martes, 29 de julio de 2014

ABANDONOS

El niño es raro, seamos sinceros. Se lo digo a Olga haciendo un esfuerzo y esperando que no me malentienda. Es raro, simplemente. No es como la mayoría. Y eso no supone en sí mismo un defecto. Se lo repito esperando que me crea. De hecho, podía haber sido peor. Pero si queremos que de ahora en adelante todo vaya bien, hay que comenzar diciendo la pura verdad. Podría tener una cabeza enorme. O los pies. O ambas cosas. O ser raquítico, o inspirar miedo solo al verle por tener unos ojos saltones y una boca enorme que no deja de abrir y cerrar como si estuviera bostezando o reclamando comida todo el rato. Pero no es exactamente así. Pudo haber sido mejor, qué duda cabe, pero para ser alguien encontrado al lado de los contenedores de basura no está nada mal. Seguramente sus padres le abandonaron allí por algún motivo que ni siquiera podemos imaginar. Incluso podían quererle con locura, y tuvieron que hacer un terrible sacrificio para que otros se hicieran cargo de él y pudieran sacarte adelante. Posiblemente eran pobres de solemnidad, pero no supieron hurtarse en su día a los placeres de la carne y lógicamente  luego pasó lo que pasó. Claro que quizás no se trata de eso. Posiblemente sus progenitores eran dos personas acomodadas que podrían haber dado a su hijo un futuro radiante, pero llegado el momento se sintieron incapaces, o consideraron que no se lo merecían y optaron por entregarlo a la caridad pública como mal menor. También es posible que en estos momentos en los que Karuchito ya está con nosotros, le anden buscando por todos los hospicios de la ciudad con la esperanza de volverle a encontrar, sin saber que nosotros al poco tiempo cogimos un avión y ya estamos a miles de kilómetros.

En cualquier caso, si fuera posible, nos gustaría hacerles llegar un mensaje de tranquilidad. A pesar de ser unas personas problemáticas, mi mujer y yo nunca le abandonaremos, aunque en algunos momentos  nos inquiete su mirada y pensemos en soluciones alternativas para su futuro. Pero que tengan claro que nunca le volveremos a abandonar junto a unos cubos de basura. Es demasiado cruel, y aunque estoy seguro que será un niño razonable  y sería capaz de entenderlo tiempo adelante, no lo haremos. Ganas nos dan en ocasiones, seamos aquí ya definitivamente sinceros, en esos momentos en los que por razones que nos son ajenas comienza a gritar con desesperación como si algo muy doloroso le atormentara, o simplemente le doliera el estómago hasta límites insoportables. Pero sucede que de repente se calla y sonríe satisfecho, como si acabara de ofrecernos una demostración de algo muy propio que quiere reivindicar ante nosotros o hubiera interpretado un fragmento de una ópera de Verdi, por poner un ejemplo.

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