viernes, 28 de diciembre de 2018

DECENIOS


Conocía a aquella mujer desde hacía tiempo. Y cuando digo tiempo  quiero que se entienda decenios. La veía con frecuencia porque solía frecuentar el mismo bar que yo y vivíamos en el mismo barrio. O al revés, si se quiere ser más coherente, pues lo lógico es ir de lo general a lo particular, como sin duda sabe cualquiera que haya cursado el bachillerato en los años cincuenta de este país. Pues bien, dicho lo anterior, vayamos al grano. El caso es que un día inopinadamente,  conversando con ella en el lugar mencionado, y precisamente considerando pros y contras de una intervención armada en Cataluña (¡¡) me fijé con cierto detalle en Susana, que estaba exactamente igual a sí misma, el pelo corto a lo garson y los ojos atestados de rímel y contorno, pero luciendo un bigote algo más que aparente. Ya sé que es una estupidez, pero sobre todo un dato que podría hacer suponer a alguien que no estuviese allí, que no ando muy bien de la cabeza. Da igual, el hecho era el que era, y te lo cuento porque a continuación en cascada se sucedieron otros que la convirtieron, dicho sea con el respeto debido, en el auténtico travestí de toda la vida. Los rasgos de su cara adquirieron los habituales en un varón de edad mediana, con la barba bastante cerrada y una mandíbula que para nada recordaba a la de la encantadora Audrey Hepburn de mi adolescencia, pongo por caso. Y no digamos nada de otras partes de su cuerpo, su delicadísimo cuello de ocasiones anteriores, se había provisto de una nuez de…no sé…digamos que Robert de Niro. Y sus brazos, de natural blanquísimos y muy finos, en los de un cargador de muelle o un transportista acarreando mercancías en hora punta. Y con una pelambrera-válgame el cielo- de orangután. Una orgía de testosterona.
              ¿Qué hacer en aquellos instantes con Susana, la mujer delicada, sensible y cultivada de tantas y tan agradables situaciones previas? ¿Tirar por la calle de en medio y recomendarle con urgencia una visita al endocrino? ¿Recomendarle que visto lo visto no dudase en operarse de los bajos, que hoy lo hacen estupendamente? ¿Mandarle de inmediato a Conchi la peluquera de la esquina, pero que sobre todo es considerada por realizar unas depilaciones primorosas, la brasileña incluida? Comprende, Manolo, que para mí la situación no es agradable. Recuerda que como te dije veo a esta mujer-o lo que sea- con frecuencia y me gustaría seguir tratándola como siempre, pero temo que tal cosa sea en adelante imposible cuando lo que tengo frente  mi es un camionero. Y además desconocido.
    Seguro que lo que te he contado te sorprende tanto o más que a mí. Tú también conocías a Susana y creo que siempre te pareció una chica encantadora. Ríete tú ahora de las apariencias. Quizás de ahora en adelante todos debamos estar preparados para las metamorfosis imprevistas. Por cierto que después de hablar contigo la otra tarde por teléfono te recomendaría que no siguieras haciendo gárgaras con miel y limón para aclararte la voz. Te aseguro que al colgar tuve la sensación de haber estado todo el rato conversando con una señorita, y perdona si te ofendo. Pero, aparte de Susana, es lo que hay.

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