lunes, 10 de diciembre de 2018

VENANCIO DOS


“¡Viva España… y la repúblicas bálticas!” solía gritar a voz en cuello Venancio para zaherir a los verdaderos patriotas, a los que la morcilla añadida al grito victorioso nacional, sumía  en un marasmo del que solo podían salir liándose a hostias o tiros con todo lo que se moviese. Cómo es posible que Venancio siga vivo es algo inexplicable, a no ser que quienes le quieren mal utilicen pistolas de goma o su amor  España deje mucho que desear y le apunten por encima de la cabeza.

Después de utilizar el inodoro para las funciones que le son propias, Venancio, el pintor, tenía la inveterada costumbre de evaluar sus excedentes sosteniendo el papel que con el que se limpiaba, a la altura de los ojos. “No estoy de acuerdo con el ocre de mis óleos cuando trato de encontrar el verdadero color de los campos de Castilla en el estío”  solía exclamar entre sollozos, en un rapto de lirismo exagerado, al comprobar el lamentable marrón de lo que hablando llanamente llamaríamos su mierda. .

Venancio se solía masturbar desde su más tierna infancia poco después de su Primera Comunión, cuando descubrió por casualidad que el pito servía para algo más que hacer pis. Por entonces solía complacerse en el cuarto de baño con el pestillo echado, a pesar de las protestas de su mamá. Poco más tarde, ya en la adolescencia, procedió a hacerlo en su cama rodeado de almohadones y apoyándose en el cabecero, que tenía que aguantar a duras penas el ajetreo consiguiente, con riesgo de descolgarse en los momentos finales. De mayor, casado con María  Isabel, aprovechaba sus ausencias esporádicas para darse satisfacción en cualquier lugar donde sus espasmos y jadeos no le delataran. Por inverosímil que parezca, pasados muchos años, ya jubilado y viudo, siguió dándose caña sin contemplaciones en el sillón de orejas en el que a lo largo de su vida había leído con atención a los grandes clásicos de la literatura universal, desde Homero hasta Cervantes. Sin olvidar al marques de Sade, Henry Miller y Bukowski, cuando estaba solo. No le importaba el ambiento distinguido del lugar ni los muebles de maderas nobles, herencia de sus padres, aunque deba reconocerse que en esos momentos, conservando el calambrillo, puede decirse que de producto final ni gota. Lo que se dice ni gota.


No hay comentarios:

Publicar un comentario