jueves, 29 de agosto de 2019

SENEGAL

Debo llegar al hotel en cuestión antes de que anochezca, me están esperando pues sin mi presencia no pueden tomar ninguna decisión. No se trata de que yo tenga alguna información especial sin la que no puedan seguir adelante, sino que simplemente sin mi presencia física todo sería inútil. Nunca me he sentido tan importante, creo que eso es fácilmente comprensible. Cuál es la verdadera razón para que esto sea así, lo desconozco. Es sencillamente un dato que me ha sido confirmado con anterioridad por diferentes vías. De hecho, antes de salir de viaje ya lo sabía: soy fundamental para el objetivo del que se trata, y por raro que pueda parecer, lo de menos son las razones.
La situación es sin embargo bastante desalentadora, pues aunque debo estar solo a un par de kilómetros del hotel donde está instalado el puesto de mando, no logro ubicarme con exactitud para al menos transmitírselo y tranquilizarles. Estamos en contacto por teléfono, pero nuestros móviles no tienen GPS ni nada parecido, son muy antiguos y voluminosos y sirven exclusivamente para comunicarse mediante la voz. De esta manera, de lo único que puedo informarles es que estoy en un lugar en el que escasean los puntos de referencia. Aquí, justo a mi lado, existe un edificio que por su aspecto debió ser una iglesia, pero que en la actualidad son poco más que unas ruinas, entre las que llego a percibir lo que debió ser la cabeza de la estatua de un apóstol, un santo o algo parecido. Poco más allá puedo distinguir unos arcos que pudieron formar parte de unos soportales, pero no puedo ser mucho más concreto.
En función de lo anterior, le digo a mi interlocutor en el hotel que estoy en una zona donde no hace mucho debió haber ocurrido un terremoto o en una zona de guerra, aunque no se oigan los disparos, quizás los contendientes se han dado una tregua. Lo único que tengo claro es que un descampado cercano, unos individuos de raza negra con toda la pinta de obreros (la mayoría lleva puesto el casco reglamentario), tratan de construir algo parecido a un muro, posiblemente la base sobre la que se alzará el resto del edificio. Por cierto, si las cosas no varían, será el único de la zona. Un poco más lejos también puedo ver con algunas dificultades (la atmósfera está muy cargada), algunas hormigoneras, una grúa y una especie de estructura metálica de tubos de la que cuelgan unas lonas que también podrían ser confundidas con unas
banderas viejas o abandonadas. Y a mí alrededor sobre todo humo, mucho humo proveniente de algunas fogatas que parecen estar comenzando a extinguirse. Y no le puedo decir más. Esa es toda la información que puedo transmitir. El tipo del hotel, para mi sorpresa se ríe y me dice que soy un ingenuo, y me pregunta si no me he enterado que no solo en mi zona sino en toda la ciudad la situación es parecida. Que acabo de hacerle una descripción casi exacta del lugar donde se encuentra el hotel, que es el único edificio que se mantiene en pie en la suya.
Todo me parece muy extraño, pues hasta ahora yo no tenía ninguna noticia de que este lugar estuviera así. Le digo que espere un momento, que voy a preguntar a los obreros por si pueden darme alguna referencia más del sitio donde me encuentro. Para mi sorpresa esos tipos no hablan mi idioma en absoluto y por lo tanto no puedo informarme de nada. Finalmente cuando me alejo de ellos unos pasos para volver a telefonear, uno que tiene la pinta de ser el jefe se dirige a mí y me dice “Nosotros, Senegal, nosotros Senegal” varias veces. Y eso es todo. Con esta información vuelvo a hablar con el del hotel, y le comento que siendo esto así, es muy posible que estuviéramos en Francia, pues Senegal fue una antigua colonia y allí todo el mundo habla francés, y con casi total seguridad los trabajadores eran inmigrantes. “Así que no me extrañaría que estuviésemos en París después de una catástrofe nuclear, porque ahora que caigo todos los negros usan mascarilla” le digo para terminar. “Oiga, oiga…”, escucho al otro lado del teléfono, “¿pero usted no sabe dónde aterrizó su avión?” me gritan. Y cuando le voy a contestar pierdo definitivamente el contacto. No sé donde estoy y cuando me doy la vuelta, veo que los africanos vienen hacia mí con unos artilugios que nada tienen que ver con la construcción de edificios, y que vistos de cerca yo juraría que se trata de machetes. No sé donde estoy, eso es un hecho, pero creo adivinar que dada la que se me avecina, eso no va a tener la menor importancia.

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