lunes, 12 de junio de 2017

EL SEGMENTO ÁUREO



Se examinan pros y contras, ventajas e inconvenientes, y finalmente se decide tirar por la calle de en medio. He ahí mi método para la resolución de problemas desde que era un niño. Díscolo, al parecer, eso sí.

La victoria nunca estuvo entre una de sus opciones, cada vez que tenía que enfrentarse a un rival cuyo objetivo no confesado era suscitar la admiración que provoca en nuestra época la estética del perdedor. De qué métodos se servía para averiguar tal cosa, es un misterio que se ha llevado a la tumba después de las innumerables palizas sufridas a lo largo de su existencia.

A la postre no se trata de tirar por aquí o por allá, como vulgarmente se dice, sino considerar que ambas opciones son trampas que nos tiende el enemigo, incapaz de aceptar las ventajar del sedentarismo y el dolce far niente.

Actúa de tal manera que sus rivales nunca saben a qué atenerse, pues si un día se decide por la opción A, al siguiente hace todo lo contrario, y poco después una solución intermedia, o tres o cuatro. E incluso proporcional al número pi o el segmento áureo, que a matemáticas esenciales no tiene rival y vaya usted a saber.

Su poesía podría definirse como inclasificable, pues oscilaba entre un conceptismo castellano a marchamartillo a un barroquismo desaforado de cuño levantino, pasando por toda una gama intermedia, del soneto al hepta o al dodescasílabo. O a un conceptismo deudor de la escuela japonesa de finales de la época Han. En el baño, sin embargo, su comportamiento era incluso vulgar, pues sus deposiciones invariablemente  consistían en una masa abundante, compacta y de color terroso.

Se empeña en llevar una vida a contracorriente de lo que se estile en el lugar donde decida vivir en cada época de su vida. Su comportamiento es por lo tanto previsible y siempre se acertará cuando se suponga que si el común de la gente hace A, él hará todo lo contrario. En que pueda consistir tal cosa ya es harina de otro costal.

No está de acuerdo con sus manos y grosso modo, podría decirse que las tiene manía. Por eso, con independencia de la actividad que esté llevando a cabo, es frecuente verle retorciéndoselas con cierto ensañamiento, pues según su propia opinión, tiene la certeza de que en algún momento sus manipulaciones, y nunca mejor dicho, acabarán transformándolas en “otra cosa”. Qué cosa pueda ser, ya no es de su incumbencia, afirma convencido de que peor imposible.

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