miércoles, 14 de agosto de 2019

A SABER

 JA

Vivo en la zona norte de Madrid, una de las mejores de la ciudad. Estoy jubilado y cobro poco más de dos mil euros al mes, después de haber cotizado al máximo desde los veinte años. En estos tiempos que corren soy en buena medida un privilegiado. La mayoría de jubilados cobran menos, y de hecho incluso mucha gente, aún trabajando, también. Y tienen a su cargo hijos u otros familiares, que no es mi caso. A dos kilómetros de mi domicilio está situada una urbanización llamada La Moraleja. No tengo datos fiables pero por los signos externos (chalets, jardines, personal de servicio, vehículos, etc) supongo que esas personas no pueden vivir con menos de unos diez mil euros mensuales. A dos kilómetros al sudoeste hay otra urbanización más moderna de similar categoría, llamada Conde de Orgaz, en la que las características deben parecidas a la anterior. A menor distancia, sin embargo, hay otras aglomeraciones de viviendas muy diferentes. Una de ellas forma el llamado barrio de Manoteras, y no demasiado lejos el conocido con barrio de la UVA.
Vivo en un piso de alquiler de de setenta metros cuadrados de superficie, por un precio bastante económico por razones que no vienen al caso, siendo la principal el hecho de en su día haber tenido suerte (mediante oposición, en todo caso), y haber sido funcionario del estado en una época en la que de alguna manera se les protegía (bien o mal hecho, en eso no me meto) para compensar otros déficits. Después de todo, no teniendo ya a nadie que dependa de mí, soy un afortunado. Supongo que en Manoteras y en la UVA hay gente que podría envidiarme, aunque con toda seguridad pensarán que en las otras urbanizaciones mencionadas más arriba están en una situación mucho mejor. Teniendo esto en cuenta y suponiendo que buena parte de la gente a la que me he referido no llegarán a percibir el sueldo que yo tengo, algunos poco más y la mayoría menos, me digo que en este país no hace falta compararnos con otros como Sudán, Burundi, Malaui, Eritrea o Haití (por solo mencionar a algunos). La desigualdad está aquí mismo, solo tiene usted que abrir las ventanas de su casa y mirar. Es posible que quienes habitan en las zonas residenciales que he mencionado sean gente de mucho nivel o gran categoría profesional, no tengo datos, aunque me atrevo a opinar que más que de eso se trata de personas que se han beneficiado de su patrimonio familiar (llámelo herencia) o que en el sistema que vivimos han rentabilizado un capital que posiblemente ganaron en buena lid. Yo tengo dos carreras superiores o que podrían llamarse así (los curiosos serán bienvenidos), pero tal cosa no ha hecho que en mis mejores momento ganara mucho más que en la actualidad. Y doy gracias, que conste. Posiblemente no hice lo que hubiera debido para estar mejor. Debe ser por lo tanto otra cosa lo que ha hecho que los individuos que habitan en esos lugares privilegiados (y muchos otros) hayan llegado donde están. Y permanezcan ¿No habrá gente parecida en Manoteras o la UVA? Seguramente no, aunque si buscamos con cierto empeño, es posible que entre ellos encontremos a gente cualificada o con carreras superiores. O que llevan toda una vida matándose a trabajar ¿Qué pasa entonces? Es muy sencillo: vivimos en un sistema en el que lo verdaderamente importa es el dinero que usted tenga, trabaje usted o no. Sea usted Einstein o un auténtico cretino. Esa es la pura realidad. Sí, ya sé, el sistema comunista no funcionó. Tranquilo, no se trata de salir la calle a pegar fuego a los contenedores de basuras y mucho menos a las iglesias. Ni de asaltar los supermercados. Además la policía está ahí para algo y suele cumplir rigurosamente con su cometido. Faltaría más, después de todo, son funcionarios. En cualquier caso, insisto: yo no me
quejo porque soy un privilegiado, pero no un idiota. ¿No habrá otra solución para que las diferencias no sean tan hirientes? El mercado se autorregula mediante la mano invisible. Ja!

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