Que seamos en
cierta medida incompatibles, no creo que sea, en mi opinión, claro está, una
objeción definitiva con el hecho de intentar acercar posiciones o llegar a
ciertas conclusiones. Nos producimos, haciendo mías tus palabras de anoche, un rechazo mutuo que va más allá de
nuestras voluntades. Se trata de algo visceral que provoca en nuestras
feromonas desacuerdos instantáneos ante lo que poco podemos hacer, siendo como somos no solo contingentes, sino
cuerpos sólidos que deben atenerse a las leyes de la Físiología A pesar de
todo, si te parece, y aún sigues leyéndome, podríamos intentar una aproximación
escalonada, que no ponga de inmediato a la defensiva a nuestros sistemas
autoinmunes ni haga peligrar nuestra integridad física. Para ello, estarás de
acuerdo conmigo en que, cuando nos
veamos, deberíamos guardar como mínimo, una distancia de seguridad entre nosotros, de
manera que ningún tipo de actividad propia repercuta de inmediato en el otro.
Pongamos veinte metros, distancia suficiente para que cualquier vibración, efluvio
ó flujos energéticos de cualquier índole de uno no alcancen al otro, originando el consabido mecanismo de
acción-reacción que induzca una fuga inmediata. Situados a tal distancia, que
por mor de la educación, podríamos llamar “de cortesía”, intentaremos decirnos
por riguroso turno, que alguien
imparcial habrá fijado, lo que nos resulta insoportable, hiriente ó simplemente
poco agradable del otro. Para ello habremos fijado de antemano un protocolo
secuenciado de nuestras intervencies, en el que quede perfectamente claro
nuestro modo de relacionarnos para evitar abandonos prematuros. Contaremos para
ello con nuestra buena voluntad, pues el simple hecho de que a estas alturas de
nuestra relación aún intercambiemos pareceres, es prueba evidente de un deseo, aunque
sea tenue y recóndito, de seguir haciéndolo. Esta normativa deberá fijar (sabes
que siempre me refiero a mi opinión), ciertos detalles previos al intercambio
verbal de nuestros puntos de vista. Por ejemplo, y sin querer ser exhaustivo: una
forma de vestir e impedimenta de apoyo que se nos ocurra, un acicalamiento que
no origine un rechazo fulminante, y unos ademanes y gestualización que, me
atrevo en este punto a ser firme, no deben ser excesivos, sino comedidos y
discretos. Asimismo se me ocurre que el color de la vestimenta no debería
abusar, aunque aquí me siento más transigente, de los ocres, pasteles o grises, y finalmente, un tono de voz agradable próximo
al barítono y lejos de las estridencias del tenor y el oscurantismo del bajo, suponiendo que
ambos fuéramos varones. En una mujer, como es el caso, creo que el tono de una
contralto sería lo más adecuado. Me parecería bien que tu añadieses lo que, desde
tu punto de vista, sean requisitos ineludibles para el acercamiento que te
propongo, pues ya ves que, por mi parte, me he atrevido a adelantarte algunos
de los míos, que sin embargo reconsideraría, si tal cosa contribuyera a un
mejor entendimiento. Espero tu respuesta con verdadero interés, pues aunque no
sea del todo razonable este afán de
seguir en contacto con alguien que, en principio, provoca una sensación casi insuperable de
disgusto, creo que nuestro empeño por entendernos mínimamente, podrá constituir
en adelante un ejemplo palmario del espíritu de superación del homo sapiens
sapiens. Quién sabe si en un futuro no tan lejano, nuestra lucha denodada por
comprendernos, constituirá un hito imperecedero en el entendimiento de las
naciones y los pueblos. Decantémonos, pues, por lo menos obvio, y demos al otro
la oportunidad de que su mera existencia
no sea una ofensa insoportable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario