Soy una persona tímida. De hecho, excesivamente
tímida para dejarse ver. Me hago el fuerte, el auto suficiente. Lo aprendí hace
mucho tiempo, tanto, que ya ni lo recuerdo. Y debo decir, puesto que lo he
confesado, que lo estudié a fondo. Lo estudié bien y aprobé todas las
asignaturas, para que en ningún caso tal cosa fuera evidente. Ahora, estoy
pues, encerrado en una cárcel hecha de
mi mismo, de mis negaciones y renuncias. Y no tengo salida. Sabedlo, sin
embargo, y por favor, sed respetuosos conmigo. Con quien, después de todo, solo
es un preso.
Yo a aquella persona, a aquel ser, a aquel
existente, por decir algo con pleno sentido, la quería con locura. “Le quiero
con locura”, le dije un día a alguien que me preguntó por él. Y sin embargo
tuve que matar a aquel hijo de puta que me hacía la vida imposible. Yo, para
agradarle, quería ser Gary Cooper o Charlton Heston, aquellos héroes que
poblaron mi infancia y primera juventud. Pero no pudo ser, y finalmente solo
fui una señorita, un medio maricón que lloraba en silencio y se escondía
avergonzado para que nadie supiese quien era realmente.
Hay algo que nunca dijiste, que nunca decimos. Que
no somos el que aparentamos, que somos otro al que escondemos, porque, en el
fondo, estamos convencidos que nuestra vida no debe ser la nuestra, sino la que
los demás quieren que sea. O que nosotros pensamos que los demás…etcétera. Pero
un día de estos me voy a levantar, y voy por fin a decir que estoy aquí, que
llegué para quedarme. Pero lo que más temo, lo que me aterra es no ser tampoco
quien verdaderamente soy, y tener que acabar preguntando para que otro que me
diga, por favor, quien soy y quien no quiero ser.
Aquel mal nacido era, sin embargo, mi mejor amigo.
Amigo de farras, confidencias y maldades. De todo lo mejor y lo peor. Es decir:
un verdadero amigo. Y, sin embargo, un día se volvió contra mí y dijo no
conocerme y haber fingido hasta ese
momento. Yo, al parecer, no era nadie para él, y esa fue la razón de su
traición. Lo que nunca llegué a decirle, tiempo después, es que a pesar de ser
un hijo de la gran puta, yo seguía sintiéndole como mi amigo, por más que él
renegara de mí. Dispuesto como siempre a tomarme con él unas copas y hablar de
lo que más queremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario