miércoles, 4 de enero de 2017

VERGÜENZAS



Soy una persona tímida. De hecho, excesivamente tímida para dejarse ver. Me hago el fuerte, el auto suficiente. Lo aprendí hace mucho tiempo, tanto, que ya ni lo recuerdo. Y debo decir, puesto que lo he confesado, que lo estudié a fondo. Lo estudié bien y aprobé todas las asignaturas, para que en ningún caso tal cosa fuera evidente. Ahora, estoy pues,  encerrado en una cárcel hecha de mi mismo, de mis negaciones y renuncias. Y no tengo salida. Sabedlo, sin embargo, y por favor, sed respetuosos conmigo. Con quien, después de todo, solo es un preso.

Yo a aquella persona, a aquel ser, a aquel existente, por decir algo con pleno sentido, la quería con locura. “Le quiero con locura”, le dije un día a alguien que me preguntó por él. Y sin embargo tuve que matar a aquel hijo de puta que me hacía la vida imposible. Yo, para agradarle, quería ser Gary Cooper o Charlton Heston, aquellos héroes que poblaron mi infancia y primera juventud. Pero no pudo ser, y finalmente solo fui una señorita, un medio maricón que lloraba en silencio y se escondía avergonzado para que nadie supiese quien era realmente.

Hay algo que nunca dijiste, que nunca decimos. Que no somos el que aparentamos, que somos otro al que escondemos, porque, en el fondo, estamos convencidos que nuestra vida no debe ser la nuestra, sino la que los demás quieren que sea. O que nosotros pensamos que los demás…etcétera. Pero un día de estos me voy a levantar, y voy por fin a decir que estoy aquí, que llegué para quedarme. Pero lo que más temo, lo que me aterra es no ser tampoco quien verdaderamente soy, y tener que acabar preguntando para que otro que me diga, por favor, quien soy y quien no quiero ser.

Aquel mal nacido era, sin embargo, mi mejor amigo. Amigo de farras, confidencias y maldades. De todo lo mejor y lo peor. Es decir: un verdadero amigo. Y, sin embargo, un día se volvió contra mí y dijo no conocerme y haber fingido  hasta ese momento. Yo, al parecer, no era nadie para él, y esa fue la razón de su traición. Lo que nunca llegué a decirle, tiempo después, es que a pesar de ser un hijo de la gran puta, yo seguía sintiéndole como mi amigo, por más que él renegara de mí. Dispuesto como siempre a tomarme con él unas copas y hablar de lo que más queremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario