Dentro del
paquete de medidas que el gobierno piensa adoptar para ahorro de ondas
electromagnéticas, se incluye la utilización restringida de los teléfonos
móviles. Al parecer, ha acabado confirmándose que el número disponible de las
mismas no es infinito, como se suponía, sino equiparable al volumen de
combustibles fósiles en nuestro planeta, por poner un ejemplo comprensible para
todo el mundo. De entrada, quedará prohibido su utilización a bordo de
cualquier tipo de semoviente, especialmente los coches. De esta manera se
volverán a instalar los teléfonos habituales en las zonas de servicios de las
carreteras. Quedarán, por lo tanto, prohibidos también los “manos libres” o
bluetooths, de los que tanto disfrutaban los pasajeros en los trayectos de
larga distancias, y especialmente durante los atascos de fin de semana, que los
hacían más soportables. Con esta medida, el gobierno intenta que el progreso no
suponga una huida hacia adelante, que nos podría llevar a la catástrofe. El
sol, que está en el origen de cualquier tipo de energía, está dando los
primeros síntomas de agotamiento, y en lo que se pueda, los seres humanos no
deben colaborar a que tal hecho se acelere. Lo más preocupante, y lo que ha
puesto en situación de alerta a la corporación científica, es la merma en
número e intensidad de las eyecciones solares, que suele ser un síntoma claro
del estado interior de nuestra estrella. Por otro lado, el color de las mismas
está virando peligrosamente hacia el rojo, lo que solo podría significar dos
cosas: que el sol se está alejando o que la temperatura de dichas eyecciones
esté disminuyendo. Como resulta evidente que el sol sigue donde estaba, les ha
resultado fácil deducir que se trata de lo segundo, algo gravísimo para que
todo siga igual en el sistema solar, como viene aconteciendo en los últimos
cuatro mil quinientos millones de años (aproximadamente). Si esto fuera así,
las glaciaciones que se han sucedido en nuestro planeta a través de su historia,
serían cosa de risa. Ni siquiera los pingüinos o el oso polar tendrían la menor
oportunidad de sobrevivir. O, como en lenguaje popular afirma Artemio
Santesmases, astrofísico de sistema de telescopios del Roque de los Muchachos
en la isla de la Palma: apaga y vámonos.
La solución no es sencilla, y aunque después e los primeros cálculos
matemáticos, el hecho mencionado, no influiría en La Tierra hasta dentro de
unos tres mil millones de años, el gobierno quiere ser previsor, y que las
generaciones venideras sean conscientes de que tiempo atrás el gobierno de la
nación ya velaba por sus intereses. Es cierto, añade el ministro de Medio
Ambiente, que los eones hacen variar con frecuencia la percepción de la
realidad, pero quiere que su iniciativa suponga un paso adelante para la
conservación del Sistema Solar, tal como nos fue legado por nuestros
antepasados. “En ese tiempo es también posible, afirma, que la tectónica de
placas haya hecho variar notablemente la estructura y forma de las tierras
emergidas, pero en cualquiera de los casos, siempre será distinguible desde el
cosmos, la inmarcesible bandera de nuestra patria” afirmó con rotundidad. Su
intervención en el Congreso de los Diputados, seguida de inmediato por la del
presidente del gobierno, fue acogida con una gran ovación, a la que se sumaron
todos los partidos con representación en la Cámara, a excepción, como no podía
ser menos, de los representantes de Podemos, que echando mano de su periclitada
ideología comunista sentenció “a esas alturas todos calvos”.
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