lunes, 12 de junio de 2017

PARALELEPÍPEDOS UNO



El hecho transcurrió tal que así, afirmó el policía con un gesto enérgico. Pero aquí no se trata de Alfred Hitchcock ni de Scotland Yard, puntualizó casi de inmediato: como poco se trata de Etiopía.

Le oigo a usted perfectamente aunque apenas comprenda el diez por ciento de sus afirmaciones. Quizás sería diferente si además de su inglés tan discreto, tuviera la amabilidad de expresarse en otra lengua que no fuera el sánscrito ni el suajili.

Querido feligreses, hoy tengo que daros una triste noticia, que espero sepáis aceptar con la entereza que siempre ha caracterizado a los miembros de esta iglesia: Dios ha muerto. Y en adelante cada cual tendrá que apañárselas como pueda. Y que conste que no soy alemán ni me llamo Federico Nietzsche. Los oficios de mañana, no obstante, se celebrarán a la hora habitual. Los rituales son con frecuencia más importantes que la realidad, por dura que esta sea.

Al atardecer me siento invadido por una laxitud morbosa que me lleva directamente a la cama, tras un escaso piscolabis como cena. Ya acostado recito unas letanías que me enseñó mi madre siendo un crío, y al rato me quedo dormido como un bendito. Que a las tres de la mañana me despierte y no vuelva a pegar ojo en lo que queda de noche, no significa que lo anterior sea falso, sino que soy un hombre atacado por una labilidad neurológica de complicada etiología, difícil diagnóstico y peor pronóstico.

Pienso en ti, mi querida amiga, la que hasta hace pocas fechas me escribía unas cartas encendidas de amor cada día, y que ahora sin embargo guarda un silencio hiriente. ¿Tienen tus misivas ahora otro destinatario, y lo nuestro fue solo un desvarío debido a la flojera de tu magín o un fuego uterino irredento? Espero tu respuesta con angustia y  que tu correspondencia vuelva a ser lo que fue al principio. En cualquier caso, escríbeme,  pues pienso publicarla bajo el sugerente título de “Memorias de una zorra”, que, visto lo visto, no espero que te ofenda demasiado.

Me llama y me asegura que haga lo que yo quiera, pero que ella va a ir me ponga como me ponga. Le doy la razón y le digo que estoy de acuerdo. A los pocos minutos me vuelve a llamar y me dice que está claro que me tiene sin cuidado, porque si no fuera así, se lo impediría. Le vuelvo a dar la razón y cuelgo. Poca después a través de otra llamada me confirma que ya fue y que todo ha resultado estupendo. Le digo que me alegro y vuelvo a colgar. Poco después me dice que en esos momentos ya es evidente que no voy a hacer nada para protegerla. Le respondo que es posible, pues quizás sea esa la única manera de hacerlo. No me responde: solo llora.


No hay comentarios:

Publicar un comentario