Cuando voy al lugar, sé que todo va a ser
diferente. Que al menos voy a poder ser yo misma por un rato. Allí nadie tiene
que fingir ser quien no es. Al menos eso es lo que me pasa a mí, y por lo que
cuentan, a los demás debe pasarles lo mismo. Allí todo resulta sencillo.
Tenemos lo que necesitamos y no buscamos nada diferente. Todo está claro,
aunque afuera el mundo nos ignore y piense que somos unos apestados. Casi no
hablamos, cada uno sumergido en nuestros propios pensamientos o en nuestros delirios.
Si acaso, de vez en cuando, unas risas compartidas cuando somos lo que
verdaderamente somos. Unos putos colgados. El tiempo pasa despacio, aunque
apenas nos damos cuenta, metidos como dije en nuestras propias ensoñaciones.
Solo raras veces algún pensamientos negativo se cuela en nuestra tranquilidad,
pero somos capaces de espantarlo de un manotazo. Es cierto que a veces alguien
pierde los papeles o dice tonterías, o se comporta de forma incorrecta, o se
equivoca y toma al otro, a mi misma en ocasiones, por lo que no es. Pero eso es
lo que a veces pasa con la sustancia, que nos hace habitar mundos que no son de
este mundo, valga la redundancia. A mí me resulta muy simpático Marcial, un
tipo mayor pero muy educado que siempre viene. Un tipo con clase que no se pasa
ni un pelo. Me trata como a un ángel, me llama princesa y dice que le recuerdo
a su hija, el pobre. Cuando se pone de verdad, pierde el sentido de la realidad
y no se da cuenta de que casi tengo su edad. Bueno, exagero, soy bastante más
joven, pero ya tengo mis años, como se encargan de decirme en otro sitio que
ahora no tengo ganas de recordar.
Ya sé que todo esto puede parecer muy idílico para
ser lo que es en realidad, casi un basurero lleno de porquería, desperdicios y
chatarra. Me engaño y sé que me engaño, y que solo se trata de un sueño del que
no tardaré en despertar. Ya es demasiado tiempo, demasiadas heridas, demasiada
mierda acumulada, por mucho que la necesidad la disfrace de otra cosa, como
creo que ha quedado claro. Sé que esto es así, y que llegará el día en que
tenga que plantearme seriamente qué va a ser de mi vida. Mientras tanto fumo y
me dejo llevar, y solo a veces pienso como podría ser mi vida, la otra, mi vida
de verdad, la que añoro, la que nunca he vivido. Quizás lo que me sucede es que
quiero hacer de este mundo un paraíso que no existe más que en mi cabeza.
Eso es lo que sucede. Llego al lugar pensando que,
por un instante, voy a gozar del paraíso que necesito que exista y que no
existe. Y esa es mi desesperación, la que me hace acudir aquí porque la vida
afuera me parece demasiado oscura, demasiado mezquina. Pero quizás me equivoco
y debo replantearme volver, porque después de todo, aunque aquí logre
despistarme durante un rato, luego el dolor y la rabia se acumulan en mi pecho
y en mi cabeza. Quizás las cosas afuera podrían ser de otra manera y debería
darles una oportunidad. Cuando me alejo del lugar es esto lo que pienso, y me
hago promesas que algún día debería cumplir por mi propio bien y el bien de los
que quiero.
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