sábado, 2 de enero de 2016

INCIDENCIAS (Segunda velada)



-Poco después de cenar me entra un sueño profundo que no se a qué atribuir, si a las tres copas de vino que me he tomado o a la necesidad de evadirme de una angustia que me atenaza a partir del crepúsculo. Claro que si fuera por esto último padecería más bien de insomnio, pero nunca se sabe.



-Me voy pues a la cama procurando mantener a pesar de todo el protocolo habitual: cuarto de baño, pijama, almohadones y lectura a modo de somnífero. Para cumplir este último punto hago un esfuerzo sobrehumano y trato de leer algunos párrafos de la “Crítica de la razón pura”.



-Leo “Nuestra aprehensión de lo múltiple del fenómeno es siempre sucesiva y por tanto siempre cambiante” (*) y me quedo profundamente dormido de inmediato. Creo que debo mantenerme en esta línea. El ahorro en ansiolíticos acabará siendo significativo.



- A las 3.37 (lo veo en el reloj de la mesilla) me despierto muy agitado con una intensa taquicardia. Trato de calmarme tratando de seguir el método de Schultz, pero a poco de comenzar me doy cuenta de que no recuerdo los pasos. Me he quedado en la relajación de la pierna izquierda y ha sido un éxito: no la siento en absoluto, pero el corazón me sigue latiendo desbocado.



-A continuación, al tiempo que trato de movilizar los dedos del pie de esa pierna, intento practicar raja yoga por medio del pranayama o respiración profunda. A los pocos minutos veo que lo voy consiguiendo y decido que debo felicitar al profesor de yoga, a cuya clase asisto una hora diaria en días alternos.



- Afortunadamente me duermo y no me despierto hasta la 7.35 (reloj mesilla). La luz entra tenuamente por la ventana y me alegro de que ya esté amaneciendo. Cada vez temo más a la oscuridad y antes de levantarme decido que a partir de la noche próxima dormiré con una luz suave en una de las esquinas del dormitorio.



-En la ducha recuerdo que no es descartable, según mi experiencia de la noche anterior, que yo sea un alienígena, y que por lo tanto, puestos a deshacerse de mí, la oscuridad es el ámbito adecuado, por lo que me reafirmo en mi decisión anterior. La luz, por débil que sea, siempre me dará una oportunidad de reaccionar y defenderme.



-Ya vestido de calle, soy consciente que durante las noches también puedo ser víctima de un ataque del Príncipe de las Tinieblas, pues ya se sabe que dichos seres son capaces de atravesar las paredes y ante ellos es inútil cerrar puertas y ventanas. Al abrir la puerta de la calle para salir, decido finalmente colgar una ristra de ajos encima de la cabecera de la cama. Es un arma segura contra los vampiros y el ajo, después de todo, no huele tan mal.

(*) Crítica de la razón pura de Inmanuel Kant (Editorial Porrúa, pág 144)

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