martes, 5 de enero de 2016

INCIDENCIAS QUINTA VELADA



He decidido convertirme en luchador de lucha libre profesional. Sé que a mis años me espera una ardua tarea y que tendré que frecuentar el gimnasio a diario si quiero devolver a mis músculos la fortaleza de mi juventud (en la que destacaba con toda evidencia cuando en verano lucía camisetas de manga corta), pero estoy decidido. Por otro lado mi agilidad se halla hoy en día también bajo mínimos, pues hasta bajar las escaleras desde casa hasta el portal me cuesta un mundo. Y no solo se trata de la artrosis, algo común en gente de mi edad, sino del tono de los antes mencionados músculos, atrofiados por décadas de sedentarismo en el sofá viendo la televisión. Pero, una vez más nada me hará abdicar de mi objetivo



A pesar de todo lo anterior, no pierdo la esperanza de que llevado por mi fuerza de voluntad sea capaz de ascender a la Liga de Luchadores Profesionales tras algunos años de tránsito por las categorías inferiores, donde espero que el número e intensidad de las bofetadas que reciba no me disuadan de mi empeño antes de tiempo. En tal sentido tengo pensadas varias estrategias que podrían sorprender a mis rivales neófitos. Se trata esencialmente de un lenguaje corporal que les confunda y les haga considerarme a priori como un auténtico chollo descuidando su defensa, comprobando poco después de que se trató de un error garrafal. Será demasiado tarde para ellos cuando hayan besado la lona definitivamente con uno de mis otrora afamados giros de trompo tipo peonza, hoy totalmente en desuso, pero efectivos donde los halla.



No descuidaré tampoco mi preparación psicológica con el convencimiento de que es en las mentes de los luchadores donde se libra la principal batalla. Para ello pienso consultar con un afanado psicólogo experto en la hipnosis para que me entrene en tal sentido, de forma que incluso antes de empezar mi oponente caiga preso de mis habilidades recién aprendidas. Mis ojos podrán ayudarme mucho, pues con independencia del género de quien lo emitía, siempre se me ha dicho que son terriblemente seductores, y cuando el susodicho quiera darse cuenta y reaccionar, verificará que es imposible, pues su voluntad conquistada estará de mi lado, y actuará en consecuencia, incluso provocándose a sí mismo un ko con todas las de la ley.



No soy sin embargo un ingenuo que no haya considerado que mis planes puedan venirse abajo a pesar de mi férrea voluntad en llevarlos adelante. En el análisis de cualquier situación, y más aún si esta es compleja, deben tenerse en cuenta factores que no se me escapan, y que en mi caso no están de mi lado. Tengo por tanto que considerar que mis oportunidades pasan por una elección adecuada de mis posibilidades, y en ese sentido  siguiendo las enseñanzas del Aeropagita y de la Universidad de Deusto, debo elegir la que más me convenga en la evaluación de mi rival, teniendo en cuenta sus capacidades normales sin descuidar las más peligrosas, entre las que no se me escapa que la patada a la cabeza puede ser definitiva, y más con la tensión por las nubes como la tengo. En tal caso mi objetivo habrá sido un fracaso, pero siempre me quedará la satisfacción de haberlo intentado a punto de cumplir ochenta años, edad en la que como norma general, los hombres vuelven a rezar e intentar no dar un mal paso al subir o bajar de la acera, hecho que puede hacer el tránsito a la otra vida rápido pero inmerecidamente doloroso.


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