sábado, 31 de agosto de 2019

INSTITUTOS

Me he comprado un payaso. Bueno, no exactamente, pues al menos que yo sepa los payasos no están a la venta. Pero el resultado final es como si me lo hubiera comprado. Se trata de Baldomero, un señor de mediana edad, andará rondando los cincuenta, al que he contratado para que haga de payaso. Al principio no ha sido fácil porque el buen hombre no tenía ni idea de cómo desempeñar tal papel, así que antes de ponerse a la labor, durante una semana le he tenido viendo películas cómicas de la época gloriosa del cine de humor, especialmente a Charlot y Buster Keaton, que podían darle una idea de lo que yo pretendía. También le he puesto a los hermanos Marx, pero no le han gustado, sobre todo Groucho, el del bigote, que según él no tiene ni pizca de gracia y además era comunista. Para terminar y matizar un poco más el carácter carpetovetónico que yo pretendía darle al personaje, le he pasado varias grabaciones de “los Payasos de la tele” (Gaby, Fofo y Miliki), de Charlie Rivel y de los hermanos Tonetti.
El hecho es que a partir de la segunda semana en la que ya ha podido empezar a actuar, todo ha resultado perfecto y no he parado de reírme, hasta el punto que con frecuencia tenía que decirle, ordenarle más bien, que se estuviera quieto, pues a mediodía como suele ser habitual, yo también comía y no estaba dispuesto a morir de inanición. No fue fácil convencerle, pues a esas horas él insistía en hacer el pino, algo que en general me provoca auténticos espasmos de gozo, y me desternillaba con la imposibilidad de sostener el tenedor, por mencionar solo a un cubierto.
Para que se hagan una idea, les puedo decir que pasamos prácticamente todo el día juntos, con independencia de lo que yo tenga que estar haciendo, aunque quizás lo más divertido y el verdadero éxito de nuestra relación, suceda cuando salimos a pasear por la calle. Lo más normal es que ambos vayamos a pie, pero a él con frecuencia se le ocurren algunas variantes. Por ejemplo, una que a mí me parece genial, es cuando uno de los dos, nos trasladamos en silla de ruedas, como si fuéramos un impedido o algo del estilo. Es descacharrante teniendo en cuenta que él se ha convertido en un auténtico maestro de la mímica y la gesticulación. Cuando nos cruzamos, la gente nos saluda efusivamente, y no sería la primera vez que alguien, sobre todo los mayores, se
dirige a nosotros y nos confiesa que se alegra de estar todavía vivo y haber tenido la oportunidad de vernos. A él en esos momentos siempre se le ocurren respuestas originales o algún gesto de agradecimiento que hace que la cosa no se quede ahí y quieran hacerse una foto con nosotros, especialmente con él, seamos sinceros, cuando va en la silla en la que se empeñan en subirse para que el asunto resulte todavía más llamativo, aún a riesgo de batacazo.
Sin embargo, todo lo bueno se acaba, y a eso de las ocho de la tarde Baldomero tiene que irse y debo quedarme solo. Se me hace duro, para qué voy a decir otra cosa, después de pasar todo el día desternillándome a su lado. Debo sin embargo confesar que algunas noches cuando me acuesto me siento extenuado, teniendo en cuenta, además, que suele llamarme poco después por teléfono para ver cómo me encuentro y contarme un par de chistes nuevos y alguno de los chascarrillos clásicos nacionales, que más allá de provocarme una risa casi agónica están a punto de darme la puntilla. Al día siguiente, sin embargo, me encuentro fresco como una lechuga y cuando a eso de las ocho de la mañana llama al telefonillo desde la calle, siento un subidón memorable, una alegría desbordante que no se me va a pasar hasta la hora de la siesta, momento en el que Baldomero me permite media hora de descanso. Algunos conocidos no están de acuerdo, pues son de la opinión que este payaso resulta demasiado acaparador, y que los continuos ataques de risa que sufro a lo largo del día van a causarme algún trastorno cardiorrespiratorio de tanto sofoco continuado.
Pero se equivocan porque tengo en la manga algunos recursos alternativos que pueden resultar infalibles. Y es que en cualquier momento antes de llegar al paroxismo, puedo ordenarle que cambie de rol. Por ejemplo, de payaso podría pasar a profesor de instituto de los años cincuenta del siglo pasado. Solían ser personas serias y muy consecuentes, que traerían la paz a una vida, la mía, demasiado agitada y necesitada con urgencia de un receso. Y no descarto decirle que se olvide de lo anterior, se pertreche de los acomodos necesarios, y se mantenga a mi lado como una señorita de provincias de la misma época, que tan buen resultado dieron a tantos españoles. Incluso puedo sugerirle que vaya un tanto descocada. Todo se andará y ustedes serán los primeros en enterarse. Se lo prometo. Suyo affmo: Luis María

jueves, 29 de agosto de 2019

SENEGAL

Debo llegar al hotel en cuestión antes de que anochezca, me están esperando pues sin mi presencia no pueden tomar ninguna decisión. No se trata de que yo tenga alguna información especial sin la que no puedan seguir adelante, sino que simplemente sin mi presencia física todo sería inútil. Nunca me he sentido tan importante, creo que eso es fácilmente comprensible. Cuál es la verdadera razón para que esto sea así, lo desconozco. Es sencillamente un dato que me ha sido confirmado con anterioridad por diferentes vías. De hecho, antes de salir de viaje ya lo sabía: soy fundamental para el objetivo del que se trata, y por raro que pueda parecer, lo de menos son las razones.
La situación es sin embargo bastante desalentadora, pues aunque debo estar solo a un par de kilómetros del hotel donde está instalado el puesto de mando, no logro ubicarme con exactitud para al menos transmitírselo y tranquilizarles. Estamos en contacto por teléfono, pero nuestros móviles no tienen GPS ni nada parecido, son muy antiguos y voluminosos y sirven exclusivamente para comunicarse mediante la voz. De esta manera, de lo único que puedo informarles es que estoy en un lugar en el que escasean los puntos de referencia. Aquí, justo a mi lado, existe un edificio que por su aspecto debió ser una iglesia, pero que en la actualidad son poco más que unas ruinas, entre las que llego a percibir lo que debió ser la cabeza de la estatua de un apóstol, un santo o algo parecido. Poco más allá puedo distinguir unos arcos que pudieron formar parte de unos soportales, pero no puedo ser mucho más concreto.
En función de lo anterior, le digo a mi interlocutor en el hotel que estoy en una zona donde no hace mucho debió haber ocurrido un terremoto o en una zona de guerra, aunque no se oigan los disparos, quizás los contendientes se han dado una tregua. Lo único que tengo claro es que un descampado cercano, unos individuos de raza negra con toda la pinta de obreros (la mayoría lleva puesto el casco reglamentario), tratan de construir algo parecido a un muro, posiblemente la base sobre la que se alzará el resto del edificio. Por cierto, si las cosas no varían, será el único de la zona. Un poco más lejos también puedo ver con algunas dificultades (la atmósfera está muy cargada), algunas hormigoneras, una grúa y una especie de estructura metálica de tubos de la que cuelgan unas lonas que también podrían ser confundidas con unas
banderas viejas o abandonadas. Y a mí alrededor sobre todo humo, mucho humo proveniente de algunas fogatas que parecen estar comenzando a extinguirse. Y no le puedo decir más. Esa es toda la información que puedo transmitir. El tipo del hotel, para mi sorpresa se ríe y me dice que soy un ingenuo, y me pregunta si no me he enterado que no solo en mi zona sino en toda la ciudad la situación es parecida. Que acabo de hacerle una descripción casi exacta del lugar donde se encuentra el hotel, que es el único edificio que se mantiene en pie en la suya.
Todo me parece muy extraño, pues hasta ahora yo no tenía ninguna noticia de que este lugar estuviera así. Le digo que espere un momento, que voy a preguntar a los obreros por si pueden darme alguna referencia más del sitio donde me encuentro. Para mi sorpresa esos tipos no hablan mi idioma en absoluto y por lo tanto no puedo informarme de nada. Finalmente cuando me alejo de ellos unos pasos para volver a telefonear, uno que tiene la pinta de ser el jefe se dirige a mí y me dice “Nosotros, Senegal, nosotros Senegal” varias veces. Y eso es todo. Con esta información vuelvo a hablar con el del hotel, y le comento que siendo esto así, es muy posible que estuviéramos en Francia, pues Senegal fue una antigua colonia y allí todo el mundo habla francés, y con casi total seguridad los trabajadores eran inmigrantes. “Así que no me extrañaría que estuviésemos en París después de una catástrofe nuclear, porque ahora que caigo todos los negros usan mascarilla” le digo para terminar. “Oiga, oiga…”, escucho al otro lado del teléfono, “¿pero usted no sabe dónde aterrizó su avión?” me gritan. Y cuando le voy a contestar pierdo definitivamente el contacto. No sé donde estoy y cuando me doy la vuelta, veo que los africanos vienen hacia mí con unos artilugios que nada tienen que ver con la construcción de edificios, y que vistos de cerca yo juraría que se trata de machetes. No sé donde estoy, eso es un hecho, pero creo adivinar que dada la que se me avecina, eso no va a tener la menor importancia.

lunes, 26 de agosto de 2019

ESFERAS

Ernesto se despertó y lo primero de lo que se dio cuenta fue que le dolía la cabeza. De hecho, de que le dolía mucho la cabeza. No era algo frecuente, pero lo cierto es que en las ocasiones en las que bebía más de la cuenta ya le había pasado. Incluso, con los años, que le pasara era bastante habitual. Esta vez, sin embargo, lo especial, lo verdaderamente nuevo, era que no le dolía exactamente la cabeza, sino el lugar donde solía tenerla, que como se puede comprender fácilmente, no es lo mismo. Es decir, su verdadera sensación, siendo más precisos, fue que no tenía cabeza, sino un sitio ahí arriba donde se suponía que antes estaba la cabeza. Se asustó bastante pero no hizo nada. Pudo haber alargado la mano y tocarla para comprobarlo, pero no lo hizo: tuvo miedo de no encontrarla, y que en el lugar donde se suponía que debía estar (y no está de más recordar que le dolía mucho) no hubiera nada. Que allí solo existiese un revoltijo de ideas y sensaciones. Un sitio que puede doler, pero que en realidad no existe.
Por otro lado, casi simultáneamente, se dio cuenta de que tenía la boca muy pastosa, algo bastante habitual cuando la noche anterior uno se ha pasado con el alcohol, pero en esta ocasión, lo diferente era que su boca se había convertido también en otra cosa. Su boca no era exactamente su boca, y por más que con su lengua intentara sentir el paladar, no podía. Su forma cóncava por la que podía deslizarla habitualmente, no era precisamente cóncava sino que daba la sensación de haberse convertido en algo esférico. Esta sensación tan rara se sumó de inmediato a su extrañeza por el hecho descrito en el párrafo anterior. Por lo tanto, si ni su cabeza era verdaderamente su cabeza ni su boca era verdaderamente su boca, ¿quién era él, entonces? A lo mejor en el transcurso de aquellas horas desde que se acostó, él, Ernesto, la persona bajo cuya apariencia se presentaba ante los demás (¡y ante sí mismo, ojo!) ya no existía. Era otra cosa que no podía precisar: un cúmulo de sensaciones desagradables que empezaban a angustiarle profundamente.
Intentó calmarse cerrando los ojos (los había abierto un instante poco antes), diciéndose que solo se trataba de un mal sueño, de una pesadilla que se desvanecería en cuanto se despertara definitivamente. Pero sus ojos no respondieron a sus deseos, y fue consciente de que en realidad tampoco eran exactamente sus ojos. Al menos, no los de siempre, pues solo podía percibir una tenue luz blanca, aunque ni siquiera blanca.

domingo, 25 de agosto de 2019

ESO

Ernesto se despertó y lo primero de lo que se dio cuenta fue que le dolía la cabeza. De hecho, de que le dolía mucho la cabeza. No era algo frecuente, pero cuando el día anterior había bebido más de la cuenta podía pasarle. Incluso, con los años, que le pasara era de lo más normal. Esta vez, sin embargo, lo especial, lo verdaderamente nuevo, era que no le dolía exactamente la cabeza, sino el lugar donde solía tenerla, que como se puede comprender fácilmente, no es lo mismo. Es decir, su verdadera sensación, siendo más precisos, fue que no tenía cabeza, sino un sitio ahí arriba donde se suponía que antes estaba la cabeza. Se asustó bastante pero no hizo nada. Pudo haber alargado la mano y tocársela para comprobarlo, pero no lo hizo: tuvo miedo de no encontrar nada. Que el lugar donde se suponía que debía estar su cabeza (y no está de más recordar que le dolía mucho) se hubiera evaporado, hubiera desaparecido. Que allí solo existiese un revoltijo de ideas y sensaciones. Un sitio que puede doler, pero que en realidad no existe.
Por otro lado, casi simultáneamente, se dio cuenta de que tenía la boca muy pastosa, algo bastante habitual cuando la noche anterior uno se ha pasado con el alcohol, pero en esta ocasión, lo diferente era que su boca se había convertido también otra cosa. Su boca no era exactamente su boca, y por más que con su lengua intentara sentir el paladar, no podía. Su forma cóncava por la que podía deslizarla habitualmente, no era precisamente eso. Podría decirse que más que un lugar donde se alojaba su lengua, era un volumen esférico. Su boca se había convertido en una especie de esfera. Esta sensación tan rara se sumó de inmediato a su extrañeza por el hecho anterior. Es decir: ni su cabeza era verdaderamente su cabeza ni su boca, su boca ¿Quién era él, entonces? A lo mejor en el transcurso de aquellas horas desde que se acostó, él, Ernesto, la persona bajo cuya apariencia se presentaba ante los demás (¡y ante sí mismo, ojo!) ya no existía. Era otra cosa que no podía precisar. Un cúmulo de sensaciones desagradables que empezaban a angustiarle profundamente.
Intentó calmarse cerrando los ojos (los había abierto un instante poco antes), diciéndose que solo se trataba de un mal sueño, de una pesadilla que se desvanecería poco después, en cuanto se despertara definitivamente. Pero sus ojos no respondieron a sus deseos, y fue consciente de que en realidad tampoco eran exactamente sus ojos. Al menos, no los habituales, pues solo podía percibir una tenue luz blanca, aunque ni siquiera blanca.

UNIVERSOS

Tengo una vaga idea de cómo empezó la discusión. Se trataba de un desacuerdo insignificante. Tan insignificante que no recuerdo el asunto en concreto del que se trataba. Algo del cielo, las estrellas, las galaxias y toda esa parafernalia que al parecer existe por encima de los tejados. Quizás algo relacionado con la distancia mínima entre los cuerpos celestes, o quién sabe si sobre su composición o su difícil equilibrio para no salir cada cual disparado en su propia dirección. Hacia donde ya es otro cantar. Pero también pudo tratarse de que si el cosmos es infinito o finito y cosas por el estilo.
Sí, ya recuerdo. En tu opinión el cosmos debía terminar abruptamente, en una especie de muro, pared o algo similar. Es decir, primero las estrellas con sus planetas, y luego las galaxias, los cúmulos de galaxias, los púlsares y los agujeros negros, etc. Todos dirigiéndose alocadamente hacia el horizonte donde repente, plaf, un muro o similar les impide seguir adelante. El muro final, decías tú. “Pero final ¿cómo? Porque después del muro algo habrá…” creo que fue mi pregunta, y eso ya te sacó de tus casillas. “Tú y tu inveterada costumbre de nunca dar por concluido ningún asunto…” trataste de apuntillarme, y que a partir de ese momento me mantuviera con la boca cerrada. Resumiendo, tuve que sacar mis conclusiones: un muro y punto, eso es lo que tú sentías y yo debía cerrar el pico. Pero el muro para ti, y perdona que siga con mi incorregible forma de polemizar, debía por lo tanto ser infinito. De infinito grosor, claro está, pero ya no tuve la oportunidad de continuar porque te levantaste y diste por terminada nuestra conversación. Las cosas son como son, como uno las siente y se acabó con los análisis, qué carajo. Así se quedó de satisfecho el mismísimo Aristóteles, que más allá de ser un genio que acertó en muchas cosas (sus famosos silogismos, principio de toda lógica, remember?) dijo también una cantidad de majaderías considerable. Por ejemplo, que los cuerpos celestes y especialmente las estrellas giraban alrededor de La Tierra incrustadas en siete esferas de cristal. Con dos cojones. Menos mal que Galileo y sus amiguetes inventaron las lentes y los telescopios, que si no aviados estaríamos. Saluda al muro de mi parte, como metáfora del cemento armado de algunas molleras no está mal. Por cierto, y ya para terminar: la Tierra no es plana. Seguro.

lunes, 19 de agosto de 2019

IT IS TO SAY

…después de todo amamos (o lo que usted entienda por un afecto que pueda parecérsele) a quien nos reconoce, tanto si es porque cumple con las expectativas que en él o ella depositamos como si, frustrándolas, coincide con algún aspecto que nos favorece. Es imposible amar a quien no coincide con nosotros en algo que necesitamos perentoriamente. Tanto sea la abundancia de un vello profuso y ensortijado en el pecho rebasando la camisa, como que rían nuestras gracias, aunque no la tengan en absoluto. Podemos amar a un enano con cascabeles o a un gigante desabrido fuera se sí, siempre que nos devuelvan una imagen que nos reafirme y aumente nuestra autoestima. Y si no fuera de esta manera, deberíamos examinar el caso con detenimiento, pues más allá de un masoquismo en ciernes, existe también la posibilidad de una querencia por el regreso de la esclavitud, y con ello el descubrimiento del tirano que nos habita ¿Qué otra razón podría haber si no fuera, in extremis, la imperiosa necesidad de darles el pecho? Por otro lado ¿cómo querer a un presumible hijo puta que nos destroza la vida o como mínimo nos zahiere con su incomprensión? Hete aquí un problema que ni los ordenadores más evolucionados podrían resolver, pues guiándose por el simplismo de los considerandos aristotélicos, sólo llegarían a resoluciones sencillas, pero sobre todo erróneas. It is to say: naveguemos por mares procelosos, que en su profundidad nos aporten soluciones que escapen a la mera regla del tres. Esas, y no otras fueron las fórmulas que para nuestra ventura o desgracia, nos hicieron descender de los árboles y aventurarnos en la sabana, rebosante como mínimo de leones, hienas y otras alimañas. Libemos pues el néctar, la ambrosía que subyace a toda enajenación, pues nadie se presta a desmanes que no hace suyos de alguna manera. Aceptemos que, a nuestro pesar, la historia, la nuestra incluida, no se escribe con las palabras que un día pretendimos, por más que nos pese. Que vivir plenamente consiste quizás en gestionar lo que nos es ajeno, y que vivir menos es reafirmarnos en la que ya somos y sabemos. Aceptemos por tanto las contradicciones cómo oportunidades de hacernos mayores y más grandes, lo que nunca serán, por más que se empeñen, los ñus ni las cebras atravesando (huyendo más bien) por el Serenguetti adelante. Sentir nuestra piel que se nos escapa por más que nuestras manos la acaricien, y huyan sin saberlo a regiones nunca evidentes, dónde la esperanza es lo último que se pierde. Saber así de nuestras limitaciones, cuándo quisiéramos ser lo que nuestras acuarelas, puestos a ello, nunca podrían demostrar. Quedarse en aguafuertes, esbozos de lo que podría ser y que, sin embargo, no nos alcanza para hacernos mejores ni más felices, Aceptar, en fin, que no por decir quiero, todo sucederá como deseamos, y que la herida en nuestro costado nunca nos abandona, pues es algo inherente a nuestra naturaleza, que con tanta frecuencia queremos negar. Incluso Cristo tuvo que pasar por tal experiencia. Esta es pues mi opinión en lo que hace al tema referido, si lo he entendido correctamente, claro está.
(Sin comentarios)

miércoles, 14 de agosto de 2019

MUNDOSS

Benjamín se puso malo de la noche a la mañana. Hasta ese momento su salud había sido magnífica, hasta el punto que muchos de sus vecinos no podían evitar decirle cuando le veían “Qué buen aspecto tiene, Benjamín” o “Benjamín, cada día le encuentro mejor. Ese color. Esa vitalidad”, y cosas parecidas. Y que conste que Benjamín era una persona especial y sobre todo muy reservada, que en principio no parecía prestarse a tales familiaridades. Pero un día cualquiera, inesperadamente, nuestro hombre cambió radicalmente, una transformación súbita que alertó incluso a los menos documentados: mucho más delgado y con la tez amarillenta, lo que enseguida hizo pensar en un problema de hígado. Pero de hígado, nada de nada, pues después de los análisis pertinentes, el médico le dijo que tenía el hígado estupendamente. “Tiene usted el hígado más fresco que una lechuga” fueron exactamente sus palabras, algo a considerar teniendo en cuenta que el doctor era además vegetariano y sabía de lo que hablaba. Así que la investigación debió orientarse en otro sentido, pero fue inútil. De acuerdo con todo tipo de análisis, resonancias magnéticas, escáneres, tacs etc, Benjamín estaba completamente sano, a pesar de su aspecto de agonizante.
En plan confidencial, el médico ha informado a su familia-a la de Benjamín, claro está- que no le sorprendería que se maltratara a sí mismo. No que sufriera ataques autolíticos y se infringiera quemaduras, cortes o cualquier tipo de barbaridad por el estilo, tan frecuentes en estos enfermos, sino algún otro trastorno de difícil casuística, en su opinión casi imposible de averiguar. Se trataba sobre todo de su firme voluntad de “estar mal”, una especie de venganza frente por razones para él absolutamente desconocidas. Algo así como si con su aspecto tratara de agredir al mundo causante de su infelicidad: “no estoy de acuerdo con vosotros, así que ahora veis el estado de postración en que me encuentro y os jodéis”. Unos ataques de auténtica mala hostia, en resumidas cuentas, de los que, al menos en apariencia él era su primera víctima. El vecindario incomprensiblemente pareció aceptar su culpabilidad y para quitársela de encima está empezando a urdir un posible “ajuste de cuentas”, que haga inútil los esfuerzos del interfecto para maltratarles. La opinión mayoritaria es que para llevarlo a cabo lo mejor sería utilizar un arma blanca, a pesar de lo aparatoso del resultado, al dejar muchos restos y la necesidad imperiosa de un equipo de pintores en el lugar de autos.

MUNDOS

El mundo puede ser considerado en su totalidad como una esfera rocosa de consistencia variable, desplazándose por el cosmos a una velocidad uniforme, siguiendo una trayectoria regular alrededor de una estrella de tamaño medio, llamada Sol, mientras gira sobre si misma con una rotación también uniforme. Tiene una serie de características estudiadas con bastante precisión en los libros de astronomía, geodesia, topografía y física, aunque no sea este el lugar más apropiado para detallarlas. Destaca, sin embargo la existencia en su interior de un núcleo metálico muy denso, que origina alrededor del planeta un campo magnético intenso que repele con éxito la radiación solar, originándose con relativa frecuencia en la proximidad de los llamados polos, un bonito espectáculo de luz y color conocido como aurora boreal. En este llamativo marco tuvo lugar, un fenómeno sorprendente llamado “vida”, algo que se vio muy favorecido por la existencia de un elemento que resultó decisivo a tales efectos, y que hoy se conoce con el nombre de agua.
Los seres que por sus cualidades básicas han sido naturalmente llamados “vivos”, son unos elementos bien diferenciados del resto de la materia por algunas características estudiadas profusamente en algunos tratados de biología y otras ciencias afines, pero que aquí solo consideraremos someramente. Baste decir que casi todos tienen una característica en común, su movilidad, es decir, la facultad de trasladarse de un punto A a otro B mediante determinado sistema de propulsión propio. De todas maneras, quizás lo más llamativo de los seres vivos es que solo lo son durante un período determinado de tiempo, tras el cual pasarán de nuevo a formar parte de la llamada materia inerte, de la que salieron mediante un complicado proceso que concluyó con la creación de los denominados aminoácidos y proteínas, estudiados con detalle en los tratados de bioquímica. Y ya que lo hemos mencionado, quizás sea este el lugar adecuado para afirmar que se ha comprobado que el origen de la vida tuvo lugar con casi total certeza en el agua, mediante procesos que al parecer implican al componente magmático de los estratos más profundos del planeta. Existen otras teorías en las que se considera que dicho fenómeno ha podido ser importado a la Tierra desde el espacio exterior por medio de cometas o meteoritos.
De la misma manera, hoy en día es de conocimiento general que en dichas aguas, que componen las dos terceras partes de la superficie del planeta, viven unos seres a los que se ha dado en
denominar peces, y con los que siguiendo el razonamiento inicial, nos unen ciertos lazos aunque no resulten del todo evidentes en una aproximación a simple vista. El besugo, por razones que todo el mundo conoce, es uno de ellos. Hay que tener en cuenta para aceptarlo, que desde la aparición de la primera bacteria o de los organismos procariotas hasta hoy, han transcurrido la friolera de tres mil quinientos millones de años, a ojo de buen cubero. En el mar, que así ha sido denominada la acumulación de agua, no solo hay peces, sino que abundan otros tipos de seres de los que solo daremos dos ejemplos: mamíferos y celentéreos. El componente no acuoso es llamado tierra, y en la misma también tiene lugar en la actualidad una profusión de vida, diversificada en una enorme cantidad de especies, entre las cuales parece evidente que existimos nosotros, seres humanos, llamados así porque procedemos del “humus”, al que regresaremos una vez cumplido nuestro ciclo vital. Una de nuestras características, que se hace evidente en la mera existencia de esta hoja de papel, es nuestra facultad de escribir a máquina o similar, utensilio que pone en evidencia cualidades de orden superior que nos facultan para construir herramientas.
El ser humano, según algunos integrantes de esta especie, es al parecer la obra magna de la naturaleza, y su característica más sorprendente es su capacidad para tener conciencia de si mismo, algo que en ocasiones es motivo de grandes alegrías y en otras de profundas tristezas, momentos en los cuales, determinados de entre ellos se entregan a extraños rituales, como podrían ser, respectivamente, la asistencia masiva a espectáculos deportivos y la construcción de fonemas en determinado orden, dando lugar a la llamada poesía, muy incomprendida en bastantes ocasiones. De ninguna de ambas actividades disfrutan, por ejemplo, los rumiantes, pudiendo ser esa una de las razones por los que habitualmente los vemos pacer sosegadamente en los campos ajenos a tales aficiones, pero capaces de alcanzar un estado próximo a la felicidad absoluta, según Nietzsche. También existe una enorme cantidad de seres humanos que creen que han sido creados y mantenidos con vida por un Ser Superior al que llaman Dios, alguien al parecer extraordinario, aunque no se manifieste de ninguna manera y nadie le haya visto. Estos seres, por otro lado, imbuidos de una gran inteligencia, han llegado a pensar que, dada su superioridad, quizás la última finalidad del universo haya sido el hecho de que ellos mismos existan, concepto no muy alejado del denominado “principio antrópico”. Lo cierto es que han proliferado enormemente sobre la superficie de la Tierra, hasta el punto que, a pesar de su considerable tamaño, compiten con las prolíficas ratas, aunque quedan bastante por detrás de los llamados insectos, cuyo peso en millones de kilos es equiparable al del continente africano.
Aunque como se dijo al principio una de las características fundamentales de los seres vivos es su capacidad de movimiento, entre los hombres hay quienes deciden permanecer quietos y rehúsan realizar un gasto mínimo de energía en tal sentido. Sobre todo a cierta edad, hay sujetos
atacados de determinadas patologías, que deciden sentarse en una silla y permanecer de tal guisa hasta la hora de dormir, lo que en general no le agradecen sus allegados, pues llegan a constituirse en un incordio. Capítulo aparte merecen dos subtipos, los catatónicos y los encamados. Los primeros, sujetos a procesos mentales internos de difícil casuística, han decidido no moverse en absoluto y, normalmente, mirar a un punto fijo con la mente abstraída vaya usted a saber donde. Los segundos se han hecho fuertes en la cama, de la que no se mueven, y aunque haya profesionales que les tachan de deprimidos profundos, hay quienes lo aprovechan para llevar una vida fecunda dedicada a la escritura y los juegos de azar. Finalmente existe otro tipo, por lo general enmascarado entre el público general, que se dedica a la contemplación, y con cierta dedicación es posible verlos en terrazas, cafeterías o lugares adecuados, contemplando sus alrededores con verdadero interés. Entre ellos destacan los oteadores de horizontes, empeñados en que su contemplación acabará retribuyéndoles de alguna manera, como si tras el mismo, improvisadamente, pudiera tener lugar algún tipo de parusía o el advenimiento de lo que llevan esperando largo tiempo, sea tal cosa lo que fuere. El mundo, sin embargo, parece permanecer ajeno a estos pormenores y no se desvía lo más mínimo de su eclíptica, sabedor posiblemente de la inutilidad de los cambios de trayectoria, aunque los electrones dentro del átomo no sean de la misma opinión.

GALLINAS

Ulpiano come huevos todos los días de la semana en cualquiera de sus formas: fritos, duros, al plato o escalfados. E incluso en arroz a la cubana. Pero lo llamativo es que cada vez que lo hace, después de haberlos comido cuando el camarero le retira el plato, él indefectiblemente le dice muy serio: “hay que felicitar a la gallina”. Y si no lo dice, malo. Quiere decir que el ave no se ha esmerado, y el producto de sus desvelos no estaba a la altura que era de esperar. Y eso sucede una de cada veinte veces, por decir un porcentaje aproximado. El camarero, que es a la vez uno de los propietarios del establecimiento, de vez en cuando para corresponder a tan amable cliente, le presenta poco después a la gallina, que trae en brazos desde el corral, no demasiado lejos de la cocina. Algunas veces, afortunadamente pocas, la ponedora llega bastante alborotada y llena el local de plumas y excrementos, lo que el resto de comensales no parece dispuesto a consentir así como así. A raíz de una de las últimas ocasiones, el camarero ha aconsejado al comedor de huevos que cambie de menú, ofreciéndole como sustitución ragout de ternera, especialidad de la casa, y dorada al horno. Ulpiano lamenta en su fuero interno el cambio, porque si el ragout está bueno va a ser imposible, que el camarero le presente al animal de procedencia, aunque no descarta una pecera en plan simbólico. Dicen que las gallinas desde entonces van a sentirse muy ofendidas y es posible que hagan una huelga de huevos, valga la cacofonía, algo después de todo no tan importante, pues a partir de ese momento podrán aumentar las pepitorias y los caldos de ave, muy ricos como todo el mundo sabe con un chorrito de jerez.
TOLERANCIAS
Efrén empezó a tomar valium a los ocho añitos, de resultas de unos ataques muy feos que el médico especialista no supo tratar de otra manera. El niño se ponía insoportable y no atendía a razonamientos de ningún tipo. Desde “Mira Efrensito, te tienes que portar bien porque de no ser así Jesusito se va a poner muy triste” a otros más enérgicos como “Mirá Efrén, dejáte de boludeces si no quieres recibir un par de buenas hostias”, que le decía su padre, madrileño recriado en la Pampa. Pero todo inútil, al niño pronto hubo que subirle la dosis y a los quince años ya se trajinaba una cajita con cincuenta comprimidos por semana. Él llegó un momento que llevado por su entusiasmo adictivo exclamaba tras cada toma “¡Y además están muy ricos!”, refiriéndose, como es natural, a lo único que le tranquilizaba. Es lo que ha sido calificado desde entonces por los profesionales de la salud como “Una terapia como es debido, tolerancias aparte”.

A SABER

 JA

Vivo en la zona norte de Madrid, una de las mejores de la ciudad. Estoy jubilado y cobro poco más de dos mil euros al mes, después de haber cotizado al máximo desde los veinte años. En estos tiempos que corren soy en buena medida un privilegiado. La mayoría de jubilados cobran menos, y de hecho incluso mucha gente, aún trabajando, también. Y tienen a su cargo hijos u otros familiares, que no es mi caso. A dos kilómetros de mi domicilio está situada una urbanización llamada La Moraleja. No tengo datos fiables pero por los signos externos (chalets, jardines, personal de servicio, vehículos, etc) supongo que esas personas no pueden vivir con menos de unos diez mil euros mensuales. A dos kilómetros al sudoeste hay otra urbanización más moderna de similar categoría, llamada Conde de Orgaz, en la que las características deben parecidas a la anterior. A menor distancia, sin embargo, hay otras aglomeraciones de viviendas muy diferentes. Una de ellas forma el llamado barrio de Manoteras, y no demasiado lejos el conocido con barrio de la UVA.
Vivo en un piso de alquiler de de setenta metros cuadrados de superficie, por un precio bastante económico por razones que no vienen al caso, siendo la principal el hecho de en su día haber tenido suerte (mediante oposición, en todo caso), y haber sido funcionario del estado en una época en la que de alguna manera se les protegía (bien o mal hecho, en eso no me meto) para compensar otros déficits. Después de todo, no teniendo ya a nadie que dependa de mí, soy un afortunado. Supongo que en Manoteras y en la UVA hay gente que podría envidiarme, aunque con toda seguridad pensarán que en las otras urbanizaciones mencionadas más arriba están en una situación mucho mejor. Teniendo esto en cuenta y suponiendo que buena parte de la gente a la que me he referido no llegarán a percibir el sueldo que yo tengo, algunos poco más y la mayoría menos, me digo que en este país no hace falta compararnos con otros como Sudán, Burundi, Malaui, Eritrea o Haití (por solo mencionar a algunos). La desigualdad está aquí mismo, solo tiene usted que abrir las ventanas de su casa y mirar. Es posible que quienes habitan en las zonas residenciales que he mencionado sean gente de mucho nivel o gran categoría profesional, no tengo datos, aunque me atrevo a opinar que más que de eso se trata de personas que se han beneficiado de su patrimonio familiar (llámelo herencia) o que en el sistema que vivimos han rentabilizado un capital que posiblemente ganaron en buena lid. Yo tengo dos carreras superiores o que podrían llamarse así (los curiosos serán bienvenidos), pero tal cosa no ha hecho que en mis mejores momento ganara mucho más que en la actualidad. Y doy gracias, que conste. Posiblemente no hice lo que hubiera debido para estar mejor. Debe ser por lo tanto otra cosa lo que ha hecho que los individuos que habitan en esos lugares privilegiados (y muchos otros) hayan llegado donde están. Y permanezcan ¿No habrá gente parecida en Manoteras o la UVA? Seguramente no, aunque si buscamos con cierto empeño, es posible que entre ellos encontremos a gente cualificada o con carreras superiores. O que llevan toda una vida matándose a trabajar ¿Qué pasa entonces? Es muy sencillo: vivimos en un sistema en el que lo verdaderamente importa es el dinero que usted tenga, trabaje usted o no. Sea usted Einstein o un auténtico cretino. Esa es la pura realidad. Sí, ya sé, el sistema comunista no funcionó. Tranquilo, no se trata de salir la calle a pegar fuego a los contenedores de basuras y mucho menos a las iglesias. Ni de asaltar los supermercados. Además la policía está ahí para algo y suele cumplir rigurosamente con su cometido. Faltaría más, después de todo, son funcionarios. En cualquier caso, insisto: yo no me
quejo porque soy un privilegiado, pero no un idiota. ¿No habrá otra solución para que las diferencias no sean tan hirientes? El mercado se autorregula mediante la mano invisible. Ja!

EL RIO ME DICEN

Me dicen que soy demasiado viejo para recordar,que el recuerdo no es sino una fantasía que uno cree haber vivido.Y que la fantasía es cosa de jóvenes,y que por lo tanto lo mío solo es un desvarío.La vida es suficientemente larga y dura para que al echar la vista atrás,creamos percibir lo que en el fondo sólo imaginamos.Eso me dicen.Nos parece que una vez nos sucedió tal cosa y que otra vez nos sucedió tal otra,pero rara vez lo que evocamos coincide con lo que realmente pasó,si es que pasó algo.Forjamos en nuestra cabeza,dicen,mundos que probablemente no existieron,y si lo han hecho fue de forma bastante diferente a como nos parece.Rara vez un recuerdo propio resiste la comparación con el de alguien que vivió una situación objetivamente similar.Y,en ocasiones,ni siquiera se trata de matices.¡Cuántas veces nos cuentan acontecimientos personales que no recordamos en absoluto ó vemos la cara de perplejidad del otro totalmente ajeno a lo que acabamos de decirle de sí mismo!.
Hablaba el otro día con alguien-¿lo habré soñado?-,a quién trataba de recordar aquellas tardes de verano,en las que,siendo aún niños,nos perdíamos entre los juncos a la orilla del río pescando y persiguiendo a los patos.Recuerdo con toda claridad aquél recodo en el que el río dibuja una ballesta y se aleja.Era allí donde jugábamos entre los cañaverales con otros amigos,aún puedo percibir el olor húmedo y acre del barro en el que nos encharcábamos,las carreras agitadas persiguiendonos,los gritos,las peleas.
Pero todo en balde.Para él,el río nunca exitió.No recuerda las aguas agitadas un poco más arriba,de las que le hablo,precipitándose hacia el valle,dónde pescábamos truchas los fines de semana,acompañando a mi padre.Es inútil,lo niega ,y me hace pensar si no habré urdido esta historia en mi mente porque me parece algo bello que debía haberme sucedido,pero que no sucedió.Y me asusto,pues si no soy quien pienso ¿quién este pobre viejo que mira por la ventana el sol que declina?.Pero lo recuerdo tan vívidamente que me cuesta trabajo creer que todo es mentira,como él me dice,que solo se trata de un invento mío para acompañarme en los momentos de soledad,ahora que somos tan mayores.No quiero creerle pero no tengo la posibilidad de verificarlo por terceros en mi situación, y estando tan lejos.No puede ser falso el recuerdo preciso de la caña,el sedal,la lombriz,la mosca,el aparejo,la cesta de mimbre.¡Fantasías! dice él,y se aleja con gesto preocupado por el pasillo de la Residencia,meneando la cabeza,y perdiéndose en el contraluz del salón del fondo,a dónde se dirige cada tarde a estas horas para ver la televisión,un viejo aparato destartalado en el que las Hermanas nos dejan ver telenovelas y documentales.Nada de información,dicen,que solo cuentan falsedades.

DATOS

A José Antonio Villegas le llaman el Datos. Es un hombre muy cultivado y con dos carreras superiores, y es posible que alguien suponga que se le llama así por ser en resumidas cuentas un hombre con la cabeza llena de información de todo tipo. En resumidas cuentas “con muchos datos”. Pero no se trata de eso para nada. El asunto es bastante más simple, y cualquiera que esté con él más de diez minutos lo podrá corroborar. Le llaman de esa manera porque en cualquier conversación o en un simple intercambio de pareceres, enseguida suelta “perdone que no opine porque me faltan datos”. Creo que esto lo deja suficientemente claro, aunque siempre quede la duda de si dice lo que dice, porque es un hombre honesto y riguroso consigo mismo, al que no le gusta hablar por hablar, o si verdaderamente es un tanto tímido e introvertido, o peca de suficiencia y en el fondo es un pedante. No dando su opinión sobre casi nada: no se compromete con un punto de vista que podría comprometerle. Por ejemplo, por sus maneras, y su atuendo siempre impecable, parece un hombre de orden y por lo tanto posiblemente de derechas, pero algunos gestos y cierto aire rufianesco en ocasiones, podrían desmentirlo y convertirlo en un hombre claramente izquierdista y hasta anti sistema. O incluso con una indudable veta anarquista. Pero no tratan de ser conjeturas de la gente que de ese modo trata de penetrar en el misterio de este hombre singular, que a pesar de vivir en este barrio durante épocas sigue siendo un misterio que los demás quisieran desvelar definitivamente. Un dato cierto de su forma de vida y por tanto de su significado es que de vez en cuando aparece del brazo de una señorita ya talluda que suele venir de afuera a vivir con él por temporadas. Al parecer se trata de una española que vive en Francia ya hace mucho tiempo, sobre la que corren varios rumores, sobre todo uno un tanto inquietante, y es que más allá de su aspecto de cabaretera retirada (está todavía de muy buen ver y con unas curvaturas geodésicas) se la achaca formar parte del hampa de parís o Marsella, y si no exactamente del hampa, sí de algunos grupos radicales que de vez en cuando se han relacionado con los bajos fondos y hasta ciertas acciones terroristas. Esta mujer añade por lo tanto un punto más a la incógnita que supone José Antonio Villegas, y aumenta el misterio del que venimos hablando reiteradamente. Con datos o sin ellos, resulta evidente que es un tipo inquietante que cada vez más muchos tratan de evitar, pues no se sabe que hay detrás de él a pesar de parecer alguien bien integrado en su comunidad. Se pueden hacer las suposiciones que se quieran, pero si uno es honesto, tendrá que acabar confesando, que para ello le faltan datos.

miércoles, 7 de agosto de 2019

DESPERTARES


Se despertó en el preciso momento de bueno usted ya sabe.
El rencor se alimenta de sí mismo, se autofagocita y perdura.
El perdón por el contrario se alimenta del aire. Es anoréxico y así le va.
Les diré algo que les va a conmover. Son ustedes unos hijos de puta pero les amo.
La puerta se abre fácilmente para uno u otro lado con total indiferencia, pero siempre presume de estar cerrada.
El juego consistía en unos para aquí y otros para allá. No hay sin embargo pelota o es dudosa.
La profesora llegaba, nos miraba y decía pues ustedes sabrán. Pero les juro que no lo sabíamos.
El ventilador gira con una indiferencia hecha de puro aire, pero nosotros agradecíamos su desamor desde lo más profundo de nuestros corazones e incluso de nuestra epidermis.
A esas horas de la noche nada tenía sentido. Solo el amanecer a saber cuándo.
Nuestro amor está hecho de puras palabras. Nuestro silencio también, valga la paradoja.
Hemos de dar fin a este desencuentro. Asesíname de una vez por todas, muéstrame al menos tu buena voluntad.
Éramos tres y charlábamos hasta el alba. Luego llegaba el sol y se encargaba de nuestros esqueletos, pero no los contaba.
Están ahí sin pedirme permiso. Me habitan y desde luego me alimentan los muy hijos de puta. Llámalos dientes.
Cae la lluvia mansamente sin atender a razones. Sin ni siquiera voluntad de caer. Lluvia estrictamente lluvia por lo tanto cuando yo esperaba otra cosa.
En algún momento habrá que terminar, dijo, y sacó la pistola. Luego usted ya se imagina, pero no hubo disparos.
Ese placer del vino desciende por donde lo hacen todos los alcoholes cuando la herida también lo merece.
Llegaste como siempre y como ninguna vez supe de un odio hecho de todos los días sin saberlo.
El niño jugaba absolutamente ajeno a un futuro plagado de muertes ajenas. Ajeno el niño por lo tanto a sí mismo.
Te espero y te juro que tendrás lo tuyo, te lo mereces. Solo tus ingles podrán averiguarlo poco más tarde. Imagina si no se trata de idiomas.
Ya basta, ya basta, gritaba el desgraciado, pero quería más y nunca tenía suficiente. Su grito era una súplica y él lo sabía. Y yo también, pero no se lo daba.
Esto mira, coge todo derecho y no hagas caso a las indicaciones en uno u otro sentido. Tú sigue recto, créeme. El barranco siempre está al fondo.
En la fotografía casi todo es redundante plagada como está de desconocidos y por lo tanto a mí qué va usted a contarme.
Bueno, las cosas no siempre tienen que terminar de la misma manera. Con un poco de empeño, incluso cada vez pueden comenzar, si es que tal cosa supone una diferencia, por supuesto.
Pienso en ti esta madrugada en la que sin duda duermes ajena a mis pensamientos. O quizás me sueñas y soy más real que tú misma a mi lado, que de eso nada de nada.
Tu cara, tu pelo, tus ojos, tu mirada. Todo está hecho de ti, pero ya se sabe que yo soy un romántico incurable y sobre todo un poeta. Vete tú por lo tanto a saber de que hablo cuando hablo. Puras palabras, metáforas. Tropos. Nunca se sabe.
La desestructuración de los paramentos supuso para los edificios una quiebra en sus fundamentos más inalienables, y se vinieron abajo con un estrépito horrísono los conceptos más elaborados de la filosofía presocrática, con todo lo que ello supuso asimismo para la civilización occidental. Buda aparte.
Ha llegado el momento. De qué ya es otra cosa. No en vano, permanezco en el lugar me ha sido asignado por quien espera de mi algo más que buenas intenciones. Pero el momento ha llegado, repito, y en esa tesitura quien sabe si me levanto y por fin.
Soy partidario de las conclusiones sin solución de continuidad. Uno empieza y persiste en su labor ignorando lo que pueda echársenos encima. Los tigres de Bengala en cualquier caso no son habituales por estas latitudes, y de otros felinos no se tiene noticia. Y los gatos son adorables cuando no bufan.
Encantado de conocerle y adiós muy buenas, fue siempre su tarjeta de presentación. Nunca se despedía,  o esa era al menos su opinión.
España es una unidad de destino en lo universal, teniendo en cuenta que con tal afirmación nos ceñimos al planeta Tierra, y no consideramos en absoluto otros rincones del sistema solar ni de nuestra galaxia. Y Andrómeda nos coge un poco a desmano. Y me callaré el cinturón de Kuiper y la nube de Oort, no sé si está usted informada.

INSTRUCCIONES PARA AMAR


El título de este artículo puede parecer una contradicción, puesto que el amor para la mayoría de la gente es algo natural, que ni se aprende ni puede ser enseñado. Pero eso es algo que las líneas que siguen tratarán de demostrar que es falso, o que, teniendo un punto de verdad, no es toda la verdad. Hablar de amor es decir palabras mayores, y sin embargo es algo en lo que todo el mundo se cree un experto, y de lo que es capaz de hablar casi sin límites. Sin embargo, en mi opinión, se trata de un sentimiento muy complejo que tendemos a reducir a algunas emociones que sentimos a lo largo de nuestras vidas. Por ello creo que es fundamental establecer pronto unos criterios para saber que cuando hablamos de amor, estemos hablando de lo mismo. Algo parecido a lo que decía Raymond Carver en el título de su libro (una colección de relatos) “De qué hablamos cuando hablamos de amor”.
Creo que se ha tendido a trivializar el amor, incluyendo bajo ese concepto toda una gama de emociones que pueden estar muy alejadas de su verdadero sentido (si es que existe). Pero hay que ir poco a poco. Por mi parte, adelantaré que el amor es un sentimiento, es decir un afecto muy elaborado que sale de uno y se deposita en un objeto exterior, sea este cual sea (aunque ¿puede uno amar a un gato? ¿y a un árbol?). Amar implica por lo tanto una relación (es un verbo transitivo), pero una relación compleja, por más que en el lenguaje popular se hable con frecuencia del “amor a primera vista”, que debe ser otra cosa. El amor no es un instinto, y en ese sentido podemos llegar a afirmar que los animales no “aman”, sino que simplemente “necesitan”. Su cerebro es muy elemental y está centrado en la supervivencia. Nuestras mascotas posiblemente nos “adoran”, pero lo hacen porque han creado una dependencia muy fuerte de nosotros, en la que se juegan nada menos que sus vidas.
Estoy seguro que aquí mucha gente no estaría de acuerdo conmigo pues. posiblemente dicho así lo que acabo de expresar es una simplificación, pero no le dé de comer a su perro durante días o trátele a patadas y verá cuanto tiempo tarda en buscarse otro amo (si lo encuentra, y sin que esto se interprete como una aprobación de los malos tratos). Aquí entramos en la famosa dicotomía amor/necesidad que tantas parejas tratan de dilucidar a lo largo de los años: ¿me quieres o me necesitas? Ni que decir tiene que quien pregunta espera que le digan que le quieren, porque en otro caso sentirá que el otro no está con él/ella por lo que “es”, sino por lo que le “proporciona”. La necesidad aparece por lo tanto, en este tipo de relación bajo sospecha, cuando sin embargo es, en principio, lo más básico.Un bebé no quiere a su mamá, aunque suene fuerte decirlo; esencialmente, la necesita (de una forma parecida a como las mamás le necesita a él, misterios al parecer de la oxitocina, si no recuerdo mal). En cualquier caso, esta mala prensa de la que goza la necesidad debe tener su origen en la enorme influencia que ha tenido el amor romántico (amor novelesco), en comparación con el cual, cualquier otro tipo es menos considerado. La cantidad de tinta que se ha vertido, y de imágenes y música que se han creado en base a esa relación tan especial, que se genera cuando uno está bajo la influencia del llamado enamoramiento (esa sensación de felicidad exultante que algunos experimentan, y que Freud definió como un tipo de enfermedad). De todas maneras, creo que la tan denostada necesidad, bajo ese punto de vista, es algo básico, incluso más importante que el amor, porque está en la base de la supervivencia, sin la cual ni siquiera éste se podría dar. Resumiendo para acabar con esta dicotomía, creo que se puede decir que cada uno de ambos conceptos tiene su campo de aplicación, y que mientras la necesidad es la base, el amor es un complemento magnífico, pero que puede no llegar a acontecer  en la vida de muchas personas.
A lo largo de los años se ha entendido como amor a una serie de emociones diferentes que se experimentan frente al otro, lo que hace difícil que pueda ser definido con precisión. No todos los afectos positivos son amor, y por eso resulta sospechoso lo que con frecuencia se observa en determinadas personas que manifiestan su amor a la humanidad, como si tal cosa fuera posible (tiene gracia lo que dicen algunos artistas en el escenario después de los aplausos “¡os quiero a todos!”). Uno solo puede   querer a seres concretos, no a imágenes colectivas, aunque estas pueden actuar como metáforas de ciertas personas a las que sí amamos. De hecho, el artista en el escenario llevado por la emoción de los aplausos sería mas sincero si dijese “os necesito” (¿puro narcisismo para prolongar una sensación de euforia?) Pero esta aparente confusión tiene una base muy firme arraigada en nuestro interior desde la primera infancia. Como decíamos más arriba, el bebé no quiere a su mamá, pero la necesita “a muerte” en el sentido literal de la expresión; sin ella (o quien haga su papel) moriría, y el apego que crea tal dependencia es tan intenso que más adelante tenderá a confundirse con el de otro tipo de relaciones, esencialmente con la sentimental.
Aunque pueda parecer una exageración, posiblemente sea esa la razón por la que determinadas personas se sientan literalmente morir o lleguen a desesperarse cuando son abandonados por su pareja. La semilla ya estaba sembrada y llega la confusión. A esa dependencia absoluta se la considera en muchas ocasiones como el amor verdadero, algo totalmente equivocado por mucho que se pueda vivir ese proceso como algo desgarrador o insoportable. Aún recuerdo una novela, que luego fue llevada al cine, en la que un “amor” de este tipo condujo al enamorado hasta la muerte (Los reyes del mambo tocan canciones de amor).
Parece pues llegado el momento de precisar qué entendemos por amor, y lo primero que en mi opinión cabe decir es que no se trata de un sentimiento específico o exclusivo, sino que con los matices pertinentes puede darse en diferentes tipos de relaciones. El primero de ellos es el dirigido a los hijos, cuya característica principal es la de ser “protector”, algo basado en el instinto directamente relacionado con la supervivencia de la especie. Se da como bien es sabido en todo tipo de animales, y dura un cierto tiempo hasta que aquellos puedan sobravivir por sus propios medios. De hecho en determinadas especies los progenitores llegan a expulsar a su prole con una actitud agresiva. En los seres humanos el tiempo de dependencia es mayor y la relación más compleja, lo que hace que el vínculo se prolongue (con los matices que se quiera) durante toda la vida. Otro tipo de amor que se puede considerar en cierta medida relacionado con este es el que se tiene a los padres, que en la vejez recobra ciertos aspectos del mencionado, esencialmente en su cuidado y protección. Los amigos íntimos merecen también ser incorporados en alguna medida a este sentimiento, son personas con las que uno llega a sentir una gran empatía y a las que llegado el caso haría lo posible para ayudarlas. Y antes de entrar en el amor de pareja, al que se ha dado en llamar sentimental, podemos finalmente considerar, a pesar de lo dicho más arriba, el amor “universal”, ese que llegan a sentir algunas personas por los seres humanos en su conjunto, bien porque se han llegado identificar con lo que hay de común en todos ellos, o por un mero ejercicio intelectual que les lleva a sentirse de alguna manera responsables, aunque no tenga ningún vínculo con ellos. Y lo mismo podría decirse del amor por personas concretas a las que apenas conocemos. Formas de hablar, posiblemente. En todos estos tipos de relaciones es fundamental la empatía, la identificación con el otro, algo que debe estar codificado en nuestros genes, aunque antes de seguir adelante y estudiar el amor de pareja, se puede añadir que lo dicho no deja de ser una visión idealista, y que desgraciadamente, por unos u otros motivos, las cosas a veces no son tan idílicas como han sido presentadas. Todo el mundo es consciente de ello y conoce numerosos ejemplos en ese sentido.
Y finalmente tenemos al amor sentimental, de pareja o como quiera llamársele. Amor entre adultos, que incluye la relación erótica, que, por otro lado suele ser el origen de buena parte de los mismos. Y si no estrictamente erótica, sí de una atracción que normalmente acaba desembocando en ella. Pero como ya se ha dicho y estudiado en cantidad de libros y artículos (y por otra parte es de conocimiento general), la relación sexual decrece con el paso de los años, y la unión de la pareja tiene que basarse en otro tipo de vínculos que van adquiriendo mayor importancia. Es transcurrido ese tiempo cuando se puede confirmar que tal amor existe. Es entonces cuando el otro se vuelve verdaderamente “otro”, y los miembros de la pareja tendrán que hacer un esfuerzo importante para comprenderse y seguir unidos. Y es aquí donde las “instrucciones” del título de este artículo pueden tener algún sentido, pues se empezará a ver que quien nos acompaña es alguien diferente de nosotros mismos, al que no se le puede exigir que solo sea un reflejo de nuestros deseos o necesidades. Es entonces (dicen que a partir de los siete años de convivencia aproximadamente) cuando los integrantes de la pareja van a ser sometidos a una prueba para la que a lo mejor no estaban preparados. Se acabaron entonces los príncipes azules o las bellas durmientes, que no dejaban de ser puros egoísmos mediante los que tratábamos de convertir al otro en el más fantasioso de nuestros sueños juveniles, pura fantasía que suele romperse a pedazos. Y la razón es que, llegado ese momento, este tipo de amor (el amor romántico) para demostrarse auténtico tendrá que aceptar en el otro no solo su diferencia con nosotros, sino su debilidad. Amar a alguien que “ lo tiene todo” o a quien admiramos en grado sumo, no tiene nada de poético ni de auténtico, incluso puede ser puro egoísmo: dame lo que a mí me falta. Por eso, y aquí volvemos a algo que podíamos haber pasado por alto, quien no se ama a sí mismo no puede amar al otro, porque lo que va a intentar es que éste complemente lo que percibe en sí mismo como falta. De ahí la desesperación inconsolable de ciertas personas en algunas roturas, cuando el otro en realidad era uno mismo. De ahí posiblemente el contrasentido del maltrato, cuando los maltratadores son capaces de matar “a lo que más querían” (en ocasiones, los hijos incluidos). Quizás como corolario de esto último quepa incluir aquí una reflexión que me he hecho al ponerme a escribir estas líneas: ¿se puede amar a quien realmente no nos ama? (y, en mi opinión, no es tan difícil ser conscientes de ello). Las parejas pueden mantenerse unidas durante toda la vida por muchos motivos (la costumbre, el interés económico, el miedo a la soledad, etc), pero en mi opinión creo que el amor, este amor, tiene que ser recíproco. Estar con alguien que sabemos que nos desprecia, o nos envidia o nos tiene rencor, es desde luego una opción perfectamente humana, pero no creo que pueda ser llamado amor.
Seguro que todavía se podrían decir muchas cosas, pero como soy consciente de lo que acabo de decir, pondré en práctica lo que se ha podido deducir de lo anterior. Voy a dejarlo y a atender a mi mujer que me llama para cenar desde el salón. ¡Ja!. Se me había olvidado: el amor sin humor tampoco es posible. Debe tratarse de otra cosa.