelante. El muro final, decías tú. “Pero final ¿cómo? Porque
después del muro algo habrá…” creo que fue mi pregunta, y eso ya te sacó
de tus casillas. “Tú y tu inveterada costumbre de nunca dar por
concluido ningún asunto…” trataste de apuntillarme, y que a partir de
ese momento me mantuviera con la boca cerrada. Resumiendo, tuve que
sacar mis conclusiones: un muro y punto, eso es lo que tú sentías y yo
debía cerrar el pico. Pero el muro para ti, y perdona que siga con mi
incorregible forma de polemizar, debía por lo tanto ser infinito. De
infinito grosor, claro está, pero ya no tuve la oportunidad de continuar
porque te levantaste y diste por terminada nuestra conversación. Las
cosas son como son, como uno las siente y se acabó con los análisis, qué
carajo. Así se quedó de satisfecho el mismísimo Aristóteles, que más
allá de ser un genio que acertó en muchas cosas (sus famosos silogismos,
principio de toda lógica, remember?) dijo también una cantidad de
majaderías considerable. Por ejemplo, que los cuerpos celestes y
especialmente las estrellas giraban alrededor de La Tierra incrustadas
en siete esferas de cristal. Con dos cojones. Menos mal que Galileo y
sus amiguetes inventaron las lentes y los telescopios, que si no aviados
estaríamos. Saluda al muro de mi parte, como metáfora del cemento
armado de algunas molleras no está mal. Por cierto, y ya para terminar:
la Tierra no es plana. Seguro.
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